La inmigración desborda Atenas

Cientos de migrantes viven en los parques de la capital griega a la espera de seguir hacia Occidente. Pagan a las mafias de 2.000 a 10.000 euros para cruzar desde Siria o Afganistán

El País, NATALIA SANCHA, Atenas, 11-08-2015

Al tiempo que los turistas y los griegos viajan a las islas para disfrutar del verano, docenas de pequeñas embarcaciones con un millar de personas a bordo arribaban ayer a las costas griegas. Llegan desde Turquía y en penosas travesías, que pueden variar entre una semana y tres meses, según su nacionalidad. Atenas es la primera parada en Occidente y el lugar de tránsito para los migrantes que huyen de las guerras en Oriente.
/ Y. KARAHALIS (AP)
Un policía intenta contener a cientos de inmigrantes que reclaman papeles, ayer en Kos.
“Espero reunirme con mi hijo en Hamburgo, y de ahí empezar una vida mejor”, relata una exhausta Irham Haidi, afgana de 32 años. Como tantos otros, Haidi mandó a su hijo hace seis meses a recorrer la misma ruta que ella repite ahora con su marido y otros dos de sus chiquillos. Originarios de Ghazni (este de Afganistán), los Haidi han recorrido en 75 días los 5.600 kilómetros que separan su poblado de la capital griega. A pie, en autobuses o pateras han cruzado tres fronteras atravesando Irán y Turquía.
Grecia se ha convertido en la puerta de entrada a Europa más frecuentada en los últimos tiempos. En lo que va de año, 124.000 migrantes han entrado por el país heleno, más del doble que en los seis primeros meses de 2014. La mayoría llega tratando de huir de la guerra que se agrava en sus países. Pero solo unos 6.200 han solicitado asilo en territorio griego, el 64% de ellos son sirios, el 20% afganos. “Se trata de una situación de emergencia crítica y muy dramática”, advierte Giorgos Tsarbipopulos, máximo responsable de ACNUR (la agencia de la ONU para los refugiados) en Grecia. “Los números no hacen más que aumentar. Grecia e Italia solas no pueden hacer frente. Se necesita una política europea”, añade.
Los migrantes siguen las señas que sus conciudadanos van dejando en el camino. Dependiendo de los ahorros, optarán por una ruta más rápida y cara, o más barata y larga. Quienes pueden permitírselo pagarán hasta 2.000 euros desde Siria (el salario medio en ese país) para tomar un autobús y luego una patera; o 6.000 desde Afganistán para llegar a Atenas. Los que no, recurren a la aplicación Google Maps, que se ha convertido en la guía oficial versión low cost para los migrantes sin recursos, que confeccionan su propia ruta de escape. Los que no tienen apenas ahorros compran barcazas en las costas turcas por 300 euros, que tratan de dirigir a Grecia con la única ayuda de un GPS.
Entre arbustos y sobre mantas, los Haidi recuperan fuerzas junto a otros 400 afganos en el parque Pedion Tou Areos. Dos semanas atrás, los drogodependientes y vagabundos que habitaban este céntrico jardín eran desplazados por centenares de migrantes en situación irregular. Hoy, decenas de tiendas de campaña alternan con las estatuas de líderes griegos revolucionarios y algún que otro sin techo local. La mayoría son de etnia hazara, que como los Haidi son perseguidos en Afganistán.
“Los talibán y el Estado Islámico nos consideran apóstatas. Nos persiguen y acosan. No nos queda más que emigrar si queremos mantener la cabeza sobre los hombros”, espeta Ibrahim, de 28 años y originario de Konduz. Muchos aseguran que han sido atacados a tiros o apaleados por la policía iraní fronteriza en el camino. En lo que va de año, casi 3.000 personas que, como él, intentaron cruzar el Mediterráneo no podrán contarlo; perdieron la vida tratando de cruzar a Europa.
Con las nuevas tecnologías, el boca a oreja se llama Whatsapp. Las rutas varían según el país de origen. También las zonas públicas donde duermen los migrantes que aguardan en Atenas para seguir el viaje se organizan por nacionalidades. Los sirios merodean por la plaza Ominia. Allí, cuatro jóvenes sirios dejan caer sus pesadas mochilas. “Acabamos de llegar de Kos”, responde con los ojos brillantes por la falta de sueño Jolán Fayad, químico de 33 años.

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