Desde la Avenida de Tolosa

La mancha negra

Diario de noticias de Gipuzkoa, Por Adolfo Roldán, 25-04-2015

L os veintidós estados miembros de la UE se han dado prisa en reunirse en Bruselas y tomar una decisión enérgica y conjunta. Se triplicará el dinero, la vigilancia, los acuerdos, los arrestos, las expulsiones, pero hay que impedir que el Mediterráneo, día tras día, se llene de machas negras que contaminan las playas españolas, italianas y griegas, provocando la fuga del turismo, y el escándalo de la ciudadanía europea. Naturalmente, no me refiero a los Prestige de turno, ni a los vertidos de gasoil o petróleo, sino a un hecho todavía más cruel, inhumano, y terrible, como es el hundimiento repetido de las pateras, y la muerte de miles de inmigrantes cuyos cuerpos se transforman en una marea negra que debiera avergonzarnos a todos.

Los medios de comunicación hemos dado esta semana la voz de alarma al confirmar la muerte de 850 personas, cuando volcó un viejo pesquero en el que viajaban y que había salido solo unas horas antes de Libia o de Egipto. Imagino la cara de horror de los niños y la desesperación de sus madres, al comprobar que el barco zozobraba en medio de la avalancha. Imagino a cientos de personas llegadas de las tierras de la pobreza, en el vientre de África, que jamás habían visto el mar. No sabían nadar, levantaban los brazos para cogerse al cielo, pero como en los momentos de desgracia Dios queda tan lejos, sus dedos se convirtieron en cadenas y candados que condenaron a todos. Luego llegó el silencio, por encima de la gran mancha negra. Algunos cuerpos se recuperaron en las costas próximas de Lampedusa y Libia. Solo 28 supervivientes. Los únicos que mantienen la vida, posiblemente para volver a intentarlo de nuevo. Temen más al hambre que a la muerte.

El viernes, los veintidós países se reunieron en Bruselas, pero no hablaron de piedad, de amor, de ayuda, de solidaridad, de convivencia, de repartir el trabajo, y el capital. Su dolor duró un minuto, o cinco (no lo recuerdo), luego tomaron decisiones para que noticias como esas no vuelvan a ocurrir. Hundirán los barcos de la miseria, acusarán de la desgracia a los contrabandistas (que los hay), y a los países más miserables y a sus autoridades. Mientras en Libia, otro millón de inmigrantes esperan una oportunidad para vivir como personas. Europa volverá a mirar a otro lado hasta la próxima tragedia.

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