INMIGRACIÓN NUEVAS VÍAS CLANDESTINAS

CEAR TEME UNA VUELTA A LA RUTA DE CANARIAS

La Comisión de Ayuda al Refugiado augura un cambio en los flujos por el blindaje de Melilla

El Mundo, OLGA R. SANMARTÍN MADRID PAQUI SÁNCHEZ MELILLA O. R. S. MADRID, 18-06-2015

Con los flujos migratorios ocurre como con los vasos comunicantes: lo que se cierra por un lado sale con más presión por otro. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) alertó ayer de que «Canarias puede volver a convertirse en una ruta» de la inmigración clandestina debido al férreo blindaje de la valla de Melilla.

La verja se ha convertido en un lugar prácticamente infranqueable. Marruecos ha construido una segunda valla totalmente cubierta de concertina, rodeada por un foso lleno de piedras y vidrios rotos, y vigilada por patrullas permanentes. «Las posibilidades de saltarla son cero», explicaba ayer Estrella Galán, secretaria general de Cear.

Las cifras del Ministerio del Interior confirman un pequeño repunte de inmigrantes que intentan entrar en la UE por Canarias. Si en 2013 fueron 196 sin papeles, en 2014 subieron a 296, un 51% más.
¿Y en 2015? Salvamento Marítimo responde que entre enero y mayo rescataron 13 cayucos en los que viajaban 111 personas. En junio llegó otro a Gran Canaria con 27 personas a bordo. Suman 138. Las cifras pueden subir en los próximos meses, porque es en verano donde se concentran más salidas.

La colaboración de las autoridades españolas con Senegal y Mauritania en la vigilancia costera está dando resultados. De hecho, en febrero se evitó que saliera un cayuco con 18 inmigrantes de la zona de Nuadibú. Sin embargo, la relación con Marruecos es más arbitraria, como se demostró el verano pasado, cuando el país vecino permitió la libre circulación de pateras en el Estrecho durante 48 horas.

Buena parte de los cayucos que han zarpado este año rumbo a Canarias ha partido precisamente del país vecino. En concreto, desde Tantán, una ciudad próxima al Sáhara Occidental. Todo apunta a que existe un agujero en ese lugar por donde se burla la vigilancia.

Las cifras son muy pequeñas para hablar de tendencia –sobre todo en relación a los 31.000 inmigrantes que entraron por Canarias en 2006–, pero Galán explica que, por las conversaciones que ha mantenido con otras ONG, los subsaharianos que esperan en Marruecos a cruzar a España «están hablando de intentarlo por Canarias».

Apenas quedan inmigrantes en el monte Gurugú, después de que fueran desalojados por Marruecos el pasado febrero en una de las mayores redadas que se conocen. Tienen que intentarlo por otro lugar. Cada vez más enrevesado, cada vez más peligroso. «Unos están planteándose ir hacia Libia y otros coger las antiguas vías que van a Canarias», señala Galán.
Mientras tanto, y después de un 2014 viviendo una intensa presión migratoria, Melilla vive el periodo de mayor calma de los últimos tiempos. El más reciente salto a la valla se produjo el 1 de mayo, cuando 400 inmigrantes lo intentaron y ninguno lo logró. En la primera mitad del año pasado intentaron saltar casi 12.000 inmigrantes y unos 1.800 lo consiguieron. En estos casi seis meses de 2015, apenas son 3.600 los que han tratado de franquearla y sólo 105 han logrado su propósito.

Algo parecido ocurrió durante la década pasada. En 2006 se reforzó la valla de Melilla con un recrecimiento del perímetro y la instalación de la sirga tridimensional tras el récord de llegadas del año anterior y, a continuación, 31.000 inmigrantes entraron por Canarias. Los vasos comunicantes.

Sarah Khweldi es solicitante de asilo y ex vecina del arbolado barrio de Arturo Soria de Madrid. Esta ciudadana libia pasó los primeros 18 años de su vida en la capital de España. Iba a la escuela iraquí, en la zona de Conde de Orgaz, y se divertía por las tardes como cualquier adolescente española. Su padre era empleado del Aresbank. Nunca les faltó de nada a ella y a sus cuatro hermanos.

Ahora vive en un centro de acogida del mismo norte de Madrid con sus dos hijos, Ahmed y Nur, de 14 y 13 años. Esta viuda llegó a España con ellos el pasado abril, huyendo de la guerra civil, el caos, la anarquía y la situación de extrema inseguridad en la que está sumido Libia, el país desde donde más salen ahora las embarcaciones clandestinas que han convertido el Mediterráneo en un cementerio.
Sarah y sus niños siguieron una ruta mucho más segura: atravesaron la frontera con Túnez en un taxi y de ahí cogieron un avión a Francia con visado de turista, haciendo escala en Madrid. Las autoridades francesas les deportaron alegando que, como habían pisado suelo español, tenían que pedir asilo en nuestro país. Así lo hicieron y desde entonces están siendo atendidas por la ONG jesuita Entreculturas, que el pasado martes puso su caso como ejemplo: el sábado se celebra el Día Mundial del Refugiado y las organizaciones humanitarias insisten en que nos encontramos ante el mayor éxodo de personas desplazadas en busca de asilo desde la Segunda Guerra Mundial.

«Yo fui criada en Madrid y sé lo que es tener una vida estable, ir a un buen colegio y sentirte segura en las calles de la ciudad. Quiero que mis hijos también lo sepan», cuenta Sarah. Durante un mes entero, día tras día, los misiles caían muy cerca de su finca en Trípoli. «El cielo era ceniza y no podíamos respirar. La luz se cortaba varias horas al día. No podíamos sacar agua del pozo porque no había electricidad. No había teléfono, ni internet. No podíamos dormir por el ruido y por el miedo».

Sarah, que ha trabajado en multinacionales como Agip o Peugeot, dice con pesar que «en Libia no se puede vivir». «No hay seguridad, escasean los medicamentos y la comida. No podíamos salir a la calle y tuve que dejar mi trabajo», enumera.

Decidió que se marchaban después de que atracaran al pequeño Ahmed a punta de pistola. Decidió que ya no podía más cuando una milicia islamista paró su coche, les hizo bajar y amenazó con reclutar al niño, tras reprenderle por llevar en el móvil un fondo de pantalla con la fotografía de un rapero vestido con una camiseta con la bandera estadounidense. «Mis hijos me decían: ‘No nos queremos quedar más en Libia, sácanos de aquí’».

La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (Cear) advirtió ayer, en su informe anual, que España sólo recibe el 0,9% de las solicitudes de asilo que llegan a toda la Unión Europea.

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