La vida después del ‘Katrina’

DIEZ AÑOS DESPUÉS DEL HURACÁN QUE ACABÓ CON LA VIDA DE 1.833 | PERSONAS, NUEVA ORLEANS RECUERDA LA DESESPERACIÓN

Diario de Noticias, Un reportaje de Cristina García Casado, 29-08-2015

“Comenzó como un desastre natural, pero se convirtió en un desastre provocado por el hombre”

El devastador huracán Katrina se cobró la vida de 1.833 personas y cambió para siempre las de más de un millón, los supervivientes de una catástrofe que diez años después recuerdan con angustia y dolor.


Nadie estaba preparado para algo así. Eso es lo primero que se apresuran a afirmar todas las personas entrevistadas que vivieron el caos y la desesperación que siguieron a la llegada del Katrina a Nueva Orleans, en el estado de Luisiana, en el sur de Estados Unidos, el 29 de agosto de 2005 y a la posterior inundación de la ciudad tras desbordarse los diques.


“Nosotros dejamos nuestra casa y nos refugiamos en la de un amigo en el barrio francés, una zona más alta. Habíamos comprado latas de conserva para quedarnos allí, pero cuando vimos que cortaban el agua supimos que la cosa se ponía muy fea y comenzamos a buscar una manera de salir de la ciudad”, relata por teléfono desde Nueva Orleans José Torres – Tama.


Este artista ecuatoriano, que se crió en Nueva York y lleva más de 30 años en The big easy, como se conoce a Nueva Orleans, fue una de las decenas de miles de personas que no huyeron el día 28, bien porque creyeron estar más seguras en la ciudad o por no tener vehículo propio en un momento en el que los de alquiler se agotaron inmediatamente y el transporte público no supo responder a las necesidades de los habitantes.


“Nos enteramos de que iban a venir unos autobuses privados a buscar turistas a los hoteles y nos fuimos para allá a intentarlo. Al final, esos autobuses nunca llegaron pero logramos irnos en uno pirata que nos dejó en el aeropuerto de Baton Rouge”, la capital de Luisiana, explica Torres – Tama.


Otras decenas de miles de personas quedaron atrapadas durante días en una Nueva Orleans arrasada, inundada y en el caos, donde a pocas calles de donde flotaban cadáveres en el agua se sucedían los saqueos y la violencia ante el vacío de poder y control en la ciudad.


La barcelonesa Lourdes Muñoz Santamaría, diputada socialista en el Congreso de España, vivió en carne propia los días más duros de la catástrofe y fue una de las decenas de miles de personas que terminaron conviviendo en pésimas condiciones y durante días en unos refugios que quedaron totalmente desbordados.


“En teoría íbamos al refugio para que nos repartieran en autobuses y nos evacuaran, pero terminamos quedándonos allí varios días. Fuimos los primeros en llegar al que se instaló en el Centro de Convenciones y enseguida nos juntamos allí más de 10.000 personas”, cuenta Muñoz por teléfono desde Barcelona.


“No había seguridad, ni organización, ni teníamos donde dormir ni donde ir al baño. Faltaban agua y comida. Había bebés, enfermos y gente mayor totalmente desatendida. Lo único que funcionó allí fue la autoorganización de la gente para recoger la basura y distribuir el agua”, recuerda.


La política española, que estaba de vacaciones en Estados Unidos con su marido y el hijo de él, tenía que haber regresado a España el día 28 pero todos los vuelos quedaron cancelados y les fue imposible, como a tantas otras personas, huir por carretera.


“Realmente no sabías qué hacer. Muchos de los que murieron quedaron atrapados en las autopistas. Y menos mal que no fuimos al Superdome, el estadio y primer gran refugio que se habilitó el día antes del Katrina. Allí se vivieron situaciones terribles, con inundaciones, acumulación de basuras, inseguridad”, relata.



DÍAS POSTERIORES


Tras el huracán, los días posteriores también fueron muy duros para los que lograron escapar de la ciudad la víspera. La hondureña Rosa Piñeda Pagán, que tenía entonces 75 años, pudo huir en coche con un familiar, pero tuvo que salir sin mirar atrás de una casa a la que nunca pudo volver.


“Lo primero que me dijo mi abuelita es ‘vete a mi casa a por mis zapatos y mi ropa’. Pero poco pudimos salvar cuando fuimos semanas después de la catástrofe: la casa estaba inundada e inhabitable, y todo lo que había dentro estaba cubierto por una espesa capa de moho”, cuenta desde Nueva Orleans Jennifer Pagán.


Su abuela, parte de los más de un millón de desplazados que dejó la catástrofe, tuvo que pasar más de un mes en la casa de una familia de Baton Rouge con la que sus parientes contactaron a través de una iglesia.


Rosa Piñeda, como la gran mayoría de sus vecinos, nunca pudo volver a su barrio y, según relata su nieta, el poso de la catástrofe y la vida suburbana fuera de su querida Nueva Orleans, donde iba a todos lados con su bicicleta, le fue mermando la salud hasta que falleció.


“Algunas de las poblaciones más densas quedaron inundadas completamente, no había un lugar donde volver para muchas personas. Tendrían que haber ido a otros barrios, más caros, y por eso, muchos de los desplazados decidieron que, abocados a empezar de cero de todos modos, era más fácil quedarse en los lugares a donde se les evacuó”, explica Laura Lein, profesora especializada en el estudio de hogares pobres de la Universidad de Michigan.


“Hubo desplazados por todo el país, muchos se fueron primero a estados vecinos como Texas pero terminaron reconstruyendo su vida en otros lugares de la nación donde tenían familiares o amigos”, añade Laura Lein.


El Katrina, la catástrofe natural más costosa de la historia del país y el peor huracán en casi un siglo, obligó no solo a reconstruir la emblemática Nueva Orleans sino que forzó a decenas de miles de personas a empezar una nueva vida sin haber tenido siquiera tiempo de decir adiós a la anterior.


diversidad



Nueva Orleans



SE HISPANIZA


Transformación. Cuando Nueva Orleans era una ciudad fantasma tras el devastador paso del huracán Katrina, miles de trabajadores latinos llegaron a ese lugar y muchos terminaron por echar raíces en una urbe que en estos diez años ha visto acentuada su histórica diversidad. Surgió una fuerte demanda de mano de obra para labores de limpieza y reconstrucción: el huracán inundó el 80% de esta ciudad sureña de Estados Unidos, destrozó 250.000 viviendas y dañó un millón más. Muchos de los trabajadores procedían de otros estados del país pero otro buen porcentaje llegó directamente de sus naciones de origen. La gran mayoría eran centroamericanos, sobre todo hondureños. La población inmigrante latina en Nueva Orleans y su área metropolitana ha florecido desde entonces. En ese contexto cambiante, los latinos casi han duplicado su presencia: del 3,5% en 2005 al 5,5% en 2014.

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