Las 'rajadas' más bestias de los exiliados españoles en Europa
“La migración es una solución que entraña a su vez una parte de problema”, escribió el psiquiatra Joseba Achotegi sobre el síndrome de Ulises. Inevitablemente, el que abandona su entorno personal debe enfrentarse a situaciones estresantes. Así se desahogan los migrantes españoles en las redes y se lamen las llagas de su dignidad zaherida.
Público, , 18-05-2015Decía Jean Cocteau que los espejos deberían reflexionar un poco antes de darnos la imagen que reproducen. Una nueva generación de españoles ha salido al extranjero y ha intentado descubrir su identidad buscando su reflejo en la mirada de los otros, que en este caso son los guiris, una categoría de extranjeros opulentos con los que el español acostumbra a compararse para bien o para mal, por sistema y por defecto. Érase un francés, un inglés, un alemán y más de dos millones de celtíberos expulsados por el sistema, cuya suerte desigual ha provocado reacciones diferentes hacia el país que los acoge.
Algunos, los expatriados integrados, abominan de España con los clásicos clichés de “to-la-vida”: “En Alemania sí que saben”. Dan la talla holgadamente en Extremeños por el mundo y similares y si se dan las circunstancias o lo exige la ocasión, son más suecos que Ingmar Bergman o más ingleses que el roastbeef y el té a las cinco.
Luego está la secta apocalíptica, formada esencialmente por aquellos para los que emigrar ha sido un fiasco del que no han logrado reponerse. Las “rajadas” de estos últimos harían ruborizar a Iceberg Slim o Charles Bukowsky. Aunque contienen trazas de verdad, suelen mezclar el pacato chovinismo de los viejos chistes de Jaimito con la injuria pura y dura o, en el mejor de los casos, el oscuro prejuicio.
“Lo que pasa afirma el profesor Joseba Achotegi es que el inmigrante siente a la vez amor hacia su país de origen, pero también rabia, porque fue una mala madre que no le dio todo lo que necesitaba”. Y lo mismo sucede con la tierra de acogida: siente cariño de una parte, pero por otra experimenta resquemor, cuando no odio, “debido al esfuerzo que le exige el proceso de adaptación”.
No es un mal español, sino una conducta típicamente humana que también puede detectarse con frecuencia en los guetos de británicos y alemanes que viven en las costas españolas. Los europeos se intercambian como cromos chistes socarrones y prejuicios sobre estos “alborotadores españoles” entre quienes a menudo viven, juntos pero no revueltos.
“No es aceptable, eso es verdad, reducir a los otros a un puñado de estereotipos negativos”, asegura la sicoterapeuta Luisa Encinas. “Se vengan los agravios con agravios y se intenta aplacar la frustración con soflamas incendiarias sobre lo perversos que son nuestros vecinos. Aun así es innegable que la migración produce estrés y expresar tu desacuerdo o desagrado en Internet es a menudo el último recurso, el recurso al pataleo”.
O si se quiere de otra forma, los foros de expatriados españoles se hayan llenado de imprecaciones durante los últimos seis años porque “despotricar” tiene un “no-sé-qué” de terapéutico y de vengar la afrenta, a la que muy frecuentemente, los migrantes se han visto sometidos. ¡Santiago y cierra España! “Es penoso rajar, pero relaja”, asegura María B., una enfermera riojana emigrada a la ciudad de Hamburgo. “A mí me jode a muerte que me digan los teutones que en Alemania se trabaja porque están dando por hecho que en España me tocaba el coño, así que sí, también yo he despotricado por los foros”.
Las rajadas, a menudo, son casus belli. Por muchos menos que esto se han declarado guerras. “Los belgas son unos rácanos miserables; las almorranas de Europa, pero si algún belga lee esto, que se lo tome como una crítica constructiva”, decía en 2009 Viajero en el foro de Expatriados. La, digamos, “observación” del español era exactamente igual de constructiva que la invasión alemana de Polonia o Gengis Kan en Indochina. Claro que la cosa no quedaba ahí. “Bruselas es una ciudad que da pena. Totalmente abandonada. Y luego los españoles nos creemos que el norte está más desarrollado […]. Cada vez estoy más harto de esta miseria de país”, añadía al modo de un SOS: “O me echan o me voy”. “Como en España, no se come en ningún sitio”, que diría Carmen Franco.
(Puede haber caducado)