POLÍTICA
Populismo nacionalista en Europa
El autor analiza el papel que juegan partidos como el UKIP o Podemos en la Unión Europea. Sostiene que la crisis ha propiciado la aparición de formaciones sin programa que se inventan sus políticas
El Mundo, , 17-12-2014DE ACUERDO con una encuesta reciente en Inglaterra, el 40% de los votantes apoyaría a un candidato anti Europa si hubiera uno disponible en las próximas elecciones generales. Ese tipo de presión pública ya ha dado lugar a importantes éxitos políticos para el pro nacionalista UKIP, pero, irónicamente, el principal opositor del UKIP, a saber, el Partido Conservador bajo Cameron, también tiende a moverse hacia una política anti Europa. De hecho, la mayoría de los políticos británicos empiezan a tener miedo de hablar en defensa de la CE.
Eso ha creado una situación excepcional que amenaza con cambiar la política no sólo británica sino también europea. ¿Y qué pasara con las finanzas de Europa, si una posible Escocia y Cataluña independientes fueran también excluidas de la comunidad?
Bien podemos imaginar el nuevo escenario: una CE sin Cataluña, sin Escocia, sin Inglaterra. ¿Qué pasará? No es necesario preguntarlo. Las cosas ya están sucediendo. Hace poco, David Cameron advirtió que el anuncio de la sobretasa de 1,7 billones impuesta por la CE había desencadenado un aumento del 10% en el número de votantes que quieren salir de la Unión. El primer ministro ha dejado claro que el tema está empujando a Gran Bretaña hacia la puerta de salida. En 2017 el Gobierno británico convocará un referéndum sobre la adhesión a la UE, que bien puede cambiar toda la faz de la política británica. La ironía es que ninguno de los líderes políticos de Gran Bretaña quiere salir de la UE; están simplemente jugando con la cuestión en un esfuerzo por socavar el creciente apoyo por el pro nacionalista y populista UKIP.
Los políticos, sin embargo, son a menudo tan insensatos como para creer en lo que ellos mismos dicen. Al insistir tanto sobre la situación, pueden terminar convenciendo al electorado. Si terminan sacando al país de la UE, después de la euforia inicial se darán cuenta de que los mismos problemas siguen ahí, y no van a desaparecer. Para muchos británicos, dejar la UE representa la misma esperanza gloriosa con la que los catalanes se recrean cuando sueñan con salir de España. Para algunos catalanes, la vida fuera de España será maravillosa, habrá pleno empleo, los impuestos van a bajar, la inmigración va a desaparecer, todo el mundo va a lograr algo que se llama libertad. Del mismo modo, los nacionalistas británicos partidarios de salir de la UE (¡después de 44 años de ser miembros!) imaginan una nueva Gran Bretaña sin desempleo, con impuestos bajos, con la libertad para restringir la inmigración, con alta producción industrial, y con la libertad de decidir los elementos de las leyes británicas.
¿Pero a qué volvería realmente el Reino Unido si deja Europa a causa de la presión populista? En términos nacionales, volvería a su antiguo estado de Inglaterra, ya que los escoceses parecen decididos a abandonarla. Pero ya no sería la antigua poderosa Inglaterra de la época del imperio. Sería una nacionalista Pequeña Inglaterra, privada de su identidad europea y también de su imperio mundial. Sería una Pequeña Inglaterra despreciada por EEUU, e incluso por la China. Su voz como un líder mundial pronto disminuiría, y el mundo no tardaría en prestar poca atención a lo que estaría diciendo o pensando. Su enorme poder financiero derivaría poco a poco hacia otros centros europeos, como Zúrich. Por supuesto que la propia Europa también quedaría gravemente afectada por la pérdida del Reino Unido. Durante sus años en la UE, Gran Bretaña siempre mantuvo el equilibrio entre las aspiraciones de Francia y Alemania. Sin Gran Bretaña, los europeos no tendrían otra opción que elegir constantemente entre los alemanes o los franceses. Europa podría retroceder a donde estaba en el apogeo de su gloria imperialista: dividida, querellada, dominada por Alemania o Francia, o incluso Rusia.
