Budapest, última parada antes de partir hacia la soñada Europa Occidental

La desorganización provoca que cientos de refugiados duerman al raso en el mayor centro de acogida austríaco

Diario de Noticias, , 29-08-2015

budapest – Budapest se ha convertido en la última etapa para miles de personas en el largo y peligroso viaje hacia el sueño de recibir asilo en uno de los países ricos de Europa Occidental, especialmente en Alemania, Suecia y Reino Unido.

Miles de refugiados, en su mayoría de los conflictos internos en Oriente Medio, duermen a la intemperie en torno a las estaciones de ferrocarril de la capital húngara para subirse a un tren o autobús, o para contactar con un traficante que los lleve a Occidente.

Un viaje que puede incluso ser letal, como se vio el jueves con el hallazgo de un camión de matricula húngara, encontrado en una autopista austríaca, en el que había decenas de cadáveres.

No obstante, los refugiados se siguen arriesgando y sueñan con una vida mejor. “Alemania. No pienso en otro país”, explica un joven dentista afgano que ha llegado hasta aquí a través de Turquía, Grecia, Macedonia y Serbia.

De hecho, no es fácil pasar la frontera austrohúngara, ya que las policías de ambos países cooperan estrechamente en los trenes e interceptan a la mayoría de los refugiados, explica Márton Matyasovszky Németh, un voluntario de una organización humanitaria local.

Pese a ello, las estaciones de tren de Budapest y sus entornos se han convertido en verdaderos campamentos, donde los refugiados pasan desde unas pocas horas hasta varios días esperando.

Los que están ahora aquí son solo una pequeña parte de los estimados 140.000 inmigrantes que han entrado a Hungría desde Serbia en lo que va de año. En la estación del Oeste (Nyugati Pályaudvar), el ayuntamiento de Budapest ha designado un terreno la llamada “zona de tránsito”, donde los refugiados se pueden duchar, acudir a servicios médicos, cargar sus teléfonos móviles o simplemente descansar.

Allí les espera un ejército de voluntarios locales, que a pesar de saber que desean llegar a otro país europeo, les aconsejan volver al centro de acogida que les fue asignado a su entrada.

Sin embargo, estos centros están colapsados desde hace meses y según las organizaciones humanitarias, las condiciones de vida allí son lejos de óptimas. Desde hace varias semanas las autoridades húngaras están levantando una valla alambrada de 1,5 metros de altura, que deberá quedar terminada en los próximos días.

Un último obstáculo en el largo camino a través de los Balcanes occidentales.

“Superar la valla no significó ningún problema”, cuentan dos jóvenes afganos sonriendo. “Eso no nos podía parar”, aseguran con confianza, aunque muchos otros se han apresurado en los últimos días para llegar a Hungría antes de que la valla esté completamente cerrada.

fin del camino El primer contacto de miles de refugiados con la Europa rica es un abarrotado centro de acogida en las afueras de Viena, donde la desorganización de las autoridades les obliga dormir al raso, en pequeñas tiendas de campaña o bajo árboles y arbustos.

“Sabía que en Europa las cosas no iban a ser fáciles, pero llevo durmiendo con mi familia en una tienda de campaña desde hace 15 días, sólo quiero un techo y una oportunidad”, explica Abdalá, que huyó de la ciudad siria de Homs por la destrucción de la guerra.

Traiskirchen es el principal centro de acogida en Austria y los recién llegados esperan allí hasta ser trasladados a otros municipios.

Abdalá está acompañado de su esposa Mufida, y dos niños de tres y cinco años, que comparten la tienda de campaña, con temperaturas de más de 30 grados y repentinas tormentas veraniegas. Al igual que esta pareja, que regentaban un negocio familiar de telas en su ciudad de origen, la impresión es que muchas de las familias sirias en ese centro son de clase media. “Muchos de los refugiados, sobre todo los sirios, no eran precisamente pobres, sino con posibilidades, gente de clase media”, explica Ruth Schöffl, de la oficina de Acnur en Austria.

“Han aguantado en el país mientras han podido y han salido dejando atrás una posición relativamente cómoda”, agrega. Médicos sin Fronteras (MSF) denunció esta semana, tras visitar el centro, una “emergencia humana” con condiciones “perjudiciales para la salud” para los más de 3.000 internos.

Este antiguo cuartel militar, construido en la época del Imperio Austro – Húngaro, tiene una capacidad oficial para 1.800 personas, la mitad de lo que suele acoger desde hace semanas. Los refugiados con suficiente dinero se han comprado tiendas de campaña en los comercios del pueblo. Pero en el caso de la familia de Ahmed, también sirios, fue una vecina la que les donó una. “Soñábamos con llegar a Europa”, confiesa, “pero no con estar semanas en este lugar”.

Las principales quejas son el mal estado de las instalaciones y la deficiente asistencia sanitaria, con expertos de MSF que afirman que hubo varios partos y abortos al aire libre. – Efe

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