Sin duda es más que una afrenta religiosa, es un atentado contra un modo de vida y la idea de un mundo en libertad, progreso y tolerancia. Pero el ataque de París también evidencia el fracaso de las políticas de integración de los países europeos donde nacen estos terroristas. En el nuestro hay más de un millón de musulmanes representados por diferentes asociaciones que han condenado el atentado “terrorista”. También la Asociación de Amigos del Pueblo Marroquí que apunta a la discriminación, la ignorancia y el racismo como razones del reclutamiento de muchos jóvenes españoles en el ejército del Estado Islámico. A argelinos que llevan más de cuatro generaciones en Francia todavía se “les trata como extranjeros”, abundan. Al parecer los inmigrantes musulmanes recién llegados no se suelen radicalizar. Además, la mayoría de estos jóvenes, que viven en suburbios de París o Londres, se hacen extremistas navegando en Internet. “Ignoran todo de la religión y son incapaces de escribir su nombre en árabe, destacaba el Imán de la mezquita de Drancy, cerca de París, al referirse a los hermanos Kuachi. El pequeño Chérif cumplió en 2008 cárcel por colaborar con una célula de Al Quaeda en Irak contra EEUU. Y como no convencerlos respecto a la doble moral de Occidente que no denuncia con la misma contundencia los ataques a niños palestinos… Entre rejas se radicalizó todavía más. “Somos los defensores del profeta. Fui enviado por Al Qaeda en Yemen. El jeque Anwar al Aulaki me financió”, dijo antes de ser abatido. Su hermano Said, también nacido en París y, sin empleo conocido, era “un aprendiz de perdedor, el chico de los recados, que vestía una gorra, fumaba hachís y llevaba pizzas para comprar drogas”, relata su antiguo abogado. Coulibaly tuvo su primera condena en 2001 por robo y en la cárcel conoció a la red yihadista. De perdedores a protagonistas. Los tres descansan en la Wikipedia. Mientras, algunos jeques árabes, apoyados por Occidente, han pasado de magnates a villanos.