Internacional

«Puede que los traficantes hayan matado a mis amigos»

ABC, daniel iriarteSzeged (Hungría), 01-09-2015

ABC viaja en los trenes en los que Hungría permite a los refugiados dirigirse hacia otros países

A Murad, las lágrimas le asoman a los ojos cuando relata su historia. Este barbero iraní de 35 años, originario de la región de Tabriz, cercana a Azerbaiyán, cruzó clandestinamente anoche la frontera junto a otros cinco amigos. Nada más atravesar la cerca, se topó con una mafia de traficantes de personas. «No sé si eran húngaros o albaneses. Nos dijeron que teníamos que pagar dos mil euros cada uno por entrar en Hungría, y por llegar a Budapest», explica. «Cuando nos negamos, nos amenazaron con cuchillos. Estalló una pelea, yo salí corriendo perseguido por los mafiosos, y desde entonces no sé nada de mis amigos», relata.


Murad espera ahora en la estación de tren de Szeged, donde un grupo de voluntarios ha establecido un punto de información y apoyo a los inmigrantes, donde, además de agua y comida, ofrecen internet gratuitamente. El joven no se separa del lugar y cada pocos minutos revisa la pantalla de su móvil, su única esperanza para comunicarse con sus amigos. «Les he dejado un mensaje en Facebook, pero no lo han visto ni me han respondido. Tal vez la mafia los ha matado», dice con voz trémula.


«Quiero comprar un billete a Budapest, pero no tengo los papeles de asilo, y hay demasiada vigilancia», nos cuenta. «Los policías húngaros me están tratando muy mal, a diferencia de los serbios. ¿Por qué no se dedican a perseguir a los mafiosos en lugar de a nosotros? Yo no quiero quedarme en su país», comenta.


Quienes sí viajarán en el tren son las varias decenas de refugiados que la policía transporta en autobús desde la estación. Las autoridades húngaras ya no les embarcan con destino a los campamentos para solicitantes de asilo en el país, sino que, si lo desean, están permitiendo a cientos de ellos que abandonen Hungría con destino a otros países europeos, lo que está generando nuevos problemas.


«¿Sabes si con este documento puedo llegar hasta Viena?», nos pregunta Hassan (nombre ficticio), un palestino del campo de refugiados de Yarmouk, en Damasco, uno de los lugares más castigados por la guerra de Siria. En cuanto el tren sale de la estación de Szeged, nos enseña un carnet de refugiado expedido por las autoridades de Grecia, que, dice, no ha enseñado a la policía húngara.


Otro compañero suyo, que sí ha solicitado asilo en Hungría, trata también de averiguar si con esos papeles puede seguir hacia Austria. Dos policías recorren el tren para asegurarse de que todo está en orden. Cuando los confusos refugiados intentan preguntarles sobre la situación, les dicen que no hay problema, que pueden ir «a Austria, a Alemania, a donde quieran».


Pero esta nueva política está siendo puesta en entredicho por las autoridades austriacas, que ayer detuvieron en la frontera un tren que transportaba a varios cientos de estas personas con destino a Munich. «Hay como mínimo trescientos o cuatrocientos migrantes a bordo. Están siendo desembarcados», explicó el portavoz de la policía fronteriza austriaca, Roman Haslinger. Aquellos que hayan solicitado asilo en Hungría serán devueltos a Budapest, mientras que el resto podrá continuar su viaje, afirmó.


Cuando el tren llega a Budapest, el grupo se disuelve. Algunos de ellos se dirigen a las taquillas, para intentar salir cuanto antes hacia Viena, mientras que otros acampan en el exterior de la estación. Probablemente, para estos refugiados, la crisis durará bastante tiempo.

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