Los jefes de Estado y de Gobierno centraron en la inmigración los pocos esfuerzos que les restaron tras el debate griego. Los líderes acudieron a Bruselas dispuestos a decirle a la Comisión Europea que no aceptan imposiciones sobre cuotas de refugiados, sino que ellos pactarán una alternativa con efectos similares. Pero las diferentes realidades migratorias de los Estados indican que no será fácil. Hungría ha soliviantado al club comunitario al negarse a readmitir a los demandantes de asilo que entrasen por su territorio pero lograsen escapar a otro y decidieran pedir protección allí. Las reglas europeas obligan a pedir asilo en el primer lugar de entrada, pero Hungría, el país que oficialmente más extranjeros recibe, alega que no tiene más capacidad.

Con estos precedentes, presidentes y primeros ministros debatieron este jueves aceptar a 40.000 sirios y eritreos llegados a Italia y Grecia para descargar a esos dos países de la presión migratoria que sufren. Hungría presiona para ser incluida como tercer país al que auxiliar, de momento sin éxito, explican fuentes del Consejo Europeo.

Budapest no es la única capital que plantea problemas. El primer ministro británico, David Cameron, se mostró este jueves dispuesto a “trabajar de cerca con Francia” tras las críticas recibidas por el refuerzo de los controles en el canal de la Mancha, para tratar de evitar que los migrantes lleguen a Reino Unido desde Calais (Francia).

Consciente de que aprobar una propuesta voluntaria sobre el papel pero con un cupo fijo de refugiados a los que acoger requerirá más que buena disposición, el presidente del Consejo, Donald Tusk, alertó: “La solidaridad sin sacrificio es pura hipocresía. No necesitamos declaraciones vacías de solidaridad, solo hechos y números”.