La frontera azul

Las mafias de la inmigración ganan hasta cinco millones de dólares por travesía

La Voz de Galicia, Miguel-Anxo Murado , 04-01-2015

¿Estamos, como creen los responsables de fronteras de la Unión Europea, ante una nueva táctica de los contrabandistas de personas en el Mediterráneo? Es lo que podría deducirse de los tres incidentes recientes en los que barcos viejos de gran tamaño acabaron a la deriva después de ser abandonados a su suerte por la tripulación. Pero quizás sea una conclusión demasiado precipitada. En uno de los casos, el del Blue Sky M., la policía piensa ahora que los tripulantes no dejaron la nave sino que se confundieron con el pasaje y fingieron ser ellos mismos refugiados. De hecho, hay cuatro sospechosos detenidos. Por lo que se sabe, el barco lo había adquirido un hombre de negocios sirio y su tripulación hablaba árabe y no turco, con lo que puede que, al menos en este caso, no se tratase de contrabandistas profesionales sino, quizás, de los organizadores de un viaje en el que ellos mismos pensaban participar obteniendo un beneficio. En cualquier caso, un hecho crucial que queda oscurecido por la retórica un tanto engañosa del «tráfico de personas» y el problema de la inmigración ilegal, es que aquí hablamos de refugiados políticos y no de inmigrantes económicos. Es un asunto delicado en un momento en que Europa, de repente, ha dejado de ver con simpatía la revolución siria y teme a quienes han participado en ella.

Donde sí es visible una tendencia, no nueva pero sí en aumento, es en este empleo de barcos grandes. Estos permiten a los refugiados sirios zarpar desde Turquía y evitarse así la cada vez más blindada frontera terrestre griega y el cada vez más peligroso rodeo por Egipto y Libia. Con estas embarcaciones es posible, además, seguir haciendo intentos en el invierno. Es un método que se beneficia, de paso, de los cambios en la estrategia de la UE. Italia acaba de cancelar su programa Mare Nostrum, el ambicioso operativo de vigilancia y rescate que había puesto en marcha en 2013 después de que más trescientos refugiados se ahogasen frente a la isla de Lampedusa. El dispositivo que lo ha reemplazado ahora, bautizado como Tritón, es mucho menos costoso – 2,9 millones de euros al mes frente a los 9,5 de Mare Nostrum – pero también mucho menos eficiente en ambos sentidos: ni permite detener ni rescatar a tantos náufragos. Consiste en seis embarcaciones de vigilancia con cuatro aviones y un helicóptero de apoyo, que no pueden alejarse de las costas de la UE. Esto permite a los barcos de refugiados recorrer grandes distancias antes de ser detectados, sobre todo porque su apariencia no despierta tantas sospechas.

En Frontex, la agencia europea encargada de Tritón, son conscientes de las limitaciones del operativo pero se trata de una solución de compromiso entre las compresibles exigencias de cooperación por parte de Italia y la dura postura de países como el Reino Unido, partidario incluso de no rescatar a los barcos de inmigrantes ilegales para no favorecer el «efecto llamada». Sea como fuere, el hecho es que el Mediterráneo se ha convertido ya en la frontera más mortífera del mundo: 3.000 de los 4.000 inmigrantes ilegales que perdieron la vida el año pasado se quedaron allí.

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