Internacional / Violencia racista
EE UU contiene el aliento tras la primera venganza racial
La Razón, , 22-12-2014Ismael Brinsley fue a por ellos simplemente porque eran agentes de Policía. Ni siquiera les dio tiempo a sacar sus pistolas. Probablemente, ni siquiera intuyeron que les iba a disparar. Formaban parte de una patrulla especial para reducir el crimen en la sección de Bedford-Stuyvesant del barrio de Brooklyn. Los mató un afroamericano de 28 años que se suicidó en el andén del metro cuando le intentaron detener varios policías. ¿Terrorismo? ¿Venganza? ¿Oficiales de Policía de Nueva York, héroes o villanos? Éstas fueron algunas de las preguntas que de forma inmediata asaltaron a los neoyorquinos cuando se conocía el asesinato a sangre fría de estos dos oficiales. Sobre todo después de las tensiones vividas en la ciudad y EE UU a consecuencia de las manifestaciones de los últimos días en protesta por los abusos policiales.
Minutos después, Barack Obama realizó un comentario sobre lo sucedido en este barrio de Brooklyn, Bedford-Stuyvesant, considerado el pequeño Harlem de esta zona. «Le pido a la gente que rechace la violencia y las palabras que hagan daño, que las conviertan en palabras que curen, de oración, paciencia, diálogo y compasión por aquellos amigos y familiares de los caídos», invocó el presidente de Estados Unidos.
El doble asesinato tuvo lugar en la noche del sábado. En cambio, ayer se supo que Brinsley tenía un largo historial de problemas mentales. Durante una audiencia en agosto de 2011 en el Condado de Cobb (Georgia), reconoció que había tenido problemas psiquiátricos, aunque no especificó qué tipo de tratamiento había recibido o en qué lugar.
Antes de lanzarse el sábado a matar a los dos agentes, escribió en la red social Instagram: «Voy a dar alas a los cerdos hoy». También hizo una referencia a Eric Garner, el hombre que murió en Staten Island cuando un oficial de Policía le hizo una llave en el cuello. «Ellos se llevan a uno de los nuestros, nosotros a dos», indicó antes de encaminarse a Brooklyn. Pero la sangría la empezó en Maryland, donde disparó a su ex novia antes de llegar a Nueva York. Ella ha sobrevivido.
Sin conexión aparente entre este asesino y las familias de las víctimas de los últimos casos de violencia policial, el reverendo Al Sharpton, líder de derechos civiles, al que siempre se ve en todas las manifestaciones en favor de la lucha racial, indicó que «estamos bajo una intensa amenaza por aquellas personas que malinterpretan los hechos. Por aquellos que intentan echar la culpa a todo el mundo, desde los líderes de derechos civiles hasta al alcalde. Deberían tratar con el espíritu horrendo con el que todos tenemos que luchar», reconoció Sharpton, que considera contratar más personal de seguridad tras recibir varias amenazas.
Las banderas ondearon a media asta ayer en honor de los dos oficiales que murieron en Brooklyn, el asiático Wenjian Liu, asiático, y el hispano Rafael Ramos. En su memoria se celebró un funeral en la Catedral de San Patricio, en la Quinta Avenida de Manhattan. «Hoy es el peor día de mi vida. El mejor padre que cualquiera hubiese pedido», escribía Jaden Ramos, de 13 años, en su perfil de Facebook. «Estaba intentando cambiar las cosas. Para él no era sólo un uniforme», comentó José Ortiz, de 59 años
Mientras, las relaciones entre el Ayuntamiento y el Departamento de Policía parecen estar peor que nunca, al menos en los últimos años. Desde que un gran jurado decidió no presentar cargos contra un oficial de Policía después de que muriese el afroamericano Eric Garner, los oficiales de Nueva York han reconocido que se han sentido cercados entre el escrutinio político y las manifestaciones en contra del abuso policial. La situación no hizo más que empeorar cuando el alcalde, Bill de Blasio, casado con una afroamericana, habló públicamente de las conversaciones con su hijo adolescente, Dante, sobre los peligros a los que se podía enfrentar al tratar con la Policía. Desde entonces se ha dado orden a los oficiales de limitar sus declaraciones a periodistas, en redes sociales o incluso con amigos cuando aborden esta cuestión. En cambio, actuaron todos en bloque cuando el alcalde entró en el Hospital Woodhull para dar el pésame a las familias de los dos oficiales de Policía, le dieron la espalda. Piensan que les ha traicionado. Querían demostrarle su enfado cuando se dieron la vuelta al verle, gesto recogido por una cámara de la cadena local WPIX11 News.
El propio presidente de la Asociación de Sargentos, Ed Mullins, se dirigió en un comunicado a Blasio. «Alcalde De Blasio, sus manos están manchadas con la sangre de estos dos oficiales. Son sus políticas y acciones fallidas las que han hecho que esta tragedia ocurra. Sólo espero y rezo para que no haya más emboscadas o ejecuciones», apuntó Mullins.
El presidente de la Asociación de Patrullas, Patrick Lynch, secundó las palabras de Mullins. «Las manos manchadas de sangre empiezan en los peldaños del Ayuntamiento, en la oficina del alcalde. Cuando estos funerales terminen, se llamará a los responsables. También los que han incitado a la violencia en la calle bajo el disfraz de manifestantes que han intentado romper lo que los oficiales de Policía hacían cada día para ayudar. Ya les intentamos advertir. No se debe seguir así. No se debe tolerar», recordó Lynch.
Un asiático y un hispano, las víctimas
Wenjian Liu
Tenía 32 años y recién casado. Su mujerse queda viuda tan sólo dos meses después de la boda. El agente Liu llevaba siete años en el cuerpo de Policía. Se acababa de mudar a Brooklyn a una casa con un pequeño jardín, según explicó un vecino a la Prensa. Éste definió a Liu como un buen hombre que había explicado al vecindario que era policía.
Rafael Ramos
El agente Ramos acababa de celebrar su 40 cumpleaños el 12 de diciembre. Había estado encargado de la seguridad en colegios dentro del Departamento de Policía de Nueva York y en enero cumplía tres años dentro del cuerpo. Los que le conocían aseguraron ayer que amaba su trabajo en el 84º distrito de Policía. Estaba casado y tenía un hijo de 13 años.
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