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“Lo normal es que todos los años muera uno”

Los senegaleses del ‘top manta’ de Euskadi se muestran indignados por la muerte de su compañero de Salou y protestan por el trato que reciben a veces, aunque aseguran que la situación es mucho peor con las policías de Catalunya y Valencia

Diario de noticias de Alava, Rubén Olveira/Leo Benito, 13-08-2015

Bilbao – “Bueno, bonito, barato”. Esas son las palabras características que vocean quienes se dedican a vender gafas, bolsos y CDs en el top manta en diversas localidades vascas. Sin embargo, ayer no sonaban igual. Pudiera decirse que las pronunciaban con un aire más reivindicativo. Se mostraban indignados por el suceso acaecido en Salou y sobre todo protestaban porque no es nada nuevo: “Lo normal es que todos los años muera uno de nuestros compañeros”, asegura Modouondie, un senegalés que ayer, al igual que todos los días, trataba de vender su mercancía en la Gran Vía de Bilbao.

Tras cuatro años callejeando la villa con su saco a cuestas, Modouondie reitera que la vida como vendedor del top manta es muy dura. “La policía no nos deja trabajar: tiran nuestra ropa y además nos ponen multas”. Estas últimas rondan los 600 euros, tal y como comenta. En cuanto a los viandantes no tiene ninguna queja. “Podrían comprar más, pero no nos molestan”. Su objetivo: reunir de cuando en cuando 50 euros para enviárselos a su familia de Senegal. Ceheikh es otro mantero. En su caso, sostiene que no toda la policía es mala. “Los buenos nos dicen que recojamos y que nos marchemos, pero no nos quitan nada”. Los “malos” les incautan los bolsos delante de sus narices – ”lo único que tenemos, muchos de nosotros” – , cuando no les ponen multa también. “Alguna vez nos han llegado a perseguir tres agentes y un coche de policía desde la Gran Vía hasta el Guggenheim”. Buenos o malos, aun así no pueden llevar a cabo su trabajo. “Cada hora u hora y media hay que echar a correr”. Sin embargo, todos coinciden en que los Mossos d’Esquadra son mucho peores que los policías vascos. “Si eres senegalés y llevas una mochila, los mossos te agarran del brazo y te empujan hasta que les enseñas lo que llevas dentro”.

Del mar a la calle, Souleymnae llegó como marinero a Bermeo, donde trabajó en el mismo oficio que su padre antes que él: como pescador. No obstante, cuando se acabó el contrato no se lo renovaron. “Sin papeles no haces nada”. Pero tenía que continuar ganando dinero para comer y para pagar el alquiler. Y así es como acabó vendiendo bolsos en la calle. “No queremos hacerlo, pero lo preferimos a robar o a traficar con droga”, comenta. Aun así, asegura que nadie se hace de oro vendiendo en la calle. “A veces estamos hasta dos o tres días sin vender nada”. Y de media, por venta, indica que ganan unos diez euros por los bolsos.

Pese a todo, muchos de ellos no le ven fácil solución al problema. Moussa lleva tres años vendiendo bolsos en las calles de Bilbao. De profesión marinero, coincide con Souleymnae en que sin papeles no hay trabajo. Buscarse la vida, eso es lo que piden. Después de todo, cada uno tiene su profesión, que nada tiene que ver con el top manta. “Nosotros solo queremos igualdad, pero no la sentimos”.

El muelle Churruca de Portugalete, al igual que el Casco Viejo y la Gran Vía de Bilbao, era ayer un hervidero de gente. El Puente Colgante atrajo no solo a los pasajeros habituales que a diario cruzan en su barcaza la ría del Nervión hacia o desde la margen derecha para acudir al trabajo sino que también arremolina a una pléyade de turistas del Estado y extranjeros atraídos por este monumento Patrimonio de la Humanidad. Ello lo convierte en un punto de referencia donde los manteros de Ezkerraldea despliegan estos días previos a las fiestas patronales de la villa su mercancía “para ganarnos el pan de cada día”, advierte un grupo de senegaleses que ofertan zapatillas, bolsos, pulseras y, cómo no, CD’s y DVD’s a los numerosos viandantes que disfrutan del benigno clima veraniego.

“Nosotros no queremos robar y sabemos que lo que hacemos no es legal, pero algo tenemos que hacer para salir adelante”, reseña uno de los manteros – cerca de 1,90 metros de altura, poco más de 30 años y que, al igual que al resto de compañeros huye de la publicidad – para quien la situación que viven en Euskadi nada tiene que ver con Catalunya o Valencia. “Barcelona y Valencia son los peores sitios de toda España para los inmigrantes ”, despotrica uno de los jóvenes, que se identifica como vecino de la villa donde estudia en el EPA local.

“Aquí la policía local cumple con su función y nos avisa de que no podemos estar aquí, así que recogemos nuestros productos y nos vamos y cuando podemos volvemos a instalarlos”, apunta otro joven, quien reseña que ellos han venido a este país en busca de un futuro mejor que el que les ofrece su tierra. “Lo mismo que muchos españoles hicieron cuando se fueron a trabajar a Francia, Alemania o América del Sur”.

Con ojo avizor por si aparecen los agentes de la policía local, los senegaleses muestran su contrariedad por el suceso de Salou donde falleció un compatriota. “Dicen que se ha tirado del balcón pero no está todo claro”, resumen estos jóvenes – ninguno llega a los 35 años – que confiesan que muchos días vuelven a casa con las manos vacías. Sin un euro.

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