Al contrario que Groucho Marx, el presidente de la Comunidad de Madrid nos quiere convencer de que es hombre de firmes principios. Fundamentos tan sólidos y asentados que Ignacio González pretende imponerlos por ley y a quien no los admita, expulsarlo del país sin más explicaciones. Entiende el dirigente del PP que esa sería una medida eficaz para combatir el yihadismo, que en su exposición acaba vinculando con la inmigración en un ejercicio impropio de un político. Ya digo desde ahora que con el argumento de la seguridad se van a pulir alguna de las pocas libertades individuales que nos quedan incluida esa tan ingenua de “qué me importa que me vigilen si no he hecho nada…”. Pues nada, dejadles y ya veréis. Decía que González sugiere una suerte de examen previo a los emigrantes que quieran disfrutar del sueño español; lo que no me queda claro cuando habla de “nuestros principios” es a qué los ciñe: a las costumbres atávicas del país incluidas manifestaciones religiosas y taurinas, a los que promulga su partido, a los de una, grande e indivisible, a los principios fundamentales del Movimiento… Habría que preguntarle a González si él y su partido cumplen los principios de perseguir y denunciar la corrupción, de garantizar honestidad en la gestión pública, de defensa de todos los derechos democráticos, de no engañar ni mentir… Creo yo que, como Groucho y al hilo de los tiempos, González tiene unos principios “y si no le gustan, tengo otros”.