Las jerarquías de la muerte

Deia, Por Nicolás Dorronsoro, 24-04-2015

eL asesinato de 147 estudiantes en Kenia ha vuelto a evidenciar el tratamiento desigual que los medios de comunicación otorgan a las víctimas en función de su origen. África vuelve a su habitual invisibilidad en los medios. Sin embargo, hoy sabemos mucho de los fallecidos en la catástrofe de Germanwings en los Alpes y no sabemos nada de cómo eran las personas que acaban de asesinar en Garissa. Este trato tan desigual nos da que pensar.

¿Por qué no tratamos Garissa como Germanwings? 150 muertos en Kenia importan menos en Europa que 13 en París. Esta visión del problema me resulta similar a la que hace un ministro de Economía cuando impone recortes draconianos. Al afirmar que la información se guía por redes de poder afirmamos que no somos responsables de este problema. Es un problema que no tiene sujeto, como las crisis económicas o la meteorología. No hay sujeto, ergo… no hay responsable.

Se afirma que la proximidad y la calidad de la información determinan el eco de la noticia. Sin embargo, el número de muertos en el Estrecho refuta el argumento de la proximidad física. ¿Sabía usted que 22.394 inmigrantes han muerto intentando llegar a Europa desde el año 2000? Lo dice un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo. Es el equivalente a 149 aviones estrellados en el Mediterráneo desde 2000. Prácticamente un avión cada mes.

La consideración de las víctimas como culturalmente ajenas determina la relevancia que les damos. Para que esto cambie, para que haya vinculación, es necesaria la empatía, y no hay empatía posible sin conocimiento del otro. Aquí es donde entra la necesidad de un periodismo de calidad.

Si los medios dispusieran de un buen corresponsal sobre el terreno cubriendo esta catástrofe, nuestra percepción de Garissa cambiaría. Por la capacidad que tiene un buen corresponsal de trascender lo cultural y ahondar en lo humano, en lo que nos es común a todos. Hemos visto perfiles de los pasajeros de Germanwings y podríamos identificarnos de la misma manera con los estudiantes de Garissa. Pero para ello necesitamos crónicas que nos entreabren la puerta para que pasemos del no somos nosotros al somos nosotros. Por eso, no contar con un relato desde Garissa hace de la nuestra una sociedad peor.

También creo que un medio de comunicación que no comprende la gravedad de lo ocurrido en Garissa incurre en un grave error deontológico. Más allá de las dioptrías morales, la cuestión de principio es si cada vida humana vale lo mismo o no. Al cubrir estos conflictos de manera distinta, los medios vulneran cada día el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las víctimas de Garissa tienen la misma dignidad, pero el tratamiento – el no – tratamiento – que hacemos de su tragedia es insultante e indigno. Por mucho que la realidad imponga a la empresa informativa que su objetivo sea la maximización de un beneficio económico, un periódico debería ser algo más que eso.

La noticia continúa en Garissa, pero algunos medios nos informan de lo que ocurre en Kenia… desde Burkina Faso. Es como contar lo que ocurre en Madrid desde Teherán. Como lectores, merecemos algo mejor. Mientras tanto, si cree que va a ’olvidar este nombre cuando termine este texto, repita conmigo: Garissa. Garissa. Garissa.

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