Tribuna abierta

Tragedia en el Mediterráneo

Deia, Por Javier Urroz , 05-05-2015

eN la noche del sábado al domingo del 19/04/2015 un mercante portugués avistó el hundimiento de un barco a unas 60 millas náuticas de la costa de Libia, consiguiendo salvar a 28 personas, que relataron que, junto a ellas, viajaban 700 más. En las costas libias, arrastrados por el oleaje, aparecieron varios emigrantes ahogados. La portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Carlotta Sami, en declaraciones a la emisora RaiNews24 calificó el naufragio como “una de las mayores tragedias sucedidas en el mar Mediterráneo”.

Según registros de la UE, unos 170.000 inmigrantes ingresaron el año pasado en el territorio de la Unión Europea a través de Italia después de cruzar el mar Mediterráneo, de los que la mayoría salió de Libia, estimándose que murieron más de 3.000 personas. Un éxodo que sigue en aumento, habiéndose registrado durante los primeros dos meses de este año un incremento del 43% de llegadas de inmigrantes a los países de la UE respecto al mismo período del 2014. Por otra parte, desde el año 2011, las tragedias de naufragios en el mar Mediterráneo se suceden ininterrumpidamente.

Las precarias condiciones en las que se realiza la migración a través del Mediterráneo desde la ribera sur y oriental hacia las costas de la UE, revela que la misma es fruto de la desesperación en la que viven cientos de miles de personas en los países árabes. La emigración se ha convertido en una huida de la guerra, las persecuciones religiosas, y el drama económico como consecuencia de la ausencia de paz. Una situación que se ha venido agravando sobre todo por la inestabilidad política principalmente en Siria y Libia, desde donde se registran el mayor número de partidas.

De esta tragedia, los políticos de la UE ignoran sus responsabilidades, como si la misma fuese consecuencia de un fatal destino, cuando quien sumió a Libia en el caos político fue la UE y su brazo armado la OTAN. Tras la aprobación de la resolución 1973 por el CSNU sobre la limitación del espacio aéreo de Libia, las potencias europeas y EE.UU. la instrumentalizaron para propiciar un cambio de régimen político en Libia favorable a sus intereses, pero el resultado fue la devastación de un país que llegó a ostentar la puntuación más alta en Índice de Desarrollo Humano de los países de África en 2010. En su propaganda los medios de comunicación europeos y estadounidenses, justificaron su intervención en que la misma traería “la libertad” a Libia y con ella la prosperidad económica, pero lejos de ser así Libia se ha sumido en un caos político y una guerra civil en la que los grupos yihadistas están tomando un creciente protagonismo. Si embargo, los responsables de la UE, a pesar de clamar por la tragedia de la migración que llena de cadáveres el mar Mediterráneo, no parecen sentirse culpables por su desastrosa intervención en Libia.

En el caso de Siria, los políticos europeos y los grandes medios de comunicación occidentales llevan años apostando por la guerra a través de apoyar a los denominados eufemísticamente “rebeldes luchadores por la libertad”, cuando la realidad ya ha demostrado sobradamente que no existe línea de separación entre los considerados “rebeldes” y el terrorismo.

Ni en Libia se apostó por la vía de la negociación entre el gobierno y la oposición, ni en Siria tampoco se sigue apostando por la misma, para EE.UU., Arabia Saudí e Israel, cuando no es posible cambiar los gobiernos que se oponen a su hegemonía lo que procede es la devastación de esos países, sin calcular ni responsabilizarse de que la misma alienta el desarrollo de organizaciones yihadistas, como ha sucedido con el Estado Islámico.

Los dirigentes políticos de la UE no solo callan su responsabilidad sino que también ocultan su falta de independencia ante los dictados de EE.UU. e Israel, lo que les ha llevado a apoyar una política de desestabilización en el norte de África y el Próximo y Medio Oriente contraria a los intereses de la UE y que ha convertido su frontera sur en una región en la que cientos de miles de desesperados se debaten entre lanzarse a la aventura migratoria, en algunos casos apuntarse a la yihad o seguir viviendo bajo el desastre de sus países de origen.

Los que decidieron emigrar, tampoco tendrán la esperanza de la reparación de los daños causados por la guerra, porque Occidente no se hace responsable a posteriori de las guerras que inicia o fomenta sino que, por el contrario, cuando pisen suelo europeo seguirán siendo perseguidos.

Y a la población, ante tanta injusticia, tanto crimen, nos queda el rechazo, la repulsa, del hacer de los poderosos.

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