el juicio empieza el viernes

El falso Shaolín admite que cometió los dos asesinatos aunque se niega a reconocer ensañamiento

El abogado de Otuya destaca que Aguilar retuvo a la joven 12 horas en  las que la golpeó "salvajemente" y le ató del cuello con bridas

Deia, EFE, 15-04-2015

Juan Carlos Aguilar, ‘el falso maestro Shaolín’, reconoce que  cometió
en 2013 los asesinatos de Maureen Ada Otuya y Jenny Sofía  Rebollo,
aunque se niega a admitir el ensañamiento en el caso del  crimen de la
primera de ellas, según han informado fuentes jurídicas.

BILBAO. La abogada del acusado ha presentado un escrito en la Audiencia  Provincial de Bizkaia, donde comenzará el juicio el próximo viernes  tras la elección del jurado popular, en el que Aguilar admite que  cometió los crímenes. No obstante, rechaza que hubiera ensañamiento,  lo que podría evitarle, finalmente, en caso de condenársele, que  pudiera cumplir una pena máxima de 30 años, ya que se quedarían en 25  si no se tiene en cuenta esta agravante.


El primer día de la vista oral está prevista la declaración del  ‘falso maestro Shaolín’ que, en principio, iba a prolongarse durante  tres semanas. En caso de que, en su testimonio, mantenga la confesión  de los asesinatos, el juicio se podría reducir a alrededor de una  semana.


Juan Carlos Aguilar será trasladado desde la prisión de Dueñas de  Palencia a la cárcel de Zaballa para sentarse en el  banquillo de los acusados y enfrentarse a las peticiones de entre 40  y 45 años de prisión e indemnizaciones superiores a 250.00 euros por  parte de la Fiscalía y las acusaciones particulares y populares.


Aguilar fue detenido por la Ertzaintza el 2 de junio de 2013 en  Bilbao tras haber golpeado “salvajemente” en el gimnasio de su  propiedad a Maureen Ada Otuya, de nacionalidad nigeriana, que ingresó  en estado de coma en el Hospital de Basurto, donde falleció tres días  más tarde.


Durante el registro del gimnasio y el domicilio en el que residía  en la calle Iturriza, la Policía vasca encontró el cadáver  descuartizado de otra mujer, Jenny Sofía Rebollo, natural de  Colombia.


“PRÁCTICAS DE DOMINACIÓN”


En sus escritos de acusación, se señala que el acusado “disfrutaba  manteniendo prácticas sexuales de dominación con mujeres sometidas a  él e indefensas, incluso desmayadas o privadas del sentido”, en  referencia a las fotografías que se localizaron en las que aparecían  mujeres narcotizadas con las que tenía relaciones. Entre ellas,  aparecieron imágenes de Rebollo.


En concreto, el abogado de la familia de Mauren Ada Otuya señala,  en su petición de condena que el procesado “golpeaba” a las víctimas “hasta darles muerte”, y  recogía “dichas prácticas en soporte fotográfico para su posterior  disfrute”.


Por ello, cree que “fantaseó, planeó y ejecutó” el crimen de la  joven nigeriana, de forma que en la madrugada del 2 de junio, en  torno a las 4.15 horas, “con el ánimo premeditado de saciar sus  instintos asesinos, salió con su vehículo a buscar una víctima”.


De esta forma, según apunta el letrado, Juan Carlos Aguilar  encontró a Maureen Ada Otuya, “mujer de raza negra que aparentemente  ejercía la prostitución” en la zona de alterne cercana al gimnasio  del procesado. Bajo el pretexto de contratar sus servicios sexuales,  la convenció para que subiera a su vehículo e ir al local sito en la  calle Máximo Agirre, donde entraron a las 6.10 horas.


El escrito indica que, “una vez en el interior y abusando de su  superioridad física y su profundo conocimiento de las artes  marciales”, redujo a la víctima y la retuvo contra su voluntad  durante varias horas “para poder golpearla salvajemente y a su  antojo” en la cabeza y el abdomen.


Para ello, destaca que la maniató, la inmovilizó y la amordazó con  bridas, cordel y otros elementos, para “provocarle la muerte de  manera dolorosa y angustiosa”. Además, apunta que el acusado mantuvo  relaciones sexuales con la joven, aunque no se ha podido determinar  “con exactitud” si fueron previas o coetáneas a la agresión.


