DONALD TRUMP

Un concursante contra nueve candidatos

Aspirante a la candidatura del Partido Republicano

El Mundo, PABLO PARDO WASHINGTON CORRESPONSAL, 07-08-2015

Diez candidatos republicanos afrontaron ayer el debate en el prime time de ese partido, en lo que ha constituido una especie de arranque oficioso de la campaña a la Casa Blanca, que culminará el 8 de noviembre del año que viene con las elecciones. Eran dos ex gobernadores; tres gobernadores en ejercicio; tres senadores; un neurocirujano estrella de la televisión; y un promotor inmobiliario que fue la estrella durante 12 años de un reality show que pulverizó récords de audiencia. Con la política convertida en un espectáculo, el candidato con más posibilidades era, evidentemente, el promotor estrella de reality shows: Donald Trump. Así lo atestiguaban las encuestas, que le daban 12 puntos de ventaja en relación al hombre que goza del apoyo del dinero republicano, Jeb Bush, y 10 respecto al máximo representante del Tea Party, el ala populista del partido, Scott Walker. Claro que, de los 17 aspirantes totales, aproximadamente 13 son del Tea Party. Y, ahora, Trump los ha dejado a todos a su izquierda. Trump ha acusado a los inmigrantes mexicanos de «violadores» y «criminales» –aunque, en un arranque de generosidad, ha matizado que algunos de ellos «supongo que son buenas personas»–, ha dicho que no cree que el ex candidato republicano John McCain, prisionero en Vietnam, sea un héroe, ha espetado en una reunión con cristianos evangélicos que él no pide perdón a Dios y ha prohibido el acceso a sus mítines a los medios que no le tratan bien. Con esas declaraciones, ha disparado su atractivo para la prensa, que a su vez se ha traducido en apoyo electoral. En los últimos dos meses, las cuatro grandes cadenas de televisión –Fox, NBC, ABC y CBS– le han dedicado 10 veces más minutos que a los otros 16 candidatos republicanos juntos. A eso se ha sumado el hecho de que Scott Walker o incluso Jeb Bush necesitan presentarse a una opinión pública que no los conoce. Pero Trump es The Donald, o sea, El Donald, que en inglés no es un término denigrante, como en español, sino lo contrario. Algo así como el único Donald. Con más de 500 entidades que llevan su nombre –según los datos que él mismo ha dado a las Comisión Electoral de EEUU–, Trump es una mezcla de Mercedes Milá y el Pocero de Seseña. Lleva 35 años en la primera línea de la actualidad. Ha sido promotor del boxeador Mike Tyson. Ha tratado de crear (sin éxito) una liga de fútbol americano que compita con la todopoderosa NFL. Y, aunque no habla de ello, ha suspendido pagos cuatro veces, lo que pone en cuestión –para algunos, no para él, evidentemente– su capacidad para gestionar las finanzas de la mayor potencia de la Tierra. Ha sido protagonista de uno de los divorcios más sonados de la Historia, el de Ivana Trump, cuyo consejo a las divorciadas del mundo es propio de su ex esposo: «No te enfades, ¡quédate con todo!» (Don’t get mad, get everything!). Es autor de más de una docena de libros, entre ellos varios best-sellers (y varios fracasos absolutos). Pero él ha salido indemne de todos esos escándalos. Y ahora arrasa en las encuestas. Tal vez porque, como explica Paul Brands, columnista de la web económica MarketWatch, «Trump no juega siguiendo las normas de la política presidencial». Efectivamente, él sigue las de un reality show. Cuando visitó la frontera con México, dijo que le habían aconsejado no hacerlo, dado que le iba a poner «en gran peligro». En realidad, la ciudad de El Paso, en Texas, justo en la raya fronteriza, es el núcleo urbano con menor tasa de asesinatos de todo EEUU. «Vale, vale, no tratéis de convencerme de que no hay crimen aquí», fue la respuesta de Trump. De ahí al celebérrimo «no, eso hoy no toca», con el que Jordi Pujol despachaba a la prensa en sus días de gloria, sólo hay un paso. Igualmente, Trump ha logrado que le compren que es un hombre hecho a sí mismo, pese a que su padre era un promotor inmobiliario del que heredó entre 40 y 100 millones de dólares (de 27 a 92 millones de euros), y que se libró de Vietnam por estar cursando uno de los Master de Administración de Empresas más prestigiosos del mundo, el de Wharton, Universidad de Pennsylvania. Donald Trump ha puesto la campaña republicana del revés. Los grandes donantes del partido esperaban que Jeb Bush tuviera suficiente dinero como para aplastar a sus rivales, de modo que se evitara dar la sensación de un candidato débil y sin apoyo en las bases, como le sucedió a Mitt Romney en 2012. Ahora, la irrupción del empresario ha dejado a Bush incluso en su segundo plano, empatado con Scott Walker y a escasa distancia de la segunda división de candidatos, los Ted Cruz, Marco Rubio y Rand Paul, que hasta ahora sólo han decepcionado. Por eso, precisamente, le están teniendo que tomar en serio. La mejor prueba: el lunes le llamó por teléfono el hombre que quita y pone políticos en el Partido Republicano: Rupert Murdoch, el dueño de Twenty-First Century Fox, del Wall Street Journal y de Fox News, la cadena de televisión que, conjuntamente con Facebook, organizaba este debate. Por ahora, es casi imposible que gane. Según la casa de apuestas británica William Hill, sólo tiene un 6,6% de posibilidades de pisar la Casa Blanca, frente al 50% de Hillary Clinton o al 22,2% de Jeb Bush. Pero Trump, sin ganar, puede hacer que los republicanos pierdan. Es lo que hizo Ross Perot, otro multimillonario populista con manía persecutoria –llegó a decir que la Casa Blanca planeaba arruinar la boda de su hija, y que había entrado en su ordenador personal para saber qué acciones compraba–, quien arruinó la reelección de George Bush padre en 1992, cuando sacó un 19% de los votos. En 1996, Perot también hundió al republicano Bob Dole al obtener el 8% del escrutinio.

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