Música para despedir a Honoré y a ‘Charb’

El director de ‘Charlie’, homenajeado con risas y lágrimas en Pontoise

El Mundo, ROSA MENESES PARÍS ENVIADA ESPECIAL, 17-01-2015

En el cementerio de Père-Lachaise, el más emblemático de París, algunos no buscaban ayer las tumbas de Oscar Wilde o Jim Morrison. «¿Dónde está enterrado Tignous?», preguntaba a todo el que encontraba una mujer con carrito verde que decía ser grafista. Quería ver la tumba de su amigo Bernard Verlhac, uno de los dibujantes de Charlie Hebdo muertos en el atentado del miércoles y que fue enterrado la víspera. «Le despedí ayer en Montreuil, pero quería saludarle por última vez».

El crematorio del camposanto acogió ayer a mediodía la ceremonia de despedida de otro de los viñetistas del semanario satírico, Philippe Honoré. Sus familiares y amigos recibieron cálidas muestras de cariño antes de dar su último adiós al dibujante nacido en 1941 en Vichy, en una ceremonia solemne y privada.Algunos de sus diseños fueron proyectados durante las exequias.

«Honoré era muy amable, era adorable. Del equipo, era el más literario, era muy cultivado y trabajaba mucho por la literatura y el cine. Humanamente, era muy rico y accesible», cuenta a EL MUNDO su amigo Alain Bubise, serigrafista. «Siento una gran tristeza porque era un gran amigo además de compañero de trabajo. Aunque no soy dibujante, trabajé mucho con él. Es una catástrofe. Es difícil de describir», lamenta.

Este cementerio decimonónico concebido como un jardín y poblado de ilustres difuntos de la literatura y el arte parecía el lugar de descanso ideal para «el más literario» de los dibujantes de Charlie. También allí, poco después, fue despedido Mustafa Ourrad, corrector del semanario. Los últimos en recibir sepultura de los miembros de la redacción asesinados, Honoré y Mustafa, fueron los más discretos, aunque en sus exequias sonaron baladas de Joan Baez y Georges Brassens.

Un homenaje que contrastó con los multitudinarios funerales de Stéphane Charbonnier, alias Charb, director de Charlie Hebdo. En la ciudad de Pontoise, en el Valle del Oise, hubo discursos, bromas y hasta música alegre. Acudieron políticos como las ministras de Justicia, Christiane Taubira, y la de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, el líder de la izquierda francesa Jean-Luc Mélenchon o la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.

Los acordes de La Internacional escoltaron el féretro del dibujante hasta el Hall Saint Martin, la sala de exposiciones de la localidad, puesta a disposición de la familia por el Ayuntamiento. Como no pudo albergar a todos los asistentes, los que quedaron fuera pudieron seguir el funeral a través de varias pantallas gigantes.

Las despedidas se entrelazaron entre risas y lágrimas. «Charb, cuántas caricaturas habrías hecho esta semana», le lanzaba Renald Luzier, Luz, autor de la última portada de Charlie Hebdo, en un discurso emocionado.

El humorista François Morel dedicó a Charb estas palabras: «Mejor una caricatura que un largo discurso, un lápiz que un kalashnikov». Y Patrick Pelloux, médico de urgencias y colaborador de la revista, que fue uno de los primeros en llegar a la escena del atentado, fue más poético: «El silencio hace un ruido ensordecedor. El vacío es sobrecogedor, la ausencia se ha convertido en mi compañera». Sus últimas palabras se ahogaron en medio de los trombones, trompetas y tambores del grupo The Pogues, interpretando Dirty old town.

TOMA DE REHENES

Susto. Con la psicosis de un nuevo atentado a flor de piel en París, un hombre se atrincheró ayer en una oficina de Correos en Colombes, a las afueras de la capital, y retuvo a dos rehenes durante unas dos horas, antes de rendirse a la policía. El incidente no provocó víctimas.

Alarmas. Las fuerzas de seguridad descartaron desde el principio la pista terrorista. Se trataba de un viejo conocido de la policía. Un delincuente común desequilibrado. Pero su acto – reivindicaba tener granadas de mano y ‘kalashnikov’ – desató sin embargo las alarmas. / R. M.

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