Asimismo, explica que, poco después de las 15.00 horas del 2 de  junio, la víctima consiguió zafarse del agresor aprovechando un  descuido de éste y se dirigió, salvando un desnivel de más de 20  escaleras, a la puerta del gimnasio que estaba cerrada. Aunque no  pudo salir, la víctima logró pedir “dramáticamemte socorro a través  de las rejas del gimnasio”.


Entonces, Aguilar “la agarró por detrás de manera violenta y  volvió a someterla”, llevándola al cubículo donde la tenía retenida y  en el que la había golpeado “durante horas”.


Una vecina oyó a la joven y llamó a la Ertzaintza, que se trasladó  al lugar y tiró la puerta del gimnasio abajo. En el interior del  establecimiento, “en un cuarto semioculto de difícil acceso”, los  agentes localizaron a la víctima y al acusado, que estaba con el  torso desnudo, las manos ensangrentadas y arañazos en el pecho.


SEMIOCULTA ENTRE COLCHONES” Al entrar la Policía vasca, el ‘falso monje Shaolín’ arremetió  “violentamente” contra uno de los agentes, pero finalmente fue  reducido. Por su parte, Maureen Ada Otuya  se encontraba en el suelo,  “semioculta por unos colchones y tapada por una tela”, con las  prendas de vestir desgarradas.


“Estaba ensangrentada e inconsciente, con las manos y pies atados  con bridas y dos vueltas de cinta americana apretándole el cuello.  Debajo de la cinta tenía un cordel enrollado cinco veces alrededor  del cuello y una brida aprentándole”, destaca el abogado de la  víctima. La joven ingresó en el hospital en estado de coma y falleció  el 5 de junio sin haber recuperado la conciencia.


El letrado subraya de Juan Carlos Aguilar “escogió” a la víctima  “con cuidado” al ser “una mujer vulnerable, en situación de exclusión  social, con escasa red de apoyo social en Bilbao, inmigrante de un  estrato socioeconómico muy bajo, que no iba a ser echada de menos por  nadie”, es decir, “una mujer a la que consideraba una presa fácil”.


En este sentido, cree que el crimen “ha sido cometido de manera  calculada, premeditada y con la intención de saciar unos instintos  sexuales y asesinos que únicamente satisfacían mediante el  aseguramiento del éxito de sus propósitos, haciendo uso de su  abrumadora superioridad física sobre las víctimas, gracias a su  condición de experto en artes marciales, lo que hizo prácticamente  imposible que las víctimas pudieran defenderse”.


Además, afirma que, en el caso de Otuya, Aguilar “aumentó  deliberada e inhumanamente el dolor de la víctima, al prolongarse la  agresión durante casi 12 horas”, en las que ésta estuvo “indefensa,  inmovilizada, con una brida, dos vueltas de cinta americana y cinco  de cordel de embalar, que la mantenían en una situación de  semiasfixia, pero consciente, como demuestra la presencia de ánimo  que requiere el intento de escaparse por su parte”. Por ello, reclama  25 años de cárcel por asesinato con ensañamiento y alevosía.


CRIMEN DE JENNY REBOLLO El crimen de Jenny Rebollo ha sido más difícil de investigar, ya  que se localizó su cadáver descuartizado a partir de la detención. Los restos se encontraron en el gimnasio y el  domicilio del acusado.


En su escrito de acusación, el Fiscal señala que, sobre las 3.20  horas del 25 de mayo de 2013, Juan Carlos Aguilar se encontraba en el  interior de su vehículo, un Mitsubishi, en la calle General Concha,  cuando apareció Jenny Rebollo, que iba acompañada de un hombre que la  estaba importunando.


Como esta conocía al ‘falso monje Shaolín’, accedió a subirse al  vehículo, y ambos se dirigieron al gimnasio que éste regentaba. Una  vez en el local, el procesado, que había maniatado a la mujer, la  agredió hasta ocasionarle la muerte, sin que se haya determinado la  causa del fallecimiento porque los días siguientes el acusado  descuartizó el cadáver para deshacerse de él.


La acusación mantiene que el procesado actuó “de manera súbita,  imprevista e inesperada, sin dar posibilidad alguna de defensa o de  huida”, y con el ánimo de acabar con la vida de la víctima.

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