El islam contra el terrorismo

El Mundo, LUIS MARÍA ANSON, 13-01-2015

‘EL CORÁN’, al-Qur’an, es un monumento universal a la espiritualidad. Leí hace diez años la traducción de Juan Vernet, destacada por la crítica especializada en reconocimiento a su rigor y exactitud. Hay azoras que son esencialmente poéticas. A lo largo del libro sagrado predomina la belleza literaria. La doctrina que predica El Corán se basa en la concordia y la paz. El rechazo a la violencia y a los violentos es completo. «Alá no ha hecho descender nada que los autorice…». «Combatir en el camino de Dios a quienes os combaten, pero no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores». Aquellos que no entienden el mensaje de paz de El Corán «se parecen a un asno que lleva una carga de libros».

En la azora XLVII, en la que se trata de la guerra, El Corán mantiene el espíritu de concordia. Según la versión de Vernet, «Dios introducirá a quienes creen y hacen obras pías en unos jardines por los que corren los ríos». Y más adelante se lee que en el Paraíso «habrá ríos de agua incorrupta, ríos de leche, cuyo sabor no se alterará, ríos de vino, que serán delicia de los bebedores, y ríos de miel límpida».

Claro que sobre los textos coránicos se pueden hacer consideraciones diversas pero en su conjunto el libro sagrado de los musulmanes predica la conciliación y la espiritualidad profunda. Es verdad que la mujer queda relegada y en la azora IV hay frases especialmente duras. Pero estamos en la Edad Media y en los libros sagrados de las grandes religiones monoteístas –cristianismo, judaísmo, hinduismo, islamismo– se pueden encontrar afirmaciones que colisionan con la mentalidad contemporánea. También contradicciones que se extienden políticamente y en plena Edad Moderna incluso a Estados Unidos. Se olvida a veces que la democracia estadounidense convivió durante ochenta años con la esclavitud impuesta por los blancos sobre los negros.

Cualquier persona que lea El Corán sin legañas en los ojos y sin prejuicios preconcebidos estará en contra de las declaraciones de Marine Le Pen, la dirigente ultraderechista de Francia, que ha extendido la atrocidad de Charlie a todo el islam. No se puede generalizar ni trasvasar el fundamentalismo de unos pocos a toda una colectividad religiosa pacífica y espiritualizada. Eso es un despropósito. En las grandes religiones monoteístas ha habido históricamente y hay fanáticos. «Soy musulmán, no terrorista», ha dicho un prestigioso imán español sintetizando una evidencia que no se puede ocultar. Es un grave error juzgar el todo por una minoría talibanizada y fanática que en los últimos crímenes abominables ha asesinado a nuestros compañeros profesionales de Charlie, hiriendo también la liberta d de expresión, que es el cimiento sobre el que está construido el edificio de las democracias occidentales y los derechos humanos. Si se hace balance entre lo positivo y lo negativo del islam, el primer platillo se inclina abrumadoramente sobre el segundo. «Bueno es manifestar las buenas obras –se lee en El Corán, con remembranzas evangélicas– pero todavía mejor ocultarlas y derramarlas en el seno de los pobres».

Luis María Anson, de la Real Academia Española.

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