El alcalde de Nueva York, víctima de la ira
Un sindicato tacha a De Blasio de tener sangre en las manos tras el crimen de dos agentes
El Mundo, , 22-12-2014Las tensiones sobre las relaciones entre blancos –el 63% de la población– y negros –el 13%– vuelven a marcar la agenda política y social de Estados Unidos. El asesinato de dos policías de Nueva York por un negro, Ismaayil Brinsley, el sábado por la tarde, ha vuelto a encender las tensiones. Esta vez, en torno a la figura del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, al que uno de los sindicatos de la policía de la ciudad ha acusado de «tener sangre en las manos».
Brinsley, que se suicidó poco después de cometer el doble asesinato, cuando era perseguido por la Policía, había declarado en su cuenta de Instagram que iba a matar a dos [policías] blancos como represalia por los casos de presunta brutalidad policial que han copado las primeras páginas de los medios de comunicación y de las webs de noticias de EEUU desde el verano pasado.
De Blasio se ha apresurado a tomar el lado de la policía. «Cuando un policía es asesinado, se están derribando las bases de la sociedad. Es un ataque contra todos nosotros», declaró el alcalde en un comunicado después del crimen.
Sin embargo, eso no ha servido para quienes, como muchos policías, creen que De Blasio tomó una actitud excesivamente opuesta a la policía en el caso de Eric Garner, un vendedor ilegal de cigarrillos que fue asfixiado hasta la muerte en julio pasado por los agentes del orden.
La tragedia de Garner es la clave de la actual disputa. Patrick Lynch, presidente de la sección neoyorquina de la Patrolmen’s Benevolent Society, uno de los principales sindicatos de la policía de EEUU, acusó al alcalde de tomar una actitud completamente hostil hacia los agentes.
Chuck Canterbury, máximo responsable de la Fraternal Order of Police, emitió un comunicado el sábado declarando que los políticos «se limitan a lamentar la falta de confianza entre la policía y las comunidades formadas por minorías», pero sin actuar sobre los problemas sociales, educativos y económicos que sufren esas áreas y que crean «un entorno tóxico que nutre el crimen».
Las familias de varios afroamericanos muertos a manos de la policía en los últimos meses también han emitido comunicados similares, igual que el reverendo Al Sharpton, que ha tratado de capitalizar las protestas contra la actuación policial para lanzar un movimiento reivindicativo de los negros. eso incluye a las familias de Garner y de Michael Brown –adolescente muerto en julio por la policía en Ferguson (Misuri)– en cuya memoria Brinsley dijo actuar. Y el propio Obama ha expresado sus condolencias.
Sin embargo, eso no ha evitado que docenas de policías de Nueva York se giraran y le diera la espalda al alcalde en un gesto de repudio evidente el sábado por la tarde, cuando visitó el Hospital Woodhull, en el que estaban los cadáveres de los policías.
Para De Blasio, la controversia puede tener consecuencias políticas. El alcalde de Nueva York llegó al poder gracias a su defensa de las comunidades de rentas más bajas y a sus posiciones de izquierda, que le situaban lejos de las de sus predecesores, Michael Bloomberg y Rudy Giuliani, mucho más duros con el crimen y, en el caso del segundo, claro partidario de hacer de Nueva York una ciudad al estilo de Londres, es decir, atractiva para multimillonarios pero con pocas oportunidades para los segmentos de la población más desfavorecidos.
Ahora esa política puede verse muy cuestionada con la muerte de los policías. Unos policías, que, aunque nadie parece recordarlo, también eran miembros de minorías raciales. El hispano Rafael Ramos, acababa de celebrar su 40 cumpleaños, estaba casado y tenía un niño de 13 años. La otra víctima mortal es Wenjian Liu, asiático-americano, de 32 años, y recién casado.
Ambos estaban sentados en su coche-patrulla, en la esquina en la que normalmente vigilaban en el barrio de Bedford-Stuyvesant, en Brooklyn. Se trata de una zona tradicionalmente negra, plagada de delincuencia, que ahora está en pleno proceso de lo que en EEUU se denomina gentrification, es decir, el proceso por medio del cual los precios de la vivienda se disparan y la población más pobre –normalmente negros y latinos– se tiene que ir. En el caso de Bedford-Stuyvesant, la gentrification sube desde el suroeste, donde está el barrio de Brooklyn Heights, en el que viven numerosas luminarias culturales como, por ejemplo, Paul Auster.
Ferguson, en Misisipi, es una zona similar. Y es que allí donde se encuentran negros y blancos sigue habiendo conflicto en los Estados Unidos del siglo XXI. Ése fue el escenario del crimen de Brinsley, que se acercó al coche-patrulla de los policías y les disparó a bocajarro antes de darse a la fuga.
El asesino, de 28 años, tenía un largo historial de violencia y, según algunas afirmaciones, estaba vinculado a grupos supremacistas negros. Pocas horas antes había pegado un tiro en el estómago a su novia, en la ciudad de Baltimore, cerca de Washington. De allí, hizo en coche las cuatro horas de trayecto hasta Nueva York.
Entretanto, la policía de Baltimore descubrió su cuenta de Instagram y llamó a sus colegas neoyorquinos. Pero lo hizo demasiado tarde. Cuando contactaron, eran las cuatro menos 10 de la tarde del sábado. Justo en ese momento, Brinsley asesinaba a Ramos y a Liu.
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