Durangaldea

Preocupados por lo social

44 estudiantes del colegio Jesuitak de Durango toman parte en un proyecto de voluntariado. Durante dos o tres horas a la semana acuden a residencias, acompañan a discapacitados o ayudan a estudiar a niños de primaria

Deia, Begoña Caballero -, 19-01-2015

El colegio Jesuitak de Durango lleva seis cursos trabajando con alumnos que participan en un proyecto de voluntariado. El propósito de este programa es crear algo que ayude a estos jóvenes para trabajar el aspecto social en un futuro. En total son cuatro ramas distintas: la residencia de la tercera edad Astarloa, Gorabide, la casa de acogida Jesuiten Etxea y refuerzo académico para niños de primaria.

Los jóvenes cursan segundo de Bachiller y a sus 17-18 años han demostrado interés y preocupación por el entorno social, es decir, por los más necesitados. “Participar en un proyecto de estas características les ha ayudado a abrir los ojos y a darse cuenta de que el mundo que ellos conocen, no es el que todos viven”, señalaron desde el centro durangarra.

“La decisión la toman con conciencia y después de hacer una reflexión. Los tutores jugamos un papel importante también. Hay que valorar bien cómo encajar los horarios del colegio ya que el voluntariado es algo complementario a la asignatura de religión. Está integrado en los estudios, puesto que afecta a la orientación y formación humana que reciben, y les ayuda a desempeñar esa función de una manera más óptima.

Los propios responsables de cada centro les orientamos sobré qué tipo de actividades pueden realizar con un colectivo u otro dependiendo de sus capacidades. Algunos aspectos los trabajan directamente con la ONG Alboan, que es quien les complementa esa formación”, señaló Aitziber Agirre responsable del proyecto.

De un total de 86 alumnos que cursan segundo de Bachiller, 44 de ellos participan en el proyecto de voluntariado. Una cifra muy positiva si se tiene en cuenta que la mayoría de los jóvenes están muy atareados con clases extraescolares, además de los estudios que en esta recta final les generan muchas horas de dedicación. “En total son de dos a tres horas a la semana en horario no lectivo para ayudar de manera altruista a alguien que lo necesita. El proceso como voluntario dura un curso, aunque algunos alumnos han seguido colaborando después por su cuenta” explicaba Agirre.

EN RESIDENCIAS

Sin duda, la propia experiencia vivida como voluntarios ha hecho a estos jóvenes ver las cosas desde otra perspectiva. Leire Suárez y Garazi Cuesta son dos de las alumnas que acuden cada semana a la residencia Astarloa. “Hay gente que necesita ayuda. A algunos no les visitan ni sus familiares. Necesitan que alguien les preste un poco de atención. Se van apagando poco a poco y el ánimo no es el mismo. A las que reciben visitas a diario se les nota mejor con respecto a los otros. Con ellos estoy a gusto, no me cuesta ir, es un privilegio. De no haber sido por el centro no me habría apuntado a un proyecto de voluntariado, me sirve para enriquecerme y aprender de ellos. En la residencia hay una señora que pronto cumplirá 100 años y ella siempre nos enseña algo porque ha vivido mucho y nos da consejos”, comentaba Leire.

Garazi por su parte hacía hincapié en que “el simple hecho de hablar con ellos les alegra un montón y es algo que nosotros no valoramos. Una simple conversación y ya se conforman. Nos reciben siempre con una sonrisa. Les da mucha vida que vayamos a estar con ellos y hagamos actividades como jugar al bingo, a los bolos, hacer gimnasia o simplemente hablar”.

Nerea Tostado es otra joven voluntaria que anteriormente había estado colaborando en residencias de ancianos. “Elegí Gorabide por probar algo diferente y comparar como es estar con una personas con discapacidad. Es otro mundo diferente. Pero no nos cuesta hacerlo. Jugamos y también hacemos manualidades dentro de sus capacidades porque cada uno tiene sus limitaciones. Hemos hecho “danza – terapia” porque pasan mucho rato sentados y es importante que se muevan. La primera vez me chocó bastante porque verlos a todos juntos me impresionó. Necesitan mucho cuidado y atención. No hay que tratarles como niños porque son adultos pero que necesitan atención casi constante. Ya que el colegio hace ese esfuerzo para que nosotros podamos estar con ellos, tendríamos que valorar la experiencia que estamos teniendo. Ahora cuando ves a algún discapacitado por la calle, te sientes más cercano a ellos”.

