"Tengo mi cuadrilla, pero aquí no se puede potear"
Supervisor en una empresa petrolífera en Abu Dhabi Iñigo Ormaechea lleva tres años en la capital de Emiratos Árabes sorprendido por su mezcla cultural, con más de un 80% de extranjeros
El Correo, , 31-08-2015El maná del petróleo ha atraído a los Emiratos Árabes a miles de inmigrantes procedentes de los cinco continentes, hasta el punto de que el número de extranjeros supera al de autóctonos. Su capital no es una excepción. Abu Dhabi recibe a empresas de todo el mundo, convirtiéndose en el emirato financiero y con mayor número de reservas de petróleo. Es fácil encontrarse en sus calles a personas de todas las razas, con un denominador común: casi todos hablan en inglés. Y, curiosamente, cada vez son más los vascos que se asientan en este país con puestos de trabajo bien remunerados. Es el caso del bilbaíno Iñigo Ormaechea, que no se siente solo. «Aquí tengo mi cuadrilla vasca, solo que no podemos salir a potear», confiesa. Únicamente le falta crear una peña del Athletic quiere trabajar en ello para sentirse como en casa. Lleva tres años allí, desde que la empresa petrolífera Schlumberger se fijara en él durante unas jornadas de contratación en París.
Este vasco no ha perdido un segundo desde que acabó la carrera de Ingeniería Industrial en la capital vizcaína. «Tenía ganas de salir y forjarme una carrera laboral en el extranjero». Nada más acabar la licenciatura, hizo un máster en el Instituto Francés del Petróleo. Una experiencia que le abrió la mente e hizo que se planteara más oportunidades fuera de casa. Ya en París, la propia universidad realizó una jornada de puertas abiertas con empresas atraídas por la necesidad de contratar a ingenieros. Presentó su currículo y la oferta más interesante que recibió fue la de la franco-americana Schlumberger.
Había varios destinos posibles donde comisionar a Ormaechea, pero, tratándose del sector del petróleo, Abu Dhabi tenía muchas papeletas. «No me lo pensé demasiado, ni quise recabar información previa del país», admite. A los tres meses hizo un viaje de contacto. Y en enero de 2013 se mudó a la capital de los Emiratos Árabes. «Recuerdo que, cuando bajé del avión y salimos de la terminal para coger un coche, se me empañaron las gafas de la humedad; me costaba respirar». Aún le llamó más la atención ver tanta cantidad de expatriados y la mezcla de culturas tan marcada.
«Es un sitio muy seguro para vivir»
A Iñigo Ormaechea se le vienen varias anécdotas a la cabeza que definen un poco el choque cultural que sufre en Abu Dhabi. «Un día, conduciendo por la noche, casi atropello a una mujer. Estaba oscuro, ellas van cubiertas en negro y no se las ve». El susto que se llevó fue monumental y ahora procura ser cauteloso. Pero no solo el conductor tiene que prestar atención, también el peatón, porque en Abu Dhabi los pasos de cebra sirven «para cruzar siempre que no pase un coche». Es normal que te toquen el claxon si haces parar a un vehículo. Por lo demás, es un país tranquilo y con unas leyes muy estrictas. «Es un sitio muy seguro para vivir. Puedes dejar la casa y el coche abiertos sin problema». A este vizcaíno todavía le sorprende la llamada a la oración. Más aun si tiene que programarla cuando coincide con una reunión de trabajo.
Su primer trabajo con la compañía se desarrolló en el departamento de perforación y la oficina técnica. Ahora supervisa el área que se encarga de dar servicios a las empresas de perforación. Como está en operaciones, su disponibilidad es de 24 horas, porque dirige a personas que operan en las plataformas. Tienen negocios con firmas locales, lo que le obliga a relacionarse con todo tipo de personas. «Lo que más cuesta es el tú a tú. Para nosotros es común salir a tomar un café o una cerveza después del trabajo, pero mucha gente no bebe alcohol y hay que tener cuidado, como también limitar ciertas bromas». Pero, en general, reconoce que en Abu Dhabi la gente es muy abierta. «No es lo mismo que en Arabia Saudí, por ejemplo». A la hora de adaptarse a la forma de trabajar en los Emiratos, lo que más le costó fue habituarse al domingo laboral. «No podía seguir los partidos del Athletic de las nueve de la noche», se duele. En la actualidad, ya se le hace más llevadero. Su día libre es el viernes. El sábado también es festivo. Este día sí, los bares, bancos y tiendas están abiertos.
Riqueza «palpable»
Después de tres años en Abu Dhabi, Ormaechea se encuentra más que adaptado, pero admite que «siempre se tienen altibajos». Lo que más echa en falta es disfrutar de la naturaleza. Los montes más próximos se encuentran a tres horas de distancia y dar una vuelta en bicicleta se puede convertir en una actividad peligrosa. «El tráfico es más caótico que en Europa». De ahí que se haga uso diario de los taxis, con una tarifa bastante asequible. Hay que tener en cuenta que el límite de alcoholemia al volante allí es cero y que el país no está planteado para callejear.
La riqueza es «palpable». Pero «no son tan ostentosos como en Dubái». No es tan normal ver una concentración de Lamborghini, Porsche o Mustang, como ocurre en su ‘hermano vecino’. Eso sí, cuenta con un ‘sky line’ digno de observar, con la mezquita más grande del mundo y hoteles que revientan de lujo. El precio de la vivienda es mucho más caro que en Euskadi, y tener piso depende de la posición social en la que uno se encuentre. Por un lado está la mano de obra, con unos salarios muy bajos. Por otro, los expatriados, con sueldos atractivos que les permiten darse un capricho de vez en cuando. Y en otra dimensión se sitúa la población autóctona, con un nivel de riqueza muy elevado.
Las actividades, no obstante, no son tan extravagantes como en Dubái. El único factor que limita el estilo de vida de los residentes en Abu Dhabi es el clima. «En verano nadie sale a la calle y tienes que ir tapado». Pero, de septiembre a mayo, las temperaturas se relajan y se puede llevar una vida normal. «Aquí se sale de una forma más anglosajona. Te quedas toda la noche en un bar y no se callejea. Si te pillan bebiendo alcohol en la calle, a la cárcel», advierte. Ormaechea no ha sufrido ningún percance durante su estancia y se encuentra «cómodo» en su país ‘adoptivo’. «Voy a seguir con esta proyección en el extranjero. La empresa suele plantear cambios cada tres o cinco años y yo no tengo ninguna preferencia. Me dejo llevar», comenta.
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