«PUEDO VOLVER A PARAGUAY»

Gonzalo Lovera, que trabaja cuidando a un anciano, llevaba cuatro años aplazando un viaje para ver a su familia porque tenía «muchas cosas que pagar». Compró tres décimos de ‘El Gordo’

El Mundo, R. BÉCARES MADRID, 23-12-2014

«Tenía muchas cosas que pagar y estaba aplazando un viaje a Paraguay, mi tierra, para ver a mi familia; hace cuatro años y medio que no voy. Lo iba a hacer dentro de un año, pero ahora con El Gordo lo haré en cuanto pueda». Gonzalo Lovera, ciudadano paraguayo de 30 años, que trabaja cuidando a un anciano, no se creía que le hubieran tocado 400.000 euros en el Sorteo de Navidad.

«Vivo aquí al lado y bajé a la administración para confirmarlo», desvelaba el joven, que compró tres décimos del 13.437 para su jefe, para una de sus compañeras y para él. «Me he desmayado y todo; todavía estoy temblando», decía Gonzalo, que mostraba ufano la foto que se había hecho con el móvil sujetando los décimos premiados.

«No sé todavía ni cuánto dinero es, ¿son trescientosalgomil no?», se preguntaba entre el revuelo de agraciados y periodistas que se amontonaban frente a la administración de Zurbano 26, en Madrid. Javier y su mujer, una pareja vecina del barrio, también se acercaron hasta la administración de la suerte: «Lo primero que hay que hacer es pagar los impuestos; lo digo porque soy abogado de asuntos fiscales», bromeaba Javier, «pero luego seguro que nos vamos a ir de crucero toda la familia, con los abuelos y todo».

Otro matrimonio de jubilados, residentes en la Ciudad de los Ángeles (Madrid), quiso también exhibir su alegría por la buena nueva. Eran Antonio Hita y su mujer Manoli, que llevaban muchos lustros abonados al número de El Gordo, porque era el número favorito del padre de él. «Llevábamos cinco décimos para toda la familia».

«Nos viene muy bien el dinero porque uno de mis yernos está parado y mi hija lo estaba pasando mal… Además, a mi marido le han operado de la boca y ahora podremos buscar los mejores médicos», aseguraba Manoli, radiante de felicidad: «Pensaba poner sólo langostinos en Nochebuena, porque la cosa está muy fastidiada, pero ahora pondré muchas más cosas».

Igual de radiantes estaban las dos trabajadoras de la administración, que llevaban el décimo de El Gordo porque se lo habían «regalado» sus jefes. «Nunca me había tocado nada», admitía Begoña, que tras 16 años veía como no sólo repartía suerte, sino que también la recibía. El número de El Gordo había sido vendido sobre todo entre empresas que estaban «abonadas» a él; entre otras, una tienda de fotocopias o un servicio de mensajería.

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