JESUITEN ETXEA

Sin duda alguna la oportunidad que el colegio Jesuitak brinda a sus alumnos de participar en un proyecto de estas características, es algo que valoran mucho. Lo ven como la oportunidad de abrir miras y conocer otra realidad diferente a la que viven día a día. Una realidad que quizá de otro modo no hubieran conocido porque, según indica, Iñaki Bidarte, voluntario en Jesuiten Etxea, “al principio pensé que esto sería una chorrada y que me iba a llevar mucho tiempo. Me decidí por probar una experiencia nueva. No hay excusas, el que se organiza bien llega a todo lo que se propone. Ahora que conocemos más de cerca la inmigración y los problemas que tienen estas personas, nos damos cuenta de que es más duro todavía de lo que nos pensábamos. Gracias a ellos he conocido otras culturas y otra forma de ver la vida. Nos cuentan sus vivencias y al terminar el día nos damos cuenta de que sí ha merecido la pena pasar un rato de la tarde con ellos. Son agradecidos”.

Por su parte, Aitor Fernández reconoce que le quita un poco de tiempo a la tarde de los viernes, “pero voy a gusto. Es reconfortante ir allí después de haber estado toda la semana en clase trabajando, pues es como una vía de escape, donde desconectar del mundo académico y compartir nuestro tiempo con personas que también nos enseñan a nosotros. Es una oportunidad para que uno mismo pueda abrir miras, de conocer otra realidad diferente, y que de otra manera igual no habríamos conocido. No creo que por mi cuenta hubiera entrado en un proyecto de estos. Todos tenemos algo que aportar a la sociedad. Ese potencial hay que aprovecharlo, porque dando te sientes bien. A veces la falta de información hace que ni nos planteemos participar en este tipo de cosas”.

alumnos de primaria Otro de los campos que trabajan desde el voluntariado, es el refuerzo escolar con alumnos de primaria. Iñigo Beitia reconoce con orgullo lo que significa para los más pequeños que otro alumno sea su profesor y les enseñe euskera. “Es una oportunidad de poder aprovechar nuestro tiempo libre, haciendo algo útil. Al menos, que sirva para alguien. Al final eres más que un profesor y la relación es más cercana. El caso es que yo también siento algo especial, una sensación positiva, agradable al poder ayudarles, aunque algunos días tengo el tiempo justo, vengo a gusto y me voy satisfecho de la labor que he realizado”.

ESFUERZO Y TRABAJO

Tanto Aitziber Agirre, responsable del proyecto, como Aitor García, coordinador de la etapa de bachiller, coinciden en apuntar que el esfuerzo y el trabajo que supone coordinar a 44 jóvenes voluntarios es gratificante. Resulta interesante ver la evolución que sufren desde el comienzo en septiembre, y compararlo con el final del curso. Los alumnos realizan como trabajo final, una memoria en la que recogen sus impresiones, experiencias y valoraciones con respecto al año de voluntariado. Testimonios que quedan registrados y que el colegio guarda como pequeños tesoros.

“En cierta manera esta experiencia puede incidir en su formación futura ya que son jóvenes comprometidos con la sociedad. Participar en el proyecto es optativo. Dentro del horario lectivo se hace el seguimiento del proyecto con los tutores y se ajustan con ellos los horarios, dudas y problemas que les puedan surgir. Aunque supone mucho tiempo, tanto por parte del profesorado, los alumnos y las familias de éstos, las valoraciones finales son positivas 100%”, puntualizó la responsable del proyecto Aitziber Agirre.

Al finalizar el curso, hacen una fiesta donde participan todos los voluntarios, sus familias, responsables de los distintos centros, tutores, y en definitiva todas las personas que han estado involucradas en el proyecto. La conclusión con la que todos están de acuerdo es que “quienes reciben la ayuda son personas muy agradecidas a las que un simple detalle, para ellos lo es todo”. Hasta los mismos jóvenes reconocieron que “todos podemos hacer algo. Aunque siempre hay gente con prejuicios. Los jóvenes tenemos un potencial que a veces no sabemos aprovechar”.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)