«El islam es una religión de paz»
La comunidad musulmana de París mantiene silencio, traumatizada por los ataques
El Mundo, , 09-01-2015En la gran Babilonia que es París,
los musulmanes eran ayer la comunidad
más silenciosa de todas.
Muchos eran los que se habían
quedado mudos, incapaces de verbalizar
lo que sentían ante la barbarie
terrorista que el miércoles
acabó con la vida de 12 personas.
Otros muchos preferían callar. Los
que se atrevían a hablar casi repetían
las mismas palabras: un rechazo
rotundo de lo que juzgaban una
actuación ajena a los musulmanes.
«No tengo palabras. Sólo puedo
decir que condeno personalmente
estos actos y que esto no tiene nada
que ver con el islam, que va en
contra de nuestros valores y que es
algo lejano a nosotros», dice Fatiha
Annaba, una mujer de origen argelino
de mediana edad en el bulevar
que da nombre al barrio de Barbès,
en el distrito XVIII, al norte de París.
De mayoría musulmana y uno
de los barrios más poblados de la
capital francesa, el otrora bullicioso
Barbès –con sus comercios
abiertos a la calle y sus tiendas de
reparación de artilugios– daba paso
ayer a una estampa queda y lúgubre
bajo una lluvia que tamizaba
la atmósfera enrarecida.
«Los verdaderos musulmanes
no tenemos nada que ver con todo
esto. Estamos muy conmovidos y
nos sentimos muy emocionados
por lo ocurrido. Expresamos nuestra
solidaridad con las familias de
las víctimas de este acto de barbarie
», dice con calma Nadir, empleado
de limpieza de 37 años, que no
quiere facilitar su apellido.
«Pero no queremos que lo sucedido
nos señale a los creyentes. Yo
voy a la mezquita desde pequeño y
nunca ningún imam me ha dicho
que haya que matar cristianos. El
islam es una religión para el amor
y para la paz y no para matar».
«Hoy estamos todos de duelo.
No encuentro palabras para describir
la herida que han causado en
Francia. Es la primera vez que ocurre
algo así», concluye con semblante
serio este hombre de origen
argelino. A su lado, asienten su
hermana, que lleva velo, y su esposa,
que deja empaparse bajo la lluvia
su melena rubia teñida.
Caras tristes que se repetían en
la Gran Mezquita de París, donde
los fieles que se acercaban al rezo
del Asser (el tercero del día, a primera
hora de la tarde) declinaban
la conversación con los periodistas.
Un hombre en la cincuentena con
la barba crecida se excusa en el
umbral con un nudo en la garganta:
«No tengo palabras». Las autoridades
del lugar de culto islámico
más importante de la capital francesa
tampoco estuvieron disponibles
para hacer declaraciones.
Tampoco en el Centro Cultural
Argelino, una de las más grandes y
prestigiosas instituciones árabes de
París, se sentían con ánimos para
analizar lo ocurrido. Sus salones de
exposiciones permanecían huérfanos
de gente y unas vallas de seguridad
rodeaban la entrada, acentuando
el autoaislamiento en el
que se sumía el edificio.
«La comunidad musulmana está
en estado de shock, en pleno
trauma por lo ocurrido», apunta
Charles Autheman, responsable de
programas del Instituto Panos Europe,
una organización de apoyo a
las poblaciones marginadas. «La
gente no tiene palabras para definir
lo que siente, algo que era palpable
en la primera manifestación
de repulsa. Todos estaban callados,
sin poder decir nada. Y siguen así».
Mohamed Hamadé, que regenta
la librería árabo-islámica Al Bustan,
frena el ritmo de su parlanchina
conversación para hablar de los
atentados. «Es triste, pero ¿qué podemos
hacer?», dice con impotencia
este joven originario de Comores
que estudió árabe en Siria. «Es
un problema de educación. Hay
gente detrás de esos chicos, que los
envía a cometer crímenes y luego
se lucra con ello».
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