Gitanos que rompen moldes y clichés
Cinco riojanos cuentan su experiencia vital en el Día Internacional del Pueblo Gitano
El Correo, , 08-04-2015El ser humano gusta de poner etiquetas y a veces éstas pueden ser injustas. Así se sienten las personas de etnia gitana a quienes se les considera peyorativamente por la herencia de una parte de su colectivo envuelta en cuestiones ‘oscuras’. Sin embargo, no todos son iguales: eso reclaman los que tienen una vida normalizada, con sus trabajos o sus estudios.
Hoy, Día Internacional del Pueblo Gitano, repasamos historias de quienes en cierta manera han roto moldes, no se dedican a la clásica venta ambulante ni son feriantes, se han integrado en sus localidades o incluso están a punto de terminar estudios superiores.
Un camino que se espera sigan poco a poco la mayoría de gitanos que pueblan tierras riojanas. «Se va evolucionando, pero la velocidad de cambio es muy lenta; nosotros seguimos en bici. La única forma de cambiar es la educación», asegura Enrique Jiménez Gabarri, presidente de la Asociación de Promoción Gitana.
Santiago Jiménez Gabarri. Conductor de Urbaser
«He sido socorrista, voluntario en Cruz Roja…»
Santiago Jiménez Gabarri, de 54 años, lleva los diez últimos años trabajando para Urbaser. Este logroñés afincado en Villamediana se define como muy religioso una de las características del pueblo gitano, su fe evangelista, y en su caso con espíritu de ayuda al prójimo. «Me gusta hacer cosas por los demás. He sido socorrista, voluntario en Cruz Roja…», explica. Se siente muy gitano, pero «siempre he estado con los ‘paisanos’», como denomina a los no gitanos.
Para él la educación también es el camino para el avance de su pueblo y se muestra crítico sobre la imagen que se tiene de ellos. «Que digan con nombre y apellidos quién se porta mal, porque luego nos afecta al resto. A veces sentimos que dan más a los extranjeros y no a los gitanos y somos uno más: riojanos, españoles», a la vez que aplaude el sentimiento de familia que tiene la raza gitana.
Remedios Jiménez Gabarri. Empleada en Bodegas Campo Viejo
«Lloré cuando se me sacaron de la escuela con 12 años»
Pocos la conocen como Remedios, para la mayoría es Crucita. Y, una vez conocida, es difícil olvidarla por su energía y carácter. Esta mujer de 54 años soñaba con ser ‘bailaora’, un sueño que espera que consiga su hijo David Hurtado. «Lloré cuando me sacaron de la escuela con 12 años para cuidar a mis hermanos, quería estudiar», cuenta. Aun así supo buscarse su futuro y es de las pocas mujeres gitanas sobre todo de su generación que trabajan fuera del hogar. «La mujer siempre está por detrás, pero ha evolucionado mucho más que el hombre. Ahora trata de entrar en el mundo laboral. Es importante que la sociedad confíe en ellas».
En su caso trabaja a través de Limpiezas La Rioja para Bodegas Campo Viejo, donde suma más de diez años de trayectoria. «Empecé limpiando y ahora hago lo que se necesite: preparar una cata, etc.». Admite que nunca ha sido rechazada en un trabajo por su etnia gitana, de la que alardea. «Soy muy gitana». Casada con un payo, quien se ha integrado en su cultura, Crucita asegura: «Me he adapto a la gente con quien estoy y a comportarme según la situación».
Natalio Gabarri Gabarri. Agricultor para Marqués de Riscal
«Me encanta leer, sobre todo novelas del Oeste»
«Lo importante es tener formalidad». Así resume Natalio Gabarri Gabarri, de 55 años, lo que le ha llevado a él a tener trabajos de larga duración. «Estuve 19 años en una fábrica de patatas y ahora llevo otros 19 como agricultor para Marqués de Riscal», explica. Contento con sus tareas en el campo, Natalio es inquieto: se sacó el Graduado Escolar en la mili y le encanta leer, «sobre todo las novelas del Oeste». En su casa su padre le inculcó ese afán por la lectura.
Pero si algo añora es tener más estudios. «Cualquier carrera sería interesante, pero quizás me inclinaría por abogado, que tienen mucho trabajo», reconoce. De hecho, él ha tratado de inculcar eso a sus cinco hijos y una de ellas está a punto de terminar Educación Infantil y otro hijo estudia en la Escuela de Hostelería calceatense.
Después de toda su vida en Santo Domingo de La Calzada, Natalio asegura que no ha tenido problemas por su etnia, pero sí le molesta que metan a todos los gitanos en el mismo lote. «Me gustaría que a cada cual lo traten como es, que no se piensen que si uno hace malas cosas los demás también. Estamos buenos, malos y regulares, como en todo».
Natalia Gabarri Armador. Estudiante de Educación Infantil
«Me miran raro porque sigo sin casarme y estudiando»
Natalia Gabarri, de Santo Domingo e hija de Natalio, representa la apertura. Esta joven de 22 años se encuentra en la recta final del Grado de Educación Infantil, que cursa en la Universidad de La Rioja. Toda una proeza dentro del colectivo gitano: tanto por alcanzar los estudios superiores, como por hacerlo una mujer, algo inusual dado los roles que tiene en su cultura gitana. «Ha sido un poco difícil por el salir de casa… Además, si hubiese tenido un modelo a seguir habría sido más fácil», reconoce. Y es que ella es la primera gitana riojana en cursar una carrera (según indican desde la Asociación). «No tengo ninguna queja de la universidad y en el grupo de amigas me siento una más; éstas sí que me preguntan con curiosidad sobre la cultura gitana, pero me respetan», señala.
Dentro del colectivo gitano despierta sorpresa y admiración. «Me miran un poco raro, porque sigo sin casarme, sin hijos y estudiando. Pero también noto el cariño y su orgullo por mí. Aunque esas expectativas son responsabilidad y espero mantenerlas», concluye.
Cristian Jiménez Fernández. Estudiante de Ingeniería Informática
«Dejé de estudiar a los 16 años y volví 10 años después»
De padre gitano y madre paya, Cristian Jiménez Fernández representa un caso especial. «No me considero ni gitano ni payo», indica. Este joven de 32 años está a falta del proyecto para ser ingeniero en Informática por las tres especialidades que se pueden cursar en la Universidad de La Rioja. «Por circunstancias dejé de estudiar a los 16 años y volví diez años después a través del Plus Ultra». Desde entonces no ha parado: el acceso a la universidad para mayores de 25 años, la carrera con brillantes resultados… y todo trabajando en el bar familiar.
Respecto a la cultura gitana, que conoce por su rama paterna, donde tiene 60 primos, reconoce que «no todos son como se piensa, lo que pasa es que los que más llaman la atención son los negativos». En el aspecto positivo destaca que «tienen un concepto de familia, de ayudarse, que admiro; también da pena que hayan perdido el idioma». Por el contrario, «el machismo está instituido, aunque muchas veces es más de las propias mujeres; se mezcla cultura y religión; se cree que si dejan ciertas ‘prácticas’ van a dejar de ser gitanos, pero no tiene porqué ser así…»
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