¿Dónde está Fátima?

Despropósitos judiciales y policiales ponen en peligro de muerte a una joven marroquí que destapó una mafia de narcotraficantes

El Mundo, IKER RIOJA ANDUEZA VITORIA, 22-03-2015

Fátima (por seguridad es un nombre
ficticio) es una joven marroquí
de 21 años, quizás ahora haya cumplido
ya los 22 En algún momento
hasta el año pasado residió en el
País Vasco. Para su desdicha, era
un juguete en manos de una mafia
de narcotraficantes, que la obligaban
a vender droga en locales inmundos.
También la violaban repetidamente
en el piso de Vitoria que
utilizaban como cuartel general,
siempre con la música alta para
que nadie escuchara sus gritos desgarradores.
Amenazada de muerte
tras tener los arrestos para denunciar
su caso, nadie conoce ahora el
paradero de la chica, doble víctima
de sus captores y de un cúmulo de
despropósitos judiciales y policiales
que acabaron con la joven desplomada
y medio muerta en una calle
de Burgos delante de una pareja de
ertzainas que tenían instrucciones
de sus mandos de no actuar.
Todo empezó con un descuido
de sus captores. Quizás convencidos
de que Fátima estaba tan aterrorizada
y anulada como para dar
un paso al frente, la dejaron sola
un día en el piso franco que utilizaban
en la capital vasca. La joven no
llamó a la Policía, pero sí gritó. Y
gritó muy alto. Tan alto que sus vecinos,
alertados por los alaridos, sí
contactaron con la Ertzaintza. Una
patrulla localizó a la mujer y destapó
su triste verdad.
La joven, que recibió la garantía
de pasar a ser testigo protegido y
que consiguió un piso de acogida
en Bilbao que constituía su única
ayuda social, colaboró con la investigación
y cayeron Yousef, el jefe
de la banda, y varios de sus ayudantes.
Aunque no todos. La mala
noticia para ella es que el juez
acordó la libertad con cargos para
los narcotraficantes/violadores y
no decretó prisión provisional pese
a la gravedad manifiesta de los hechos
y el evidente riesgo de fuga.
Hay constancia de que varios de
ellos salieron de España, probablemente
de vuelta a Marruecos. Es
moneda corriente que los ertzainas
protesten por este tipo de medidas
cautelares, que desbaratan más de
una investigación de meses y desprotegen
a las víctimas.
Habida cuenta de la clara amenaza
de muerte y también de que
los tentáculos de la mafia de
Yousef se extendían también por
Bilbao, su nueva localidad de residencia,
una pareja de agentes de la
Ertzaintza pasó a ser su sombra.
Fátima parecía haber empezado a
remontar, ya que halló empleo en
un locutorio del centro de la capital
vizcaína, donde se encargaba de
vender tarjetas telefónicas.
Sin embargo, en uno de los primeros
días bajo vigilancia, los
guardaespaldas tuvieron conocimiento
de que, «por trabajo», Fátima
«tenía que viajar» a Burgos. El
coordinador del operativo aclaró a
sus policías que no podían hacer
de chóferes. El resultado es que se
permitió que cuatro acólitos de
Yousef subieran a una amenazada
de muerte en una furgoneta con
pleno conocimiento de las autoridades.
Fue un rapto en toda regla.
Los vigilantes pronto se dieron
cuenta de que aquello era una huida.
El vehículo blanco al que seguían
más o menos discretamente
en la distancia se saltaba semáforos
y señales en su ruta hacia Burgos.
La jefatura avisó a los ertzainas de
que si ellos también incumplían el
reglamento de circulación tendrían
que asumir en primera persona las
posibles consecuencias. Tampoco
se les facilitó una patrulla de apoyo
en carretera. Sólo recibieron un
permiso genérico para salir de la
jurisdicción de la Ertzaintza y entrar
en Castilla y León, aunque únicamente
por ser Burgos una provincia
limítrofe. ¿Y si el viaje fuese
a Madrid o Barcelona?
El viaje fue quemando etapas y la
furgoneta, efectivamente, llegó a
Burgos. Tras recorrer varias calles
de la ciudad, el vehículo se detuvo
y sus ocupantes obligaron a Fátima
a bajar y la abandonaron a su suerte.
Nada más ponerse de pie, la joven
se reclinó hacia la furgoneta en
busca de apoyo y cayó desplomada.
Sus escoltas, pese a lo hostil que
podía resultar el entorno, pese a las
directrices internas y pese a que la
Ertzaintza no tiene competencias
en Burgos, decidieron bajar del coche,
desvelar de algún modo su
identidad y actuar por fin. Los
agentes corrieron hacia Fátima, la
recogieron del suelo y la arrastraron
hasta el vehículo oficial. La joven
estaba en estado de ‘shock’.
Uno de los dos ertzainas la acompañó
en el asiento trasero y le proporcionó
la medicación que, según
su asistente social, con la que contactaron
por teléfono, llevaba en el
bolso. El conductor enfiló el camino
hacia el hospital más cercano. Más
tarde supieron que en aquel viaje
hasta Burgos sus captores le habían
recordado las amenazas de muerte.
Además, pusieron en el equipo de
música de la furgoneta la misma
música con la que la violaban en Vitoria.
Fátima no lo resistió.
A partir de ahí se pierde la pista
de la joven. Nadie sabe si ha cumplido
los 22 años o dónde malvive.
Es muy probable que siga en el
punto de mira de Yousef y los suyos.
Sobre ellos, sin embargo, no
cayó todo el peso de la ley ya que
tan pronto como pudieron huyeron
de España abusando de su libertad
con cargos. La ‘cara B’ es que el decaimiento
del proceso judicial hace
desinflarse también las medidas de
seguridad que le prometieron a la
denunciante a cambio de que colaborara
con las autoridades.

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