Más de 225.000 inmigrantes y refugiados han llegado a Europa en lo que va de año por el Mediterráeno, según datos publicados ayer por ACNUR y la mitad de ellos, 124.000, lo hicieron a través de Grecia.

La crisis migratoria en el Mediterráneo se agrava mientras el país heleno – principal puerta al continente para los refugiados – se declara incapaz de hacer frente a la acogida de los recién llegados.

El miércoles, el trágico naufragio de un barco con más de 600 personas a bordo frente a las costas de Libia ponía de relieve una vez más las proporciones de la tragedia. Al menos 200 personas siguen desaparecidas en el mar, mientras las oenegés multiplican las críticas a la actitud europea en esta crisis.

El primer ministro griego Alexis Tsipras también pedía ayer una reacción inmediata por parte de Bruselas. «Queremos hacer todo lo posible para recibirlos como personas, al máximo de nuestras capacidades, pero hace falta correspondencia por parte de la Unión Europea», razonó. Se trata de un flujo, reconoció el dirigente, que supera con creces las capacidades de recepción de Grecia.

Tras una reunión con la ministra de Inmigración, Tasia Jristodoulopoulou, y con el resto de titulares competentes, Tsipras anunció un plan de intervención inmediato para reforzar infraestructuras, como los casi inexistentes centros de primera recepción, y acelerar procedimientos burocráticos.

El gabinete de crisis también acordó emprender las iniciativas necesarias para llevar el problema al plano internacional, reforzando la colaboración con otros estados miembro de la UE y con Turquía, de donde procede el grueso los refugiados (en su mayoría originarios de Siria, Afganistán e Irak).

Tsipras llamó a Europa a poner en valor todos los medios existentes y a asignar cuotas de acogida, así como nuevos fondos de emergencia, criticando a los estados miembro que quieren «una solidaridad a la carta» y que «solo miran por sus propias fronteras». «Estamos tratando con personas que están buscando una vida mejor», recordó Tsipras, subrayando que no hay que «hundir barcos» sino «dirigirse a la causa de los problemas».

Desde la construcción de una valla en la frontera terrestre greco – turca hace tres años, la mayoría de los refugiados alcanzan suelo griego en islas como Lesbos, Quíos o Kos tras un peligroso trayecto marítimo desde Turquía.

Según datos de Naciones Unidas, tan solo el mes pasado llegaron de 49.550 personas, que supera el número total de llegadas del 2014 y supone un incremento del 750% con respecto al periodo correspondiente de ese año.

«En 30 años de experiencia humanitaria jamás he visto una situación parecida» declaraba el responsable de la división europea de ACNUR Vincent Cochetel durante una rueda de prensa ayer en Ginebra, refiriéndose a la situación en las islas.

Ante la falta de infraestructuras adecuadas, los miles de refugiados que se hacinan en las islas – a la espera de conseguir documentos de estancia temporal que les permitan llegar a Atenas – dependen en gran medida de la ayuda de voluntarios locales.

«Somos conscientes de las limitaciones del Gobierno griego, pero le pedimos que asigne lugares para los refugiados. Hay muchos cuarteles militares sin utilizar, o tierras no cultivadas… Cualquier cosa es mejor que nada,» pidió Cochetel.

Una vez en Atenas desde la que los refugiados buscan continuar su ruta hacia el norte de Europa, no existen por el momento opciones de alojamiento para quienes no pueden costearse una pensión. Desde hace varias semanas, unas 400 personas – en su mayoría familias con niños pequeños – , acampan en un céntrico parque de Atenas.

El Ministerio de Inmigración ha anunciado la creación de un centro de acogida en la capital con capacidad para 600 personas. La titular ha asegurado que no se tratará de un centro de internamiento – estos se encuentran, desde hace meses, en proceso de cierre – , sino que los huéspedes podrán «entrar y salir cuando les plazca».