En todos los países en los que la crisis ha hecho que la gente pierda su fe en la política tradicional, los votantes están eligiendo soluciones radicales, y evitando los partidos tradicionales. La crisis y austeridad acarrean la polarización y la fragmentación política, y está sucediendo en casi todas partes en Europa. Hay dos tendencias preocupantes en todo esto. En primer lugar, los votantes parecen estar dando su preferencia a los partidos políticos que no tienen programa político en absoluto, como el UKIP, que sólo va inventando sus políticas de un día para el otro. En Cataluña, ERC, y en España Podemos, notoriamente no tienen ningún programa en absoluto. En segundo lugar, parece que hay una alianza entre los intereses de la izquierda y la derecha, como en los casos de Cataluña y Escocia, donde los nacionalistas populistas, bajo el liderazgo de la derecha, han atraído el apoyo de la izquierda tradicional.
La implicación general de todo esto es que se ha producido una gran fragmentación de los sistemas de partidos políticos de muchos países. El Reino Unido es un buen ejemplo de esto. Mientras la cifra de miembros de los principales partidos está cayendo, la de miembros del populista UKIP está creciendo, al igual que del Partido Nacional Escocés (SNP), que según las encuestas recientes pueden acabar con los escaños de los laboristas en Escocia en las elecciones del próximo año. De la misma manera, en Cataluña ERC, que era casi invisible hace unos años, ahora se prevé que sea el partido más grande en el sistema catalán. Y todos sabemos del extraño fenómeno de Podemos en el resto de España. Los partidos tradicionales de derecha y de izquierda se están convirtiendo en víctimas de la nueva oleada populista. Los partidos tradicionales no pueden mantener su posición.
Es un patrón que se refleja en todo el continente, en la mayoría de los países desde Francia a Grecia. A raíz de la crisis económica de 2008, el apoyo a partidos del sistema se desplomó. La radicalización ha ayudado al surgimiento de los movimientos populistas. En la mayor parte de Europa, ese proceso se inició mucho antes del crash, ya que los niveles de vida de la clase trabajadora se estancaban bajo el impacto de la globalización. La crisis fue aprovechada por los partidos que intentaron culpar a la inmigración extranjera por los problemas de la clase obrera. La tendencia sigue ahí, no sólo en la Francia de Le Pen, sino también en Inglaterra, Alemania y Europa del Este. Ha sido menos marcada en España, a pesar de que existe allí también, dependiendo de la región y la naturaleza de la minoría inmigrante.
Los partidos populistas están llenando el vacío político dejado por los partidos socialdemócratas y de centro izquierda que apoyaban las políticas sociales que cuestionaron el papel de los grandes financieros. Mientras que los partidos de centro están perdiendo votos en favor de grupos como el Frente Nacional y el UKIP, los partidos socialdemócratas son castigados más severamente y se enfrentan a una potencial desaparición. Tanto en Escocia como en España, por ejemplo, los clásicos partidos de izquierda se enfrentan a la extinción.
HAY ESPACIO para un solo comentario más. Una de las actividades más inquietantes del populismo nacionalista ha sido en el área de la política de independencia. Los movimientos independentistas de Escocia y Cataluña parecen haber aumentado su apoyo electoral por arte de magia en el plazo de tres años a partir de menos del 20% a más del 50% de intención de voto. Han conseguido esto –especialmente en Cataluña– a través de un patente populismo que se ha negado a discutir cuestiones políticas reales y en su lugar excita al público con visiones de un paraíso futuro que hará las delicias de la vida de todos. En Cataluña, en particular, sectores de la inmigración negra, inmigrantes musulmanes, población gitana y otras comunidades, incluso de Andalucía, han sido seducidos por las promesas populistas de una tierra libre de felicidad ilimitada. ¿Qué mayor esperanza para un inmigrante que una solución a todos sus problemas? Los independentistas, lejos de ser protagonistas orgullosos de la cultura nacional, se han convertido de hecho en la categoría más vulgar de nacionalistas populistas.
Henry Kamen es historiador británico. Su último libro es España y Cataluña. Historia de una pasión (Esfera de Libros, 2014).
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