No basta un presidente negro
Decenas de miles marchan sobre Washington contra el abuso y la impunidad policial El lema ‘Justicia para todos’ derivó en un canto de decepción con Obama por no haber encarnado el fin de la división racial
El Mundo, , 14-12-2014Tyrone, de 55 años, recordaba un poco a Samuel L. Jackson con su gorra y sus gafas de sol cuando, sentado en el muro del Tribunal del Distrito de Columbia, explicaba por qué se había levantado ayer a las 6.00 de la mañana para viajar desde la ciudad de Atlantic City, en la que vive, a Washington, para participar en la manifestación Justicia para Todos, en protesta por el racismo contra los negros de EEUU.
«Tengo tres hijos de entre 30 y 40 años, y me horrorizaría ver que les pasa lo que a esos jóvenes», comentaba. «Esos jóvenes» son Trayvon Martin, de 17 años, muerto en 2012 en Florida por un voluntario blanco, George Zimmerman; Eric Garner, de 43, asfixiado por un agente de la policía en Nueva York en julio; Tamir Rice, de 12, abatido a tiros por un policía en noviembre; y Michael Brown, de 18 años, muerto por un policía en Ferguson este agosto. En todos esos casos, los negros iban desarmados. Y el sistema legal declaró en primera instancia a las personas que los mataron inocentes, si bien en los casos de Rice y Garner el Departamento de Justicia ha decidido abrir sus propias investigaciones y, al menos en la muerte de Rice, ha declarado que el caso es un asesinato.
Todas esas muertes han puesto de manifiesto que EEUU sigue siendo una sociedad multirracial pero dividida por la raza y por las tensiones entre el 62% de la población blanca y el 13% negra. Ésa era la idea subyacente de la marcha Justicia para Todos. La marcha era un éxito. Pero no era menos cierto que los organizadores, dirigidos por el reverendo Al Sharpton, se habían marcado un objetivo de mínimos: concentrar a 10.000 personas en el Mall de Washington, el gran parque que funciona como manifestódromo en EEUU.
El número de asistentes podría haber sido fácilmente el doble, o incluso el triple, de esa cifra. Pero hay que recordar que el 20 de enero de 2009, en este mismo espacio, se habían juntado entre 1,1 y 1,8 millones de personas para asistir a la toma de posesión del cargo de Barack Obama. Entonces, al igual que ayer, la mayor parte de los asistentes eran afroamericanos.
Muchos lloraron durante la ceremonia. Y gran parte de los medios de comunicación y de los creadores de opinión de EEUU proclamaron el hecho encarnaba el final oficial de las tensiones raciales en el país. El propio Barack Obama se alineó en parte con esa idea. «Tenemos que decir a nuestros hijos, sí, si eres afroamericano tienes más posibilidades de crecer en barrios con delincuencia y crimen organizado […]. Pero ésa no es una razón para tener malas notas, para no ir a clase, ni para dejar de estudiar», dijo el presidente en julio de 2009.
Cinco años y medio después de aquel discurso, ha quedado claro que la frase de Obama no se ajusta a la realidad. EEUU puede tener un presidente negro, pero la raza sigue siendo un factor de división. Las relaciones raciales en EEUU no sólo vienen marcadas por las diferencias culturales, económicas y educativas entre los diferentes grupos, como pretendía Obama. La cascada de casos que han provocado las manifestaciones de ayer se deben a la actuación de unas fuerzas de seguridad y de un sistema judicial que, según sus críticos, parece usar diferentes varas de medir. Y la vara de medir más más estricta es la que se aplica a los varones negros.
Ésa era una de las principales causas que llevaron ayer a los manifestantes a reunirse en el Mall, precisamente junto a uno de los edificios de la National Gallery. El problema es que era una causa demasiado vaga. De hecho, la gran marcha de ayer puso de manifiesto una realidad de la comunidad afroamericana: ésta no tiene líderes. Pero, a cambio, tiene un factor de movilización nuevo y poderoso: las redes sociales.
«Esto no es cosa de un líder. Nunca más queremos tener un líder», explicaba a EL MUNDO Tai Campbell, de 43 años y vecino del área metropolitana de Washington. «Las redes sociales han estado atronando todo este tiempo sobre estos escándalos. Llevo nueve años trabajando con la comunidad [afroamericana] y nunca había visto nada como esto», concluía.
Las redes sociales han llegado en el momento en el que los afroamericanos están más divididos que nunca. Es algo que quedó de manifiesto ayer cuando, en el bien coreografiado evento, un grupo de jóvenes de Ferguson –la ciudad de Misuri en la que Brown fue muerto a tiros y que ha vivido semanas de disturbios raciales– trataron de reventar el acto hasta que Sharpton les dejó acceder a la tribuna de oradores.
«Este movimiento fue lanzado por los jóvenes», dijo una de las manifestantes. Era una crítica a un acto que fue visto por algunos como un paripé de Sharpton, un político más interesado en mantener su control sobre la comunidad afroamericana que en aumentar el poder de ésta.
Sharpton jugó ayer la baza de Martin Luther King. «Esto no es una marcha blanca o una marcha negra», dijo desde el micrófono. Tenía razón. En el evento había también muchos blancos. Faltaban, sin embargo, otras comunidades que cada día tienen más peso en EEUU. Los inmigrantes africanos –Washington es la ciudad con mas etíopes del mundo fuera de África– no estaban, en buena medida porque se sienten discriminados por los negros estadounidenses.
Tampoco estaban los latinos, por la misma razón. Ni la minoría que más éxito está teniendo en los EEUU del siglo XXI: los asiáticos. En cierto sentido, la marcha de ayer fue un evento del siglo XX, tanto desde el punto de vista del liderazgo como del tecnológico e, incluso, del étnico.
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