Colaboración

Retos que plantea la inmigración entre nosotros: solidaridad y compromiso

Diario de noticias de Gipuzkoa, Por Etikarte, 07-07-2015

Nos impresiona la realidad de esas personas provenientes del Sur económico, que se encuentran con el rechazo, muchas veces violento, en los controles de fronteras establecidos por los estados y que les lleva a intentarlo una y otra vez de forma más peligrosa o sometidos a las brutales condiciones de las mafias.

El reconocimiento de los derechos humanos implica que toda persona tiene derecho a “unas condiciones de existencia dignas para ellos y sus familias” (artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales), debiera ser sin tener que abandonar por necesidad su tierra, su familia, su cultura, su idioma, sus señas de identidad… Pero, como la dura realidad es otra, se plantea la necesidad de salir a otro lugar, generándose serios problemas tanto para las personas y familias que llegan como para la sociedad de acogida.

Siempre ha habido migraciones. No es un fenómeno nuevo, pero en la era de la globalización, donde se han derribado tantas barreras para facilitar los flujos de información, capitales, comercio o competiciones deportivas, no se ha hecho lo mismo con la circulación de las personas. Las leyes de los Estados siguen levantando vallas y poniendo fuertes dificultades para evitar la entrada de personas que huyen de guerras, conflictos étnicos, hambre u otras situaciones de pobreza extrema.

Aunque en épocas de bonanza económica la autoridad ha tolerado la inmigración irregular para cubrir así las necesidades de mano de obra barata que demandaba el mercado, con la llegada de la crisis económica, el aumento del paro que padecemos en todos los sectores productivos y la inseguridad ciudadana, han sido los inmigrantes los primeros en perder el empleo, a la vez que se suscitan graves problemas en una justa distribución de ayudas sociales.

Entre nosotros ha habido un notable avance social, promoviéndose políticas de integración en muy diferentes ámbitos, como la educación, la sanidad, la vivienda y la formación para el empleo. Somos testigos de la ingente tarea desarrollada en la integración y en la ayuda educativa a los hijos de los emigrantes y sus mismas familias. Creemos que no es de recibo el debate suscitado en torno al fraude en los perceptores de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI). Es de justicia evitar y combatir el fraude que se haya dado o se pueda dar en algunos casos.

Por otra parte, es peligroso el discurso que sitúa a los inmigrantes como principales beneficiarios del sistema de protección social y del incremento del gasto en las ayudas del sistema público. Además de no ser cierto, refuerza una opinión injusta y actitudes xenófobas que van creciendo en la sociedad; pues si hay algún colectivo que, precisamente, ha sido perjudicado en las diferentes reformas que se han dado en el sistema de protección social, ha sido el inmigrante. No se debe entrar a valorar la procedencia de la persona, sino a la persona como tal y sus necesidades. El sistema de protección social es algo que hay que defender y mantener.

El discurso político y ciudadano debe ir orientado a facilitar y promover políticas de integración en todos los sectores de la vida social y política de forma gradual y respetuosa; a recuperar los valores humanos que han sido arrinconados por los económicos, sin hacer caso de proclamas xenófobas. La imperante cultura del bienestar individual tiende a volvernos insensibles a las necesidades de los demás, porque pensamos que no es asunto nuestro y que debe ser la Administración pública o instituciones de caridad quienes les atiendan.

En este problema que abordamos tiene que haber un esfuerzo mutuo y recíproco, tanto en las personas que llegan, como en la sociedad de acogida. Y por ello, surgen preguntas que debemos ir concretando y respondiendo: ¿Cómo situarse y acoger a quienes llegan con cultura, valores y tradiciones diferentes? ¿Qué derechos inherentes a sus personas deben ser asumidos y respetados y qué leyes, tradiciones y valores culturales deben ser legítimamente exigidos por el pueblo que los acoge?

No ocultamos que ello exige a veces un difícil equilibrio. Es necesario hablar de la dignidad de toda persona humana y de la urgencia de la solidaridad, frecuentemente ignorada. He aquí nuestro compromiso democrático y solidario que nos dignifica como personas y como pueblo. Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y Joxe Mari Muñoa

El tema de los inmigrantes es uno de esos que no nos deja indiferentes cuando nos topamos con él. Querámoslo o no, nos interesa porque nos afecta al ser portador de un riesgo potencial.

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