Todos somos Ahmed
Diario Sur, , 10-01-2015El El mundo se ha llenado de Charlies. La sangre de los asesinados en la sede de un semanario satírico francés chorreó por los escalones, llegó a la calle, buscó las amplias avenidas y alcanzó nuestras portadas y nuestros corazones. Los dibujos de la revista CharlieHebdo no me hacen gracia, pero eso no importa. Tampoco me gusta que se pesquen atunes rojos como hacía aquel pesquero que tanto nos costó, el Alakrana, que fue secuestrado y nos tuvo en vilo. Pero si no soporto que retiren una revista por un dibujo de su portada, como ocurrió con el Jueves, aunque el dibujo tampoco me gustase (voy a ir el lunes al médico: doctor, últimamente nada me gusta), me vale con no comprarla ni leerla si no quiero, qué puedo entonces decir de que entren dos personajes de videojuego en la sede de una revista y disparen contra todo lo que se mueva. Y todo por un dibujo. Era un dibujo. Pero los yihadistas viven en la edad media, la cual se da por finalizada en 1453, con la invención de la imprenta, donde se encuentran justo en mi ahora los dos asesinos. A quién le importa que el dibujo tuviese gracia o no, incluso que fuese respetuoso o no. Mientras escribo, los dos asesinos están en una imprenta, rodeados, y parece que tienen un rehén, sabiendo como saben que esa vida también nos importa. No hace ni un mes, también al grito de Alá es grande, unos trogloditas con armas del futuro entraron en un colegio de Pakistán y asesinaron a 150 niños (todos ellos musulmanes) mientras aquí premiábamos a Malala, la niña pakistaní (y musulmana) que recibió un tiro en la cabeza por defender el derecho de las niñas a ir a la escuela. Muchos desean que la batida termine con batido de terrorista, y mientras tecleo suenan disparos y los dos hermanos eligen no entrar vivos en la sala de un juzgado, esposados, recibir un salivazo de alguien que los mirase entrar, pero disparan a la policía y son muertos, ambas opciones eran posibles (en Francia sabemos hacer las cosas: je suis français).
El mismo río de sangre que ha hecho nacer decenas de miles de Charlies, ha hecho nacer miles de occidentales que opinan que habría que matar a todos los musulmanes. Me he cruzado esta mañana malagueña con una mujer que llevaba a su hija al colegio. El pantalón ceñido, el pañuelo cubriendo su cabello. Lo que le espera. Como mínimo, las miradas. La periodista Lucia Elasri, escribió tras el brutal atentado en su cuenta de twitter: «Soy musulmana y nadie mata en mi nombre, quien lo hace no me representa». No ha sido, ni mucho menos, la única voz que se ha pronunciado. Las víctimas, una vez más, a partir de ahora, serán sobre todo los musulmanes. Un porcentaje mínimo de personas elige su religión. Aunque con dificultades, fuerza y valentía, muchos sí eligen la manera de entenderla.
Yo respeto el derecho a reírse de todo, pero no soy Charlie, a pesar de que aborrezco el cobarde atentado. Yo, hoy, soy francés, y argelino, y musulmán moderno. Árabe francés, francés musulmán, policía occidental, policía occidental árabe musulmán francés, como Ahmed, Ahmed Merabet, que no se merece haber sido asesinado, que lo hayamos visto morir, no nos lo merecemos. Dos asesinos medievales de un videojuego nos han rematado en el pasillo de nuestra casa, qué es si no una acera de París. Se merecen todo el peso de la justicia y un escupitajo. El opuesto a estos dos asesinos no somos nosotros, es Ahmed, el policía francés (no me interesan ya su raza ni su religión) asesinado en nuestro pasillo. Y nosotros somos Ahmed.
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