Editorial
El fracaso global
La crisis humanitaria de los desplazados retrata la egoísta desidia de la comunidad internacional y la incapacidad de las instituciones creadas el siglo pasado con el fin de impedir que un desastre de estas proporciones se repitiera
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 16-06-2015el informe de Amnistía Internacional sobre la situación de los desplazados en el mundo sitúa a la comunidad internacional y a sus instituciones, pero también individualmente a los estados como parte del sistema en que la humanidad ha terminado por organizarse en el supuesto intento de beneficiar a las sociedades que la conforman, ante la imagen de su propia y egoísta desidia cuando no ante el absoluto fracaso de dicha organización. El simple hecho de que por primera vez desde la II Guerra Mundial, el número de desplazados, supere los 50 millones de personas, y que en su mayor parte, se hayan visto forzados a esa situación por conflictos, que aun siendo de ubicación concreta, parecen formar parte de una conflagración más extensa y de carácter global, no solo significa que el mundo no ha avanzado nada en tres cuartos de siglo. También revela que las instituciones, organizaciones y estructuras que se crearon entonces para impedir que el desastre humanitario se repitiera, son impotentes. Por un lado, ante la fortaleza de los intereses geoestratégicos y económicos que se hallan en el origen y financiación de esos conflictos. Por otro, ante el egoísmo intrínseco y creciente de las deshumanizadas sociedades avanzadas, capaces de ignorar el drama diario a sus puertas o, en el mejor de los casos, de limitar sus esfuerzos frente al mismo con políticas economicistas o, peor aún, populistas. Porque no se trata de que un tercio de los refugiados llegados a Europa procedan de Siria, de la guerra de Siria; de que solo este año hayan muerto 1.865 personas al intentar cruzar el Mediterráneo o que el pasado año fueran rescatadas del mar cerca de 170.000 o 26.000 intentaran cruzar, en Asia, la bahía de Bengala en solo los cuatro primeros meses de 2015. Se trata además de los tres millones de refugiados procedentes del África subsahariana que se encuentran repatriados por ese continente, del 86% de esos más de 50 millones de refugiados que viven en países en desarrollo. Porque no se trata de la incapacidad de sus fallidos estados de origen por dotar a la sociedad de los mínimos imprescindibles que eviten el éxodo, ni siquiera de la de los países en tránsito para reorientar o absorber la migración. Se trata de la inopia de los países occidentales, cuyo desarrollo es inane para afrontar, siquiera para paliar, una crisis humanitaria de dimensiones y consecuencias indescifrables.
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