Europa ha declarado la guerra a las mafias que trafican con inmigrantes en el inhumano viaje de costa a costa por aguas del Mediterráneo. Al acuerdo comunitario aún le falta el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU pero la decisión de desmantelar el criminal modelo de negocio de los contrabandistas de personas parece tomada. La misión implica la utilización de efectivos militares, a poder ser en aguas lo más cercanas posible a la costa Libia, que es de donde parten la mayoría de las embarcaciones que sirven para el trasiego de personas. Las cifras que manejan los observatorios que siguen el fenómeno de la inmigración son escandalosas. La agencia de Naciones Unidas para los refugiados calcula que en 2014 murieron en su intento por alcanzar las costas europeas unas 3.800 personas y que fueron más de 200.000 las que intentaron surcar las aguas pese a todos los peligros del viaje. Son cifras que resumen el grado de desesperación que se acumula al sur de Europa y que dan una idea del colosal negocio que manejan criminales sin escrúpulos. ¿Es posible acabar con todo este tinglado? Hace décadas, en Estados Unidos alguien puso en marcha una estrategia no muy distinta para combatir el negocio de la droga con el resultado por todos conocido.