Europa, ante sus peores pesadillas
Ezequiel Szafir alerta sobre el fracaso de la convivencia en su distópica 'París 2041'. «Confundir tolerar con aceptar hace imposible la integración real de las minorías», dice el escritor y ejecutivo de Amazon
Las Provincias, , 06-05-2015Miles de drones zumban sobre el cielo del París. Son los ojos del dictatorial Gran Hermano que vigila una Francia bajo gobierno militar. La Europa unida se han hecho añicos y su moneda es historia. Triunfa la ultraderecha. La multiculturalidad, llave de una convivencia integradora, ha fracasado y un gigantesco gueto encierra a los musulmanes en el corazón de la ciudad de la luz. Ezequiel Szafir (Quilmes, Argentina, 1971), escritor y vicepresidente de Amazon Europa, confronta al viejo continente con sus peores fantasmas en ‘París 2041’ (Ediciones B), una novela distópica que se pregunta qué aprendimos del pasado y cuál es precio de nuestra incapacidad para integrar a las minorías.
«Si puedo escribir la historia de 2041 basándome en la de 1941, estamos jodidos. Si cuando la lea me chirría, estamos mejor», explica Szafir sobre el germen de su ficción futurista en un paseo por las calles del literario distrito XVIII de París en la que transcurre. Es su segunda novela y refleja «los miedos que nos atenazan hoy y la fragilidad del ser humano frente al autoritarismo».
Dibuja una Europa rota y dividida en la que emerge de nuevo el fascismo y una Francia sometida en la que tres amigos de la nueva Resistencia luchan contra un régimen totalitario que reedita el pasado nazi y descubren el poder del amor por encima de la diferencia.
A caballo entre la ficción, el ensayo político y la denuncia social, Szafir traba una fábula inquietamente profética. En la cuna de las libertades y la igualdad se enquistan el odio y el miedo al diferente. El discurso racista se valida en la calle y en las urnas. La ultraderecha toma el poder político y somete al mediático. Se recluye en la eufemística Zona Libre a la minoría musulmana y aparece el fantasma de un nuevo Holocausto. ¿Sería repetible? «Es un error en la historia, sí, pero se podría repetir con otra dimensión. En los Balcanes, en el corazón de Europa, vimos el mismo horror a menor escala», recuerda. «Es un novela sin violencia, pero de una violencia infinita», reconoce Szafir, que retoma en el siglo XXI la cronología de horror del siglo XX. «En 2035 se promulgan leyes raciales contra los musulmanes, como se hizo contra los judíos. Del 35 al 39 se cosifica, estigmatiza y separa al otro, objeto del odio. El 10 de noviembre del 38, se repite la noche de los cristales rotos con la destrucción de la mezquita».
«Hago el discurso de Goebbels y digo que para defender al musulmán, como él al judío, hay que meterlo en un gueto. La facilidad con la que la gente lo compra es pasmoso. Solo cuatro tipos de izquierdas defenderán a los musulmanes con palos y acaban presos».
Su aterradora Europa soporta «la tentación del péndulo del fascismo y el voto del miedo que alimenta un victorioso Le Pen, que se pone un mono naranja para aterrorizar más a los islámicos y no pasa nada». «El ciudadano de a pie quiere más mano dura. Le parece blandengue el gobierno y ahí llega el militar». «Para que pase algo así Europa tiene que estar dormida y quedarse dormida para siempre, aunque sabe que ya le ha pasado», dice Szafir.
«En los negocios estrategia no es lo que dices que harás, es lo que haces. Juzgo lo que veo, y es que la multiculturalidad es una realidad para una mayoría en Europa, y es a la que quiero despertar», plantea un Szafir optimista que, al contrario del Houellebecq de ‘Sumisión’, hall «salidas». Celebra «el arrojo de quienes dicen que hay que vivir juntos. Como este bar dice ante un anagrama con la media luna, la cruz y la estrella de David, que demuestra que su ética es superior». Lamenta «que se confunda tolerar con aceptar». «Como dice una campaña argentina, no queremos tolerar a los travestis y los homosexuales, hay que aceptarlos. Pero Europa confundió tolerar con aceptar, y eso genera una dinámica con errores y culpa por ambos lados que hace imposible la integración». «El problema de los franceses es social, no religioso», plantea. «La visión utilitaria del inmigrante que entra a hacer el trabajo sucio no es integradora. En Francia la juventud musulmana se lanza a quemar coches. Eso no pasa en Inglaterra o España. Algo han hecho mal los franceses que no se hace en Europa. El inmigrante está resentido», reconoce en una calle del distrito XVIII, un barrio siempre obrero y hoy musulmán, escenario de novelas de Zola y Víctor Hugo.
«Confundir identidad con nacionalidad es otra cagada. Yo, por ejemplo, jamás podría ser europeo. Seré siempre un judío de apellido raro», dice esta argentino con pasaporte holandés, formado en Buenos Aires y Massachusetts y con hijos españoles. Su novela es un canto al multiculturalismo que apuesta por la vuelta a las raíces democráticas.
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