Nadie sabe parar a Trump

El Periodico, RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON, 11-07-2015

Quedan todavía más de cinco meses para que arranquen las primarias y los caucus republicanos, de los que saldrá su candidato a la presidencia, pero la ansiedad se ha apoderado del partido de la derecha estadounidense. El motivo no es otro que el reguero de minas que está esparciendo a su paso el multimillonario Donald Trump, que con su verborrea incontenible, sus provocaciones xenófobas y su tendencia a fustigar a sus correligionarios, ha logrado acaparar toda la atención de estos primeros compases de precampaña. Trump marca la agenda y le está funcionando. De ser un paria sin opciones a nada ha pasado a liderar las encuestas para la nominación republicana.

El último sondeo publicado ayer por The Economist lo sitúa como el candidato predilecto de un 14% del electorado conservador, cuatro puntos por delante de Jeb Bush y Rand Paul y cinco por encima de Scott Walker, Marco Rubio y Marck Huckabee. El problema es que Trump, con su populismo flamígero de tintes racistas, está granjeándose el odio de un electorado hispano al que trata de acercarse el establishment republicano. El Gran Old Party sabe que con el 27% del voto latino que Mitt Romney atrajo en 2012 o con el 31% que votó por John McCain en 2008 difícilmente podrá recuperar la Casa Blanca el año que viene.

Trump va por libre y, a pesar de que compañías como Macy’s, Univision, NBC o PGA han roto la relación empresarial que mantenían con él, el magnate inmobiliario y presentador de realities no se ha retractado de ninguna de sus declaraciones. Al decir que los inmigrantes mejicanos «traen drogas, crimen» o «tremendas enfermedades infecciosas», al decir que son «unos violadores», ha logrado que se hable de la seguridad en la frontera. Y ha sabido aparentemente conectar con esa masa de trabajadores blancos y tirando a ancianos que ven en la inmigración ilegal una amenaza para que EEUU siga siendo un país de mayoría blanca y protestante. Según una encuesta reciente, un 63% de los electores republicanos ve en los inmigrantes «una carga» que compite con ellos.

Algunos precandidatos se ha distanciado abiertamente de Trump. Jeb Bush ha descrito sus palabras como «extraordinariamente desagradables». El senador Lindsey Graham lo ha acusado de acentuar el problema que tiene el partido con las minorías. Y el exgobernador George Pataki ha insistido en que su «retórica divisiva» podría pasarle factura al partido. También desde la jerarquía del formación se han hecho gestiones para callarle la boca o como mínimo tratar de que modere el tono. Pero Trump está encantado con su protagonismo. Navega sobre la cresta de la ola y acaba de anunciar que su mitín del sábado en Phoenix se trasladará a un complejo de mayor aforo después de que unas 3.500 personas se apuntaran para escucharlo.

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