El Papa carga contra la «corrupción que apesta» en una cuna de la mafia
El Periodico, , 22-03-2015«La corrupción apesta, la sociedad corrupta apesta, como apesta un animal muerto, y un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es un cristiano. Apesta». Con esta contundencia se expresó el Papa nada más llegar al barrio napolitano de Scampia, la cuna de la Camorra, con unas altísimas tasas de paro y considerado uno de los principales supermercados de la droga de Europa. Allí, tras asegurar que los inmigrantes «no son seres humanos de segunda clase», porque «todos somos migrantes», y denunciar el drama del paro juvenil masivo, culpa de «un sistema económico que descarta», Francisco condenó la corrupción como origen de todos los problemas.
«Pero díganme, si nosotros les cerramos la puerta a los inmigrantes, le sacamos el trabajo y la dignidad a la gente, ¿cómo se llama esto? Se llama corrupción», continuó. «La falta de empleo roba la dignidad», añadió, para afirmar a continuación que, «en esos casos, la persona corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación». El Pontífice quiso acompañar su mensaje directo de una gran proximidad física, lo que le llevó a estar muy cerca de los fieles en todo su recorrido por las calles.
Desde hace años, se intenta vencer una batalla en Scampia que, de tan repetida, ya apenas obtiene unas líneas en los diarios o unos minutos en la televisión. Solo cuando en las calles se dispara y se mata como ocurrió la última vez de forma grave en el 2012, en ocasión de la enésima guerra entre clanes el país se vuelve nuevamente hacia esta ciudad dormitorio. En ella transcurrió la guerra camorrista del 2005 relatada por Roberto Saviano en el libro Gomorra. Un área periférica de 4,2 km donde viven 60.000 personas, que se empezó a edificar en 1970, aunque su nefasta expansión demográfica se produjo a partir de 1980, año del terrible terremoto que causó casi 3.000 muertos y 280.000 evacuados. Según varias estimaciones, Scampia es el epicentro de un mercado de la droga que reporta a la Camorra más de 100.000 millones de euros al año.
Con Scampia como preámbulo y leitmotiv de su periplo napolitano, el Papa que por la mañana había aterrizado en Pompeya, donde estuvo una escasa media hora se fue a la céntrica plaza del Plebiscito y allí, en medio de ese plató mucho más acomodado y elegante, clamó directamente contra la mafia napolitana. «Queridos napolitanos, no se dejen robar la esperanza () Reaccionen con firmeza contra las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, los pobres y los débiles con el cínico tráfico de drogas y otros crímenes», dijo. Y agregó: «A los criminales y a todos sus cómplices, hoy, con humildad y como hermano, les pido: Convertíos». Fue una alocución que pareció también dirigida al clero, pues el arzobispo de Nápoles, Crescenzio Sepe, fue investigado por corrupción hace apenas cinco años.
Pero si el paro, la droga y la Camorra suelen ser los elementos más utilizados para explicar la perenne crisis social de Nápoles, esta es solo una cara de la situación. Como ocurre en otros barrios periféricos de Europa y del mundo. De ahí que, en su visita a la cárcel de Poggio Reale, Francisco criticara los fallos de los sistemas de reinserción social, que no evitan que los penales sean lugares «no dignos». Y que, en términos parecidos, se pronunciara en un acto en el paseo marítimo Caracciolo de Nápoles. «Una sociedad que no da trabajo a los jóvenes y que margina a los ancianos no tiene futuro», afirmó en la que fue la parada de su viaje relámpago de diez horas a la ciudad con más dificultades y contrastes de Italia.
Así las cosas, también dos exmagistrados antimafia, el presidente del Senado Pietro Grasso y el alcalde napolitano, Luigi De Magistris, agradecieron ayer el calado del discurso del Papa, semejante a los que pronunciaba cuando era obispo de Buenos Aires. En particular, «las palabras sobre la corrupción», dijo De Magistris.
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