Inmigrantes, desplazados y refugiados

La mayoría de los que embarcan en Libia hacia Lampedusa huyen de la guerra

El Mundo, ROSA MENESES, ALBERTO ROJAS, LAURA J. VAROMadrid / Mlita (Libia), 21-04-2015

Issouf Sanfo, futbolista del Union Sportive de Ouagadougou, en Burkina Faso, es un inmigrante en potencia. Lo es porque puede elegir entre quedarse en su país, ganando con 70 euros al mes, o buscar una vida mejor en Europa. Para ello, cuenta que pagará 6.000 euros a las mafias y hará lo que los africanos llaman ‘el gran viaje’, aunque no sabe que esa travesía puede acabar en las concertinas de Melilla, las cárceles libias o el cementerio de Lampedusa.

Aboka es un niño de la calle en Mogadiscio (Somalia) y ya es un desplazado interno. Se quedó huérfano y huyó con 12 años desde su aldea hasta la capital para buscar los restos de su clan, desparramados por las ruinas de la ciudad. “No voy a la escuela porque no hay escuela adonde ir”, dice. Si no consigue encontrarlos, y ya lleva dos años buscando, piensa viajar a Europa. “Aquí no tenemos nada. Pueden matarnos a diario por culpa de la guerra. En cuanto pueda, me iré de aquí”. Aboka nunca será un inmigrante, sino un refugiado. Es decir, una persona obligada a dejar su país.

Mahmud Al Ali, su esposa Hakima Diab y sus cuatro hijos huyeron hace tres años de la guerra en Siria. Sin poder tomar otra decisión que dejar atrás su casa y sus vidas, se convirtieron en refugiados. Malviven en un asentamiento informal de Zahle (Líbano) entre cuatro tablas recubiertas de plástico y sin apenas recursos más allá de lo poco que reciben de la ayuda humanitaria. En el Líbano, Mahmud no tiene permiso de trabajo y sus hijos apenas pueden ir al colegio. Hakima va a traer al mundo a su quinto hijo, que Nacerá en el exilio. Sueñan con una vida mejor, en la que sus pequeños tengan un futuro, por la vía legal. “Queremos emigrar y hemos hablado con ACNUR para que nos reinstalen en Alemania”.

Pero Europa apenas acoge al 2% de los refugiados sirios que se han visto forzados a salir del país por la violencia. Las agencias de la ONU y las organizaciones humanitarias internacionales han pedido a Europa que aumente hasta el 5% el número de sirios en acogida (unas 180.000 personas). España ha ofrecido 130 plazas de reasentamiento para refugiados sirios, pero hasta ahora, según Amnistía Internacional, no ha concretado ninguna. Frente a esta escasa solidaridad, los países vecinos, mucho menos desarrollados, acogen al 97% de los refugiados sirios con los pocos recursos económicos que tienen y a costa de su estabilidad política.

Los embarcados en Libia, procedentes de Siria, Eritrea o Somalia huyen de conflictos sangrientos. Según la ley internacional, la Unión Europea, firmante del Protocolo de 1967, tiene que conceder asilo humanitario y no puede ni debe devolver por la fuerza a un refugiado a su país de origen por el peligro que corre. Pero en lugar de eso, muchos de ellos son devueltos y encerrados en cárceles libias.

Masud Saalem, jefe del Departamento de Inmigración Ilegal del gobierno de Trípoli, afirma: “A los procedentes de países estables los mandamos de vuelta; a los de los países ‘calientes’, eligen si se quedan a trabajar en Libia si traen una carta de su embajada y una solicitud de trabajo”. Como un Estado fallido no emite visados ni permisos, los solicitantes acaban encerrados en prisiones como las de Misrata.

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