ZONA FRANCA
Digan lo que digan los demás
El Mundo, , 26-08-2015Nicolás Maduro no tiene las dotes de showman de Raphael, pero cada día monta un espectáculo de su pésima gestión política.
Por si no le bastaba clamar contra el eje Washington-Madrid-Miami que supuestamente pretende desestabilizar su Gobierno, ahora reaviva el conflicto con Colombia tras cerrar los pasos fronterizos con el país vecino y expulsar en tres días a casi un millar de colombianos que vivían en el estado de Táchira.
A pesar de la crisis humanitaria que ha desatado con tan drástica medida, el gobernante venezolano ha asegurado que «la frontera va a seguir cerrada, digan lo que digan». La excusa para deportar a familias enteras que desbordan los albergues es el contrabando que transita de un país a otro y que, según Maduro, contribuye a la especulación y al desabastecimiento en Venezuela. Pero lo que provocó el estado de excepción decretado en cinco municipios de Táchira por un periodo de 60 días prorrogables, es un ataque de contrabandistas que se saldó con tres militares y un civil heridos. Al menos esa ha sido la historia oficial del chavismo.
Sin embargo, según El Nuevo Herald, lo que podría estar ocultando el Gobierno de Maduro con esta maniobra es el enfrentamiento entre bandas de la droga que controlan distintas facciones de las fuerzas armadas venezolanas. Se trataría, de acuerdo a fuentes que cita el artículo, de una guerra entre carteles que manejan la Guardia Nacional (Cartel de la Guajira) y el Ejército (Cartel de los Soles), lo que avalaría la sospecha de EEUU de que hombres clave del gobierno chavista, como el propio Diosdado Cabello, podrían estar al frente del narcotráfico. La frontera colombo-venezolana convertida en tierra de nadie, donde los narcogenerales pelean por dominar la ruta de la droga.
De un modo u otro, Maduro se las ha arreglado para buscar chivos expiatorios que desvíen la atención de su fracaso. A nadie le sorprende el intercambio de productos en la zona fronteriza que ocupa unos 2.200 kilómetros, pero ahora los colombianos son señalados como enemigos y antes de ser deportados sus casas son demolidas. La cuestión es ir sumando adversarios que tienen como fin destruir el proyecto chavista.
Porque si algo teme la oposición en Venezuela es que estos golpes de efecto sirvan para obstaculizar las elecciones parlamentarias que deben celebrarse el 6 de diciembre. Si hasta hace poco Maduro aseguraba que la guerra sería inevitable contra el «imperio» del Norte, ahora abre otro frente al provocar una crisis con Colombia. Un peligroso juego al que no quiere prestarse el presidente Juan Manuel Santos.
Pero una cosa es el tono conciliatorio de Santos, que ha enviado a su canciller y al ministro del Interior a Cúcuta para interesarse por los repatriados, y otra bien distinta el ánimo beligerante de Maduro, quien no ha perdido tiempo en responsabilizar al ex presidente Álvaro Uribe del incidente que se produjo días atrás en la frontera: «Nosotros somos víctimas del modelo capitalista paramilitar de la derecha colombiana». Una pantomima tras otra con tal de no admitir que el chavismo es víctima de sus propios errores. Grandilocuente pero sin dotes naturales para el arte del espectáculo, Nicolás Maduro huye hacia delante, digan lo que digan los demás.
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