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Hinchas descastados y bajo sospecha
Deia, , 08-12-2014AL término del derbi barcelonés, resuelto por Leo Messi con otra exhibición de arte y eficacia, le preguntaron a Luis Enrique sobre la medida adoptada por el Real Madrid, conocido que la LFP denunciará ante el Comité de Competición los cánticos proferidos por parte del público arremolinado en el Bernabéu contra el genio argentino (“Messi, subnormal”) y el Barça (“Puta Barcelona, puta Cataluña”) durante el partido del sábado frente al Celta. Sin esperar a la resolución del citado comité, el club blanco ha decidido prohibir la entrada en su estadio a diecisiete de esos angelitos con boquita de piñón detectados en la grada. “¿Sólo a diecisiete?”, respondió de súbito el técnico blaugrana. “Todas las medidas que se hagan para luchar contra la violencia me parecen muy bien. Pero si vamos a expulsar a los aficionados que insultan me parece que nos vamos a quedar solos, incluso los jugadores”, añadió el entrenador asturiano, y reproduzco sus palabras porque me parece una reflexión bastante sensata, no porque me parezca normal los insultos en los estadios, válgame el Cielo, sino porque lo veo tan consustancial y pegado a este invento, a la pasión y visceralidad que provoca el fútbol que, a día de hoy, no puedo imaginarme un estadio en plena ebullición con los parroquianos tragándose la bilis, y guardándose el exabrupto en aras del decoro y los buenos modales. Porque una cosa es la violencia, desde luego, las expresiones racistas o la ofensa más o menos estereotipada (el “Messi subnormal” o el “puta Cataluña” es como un mantra en el Bernabéu, y es tan así que ni el colegiado lo reflejó en el acta), y otra la reacción espontánea del hincha ante una patada descomunal o la proverbial pifia arbitral. ¿O acaso no han ensalzado eminentes psicólogos el fútbol por su naturaleza terapéutica, como bálsamo para combatir el estrés y otras angustias sociales?
A partir de la próxima semana, incluso se podrá cerrar el sector del estadio de donde procedan las ofensas, que puntualmente anotarán espías infiltrados entre la masa en base a una especie de código deontológico sobre el recato. Un catecismo, o sea. Se rumorea incluso que la súbita desaparición de Ángel María Villar, el máximo responsable del fútbol español, en estos días de indignación, condena y azoramiento bajo el signo de la muerte se debe precisamente a que está elaborando ese catecismo, y teniendo en cuenta su condición de católico, apostólico y romano igual nos encontramos con un manual asaz puritano, o un remedo de Santa Inquisición.
Ya me estoy imaginando la próxima final de Copa, con el Athletic (¡arriba esa moral!) y el Barça en el Bernabéu, Felipe VI en el palco y el personal arreándole una descomunal pitada, como a su padre, que sale de la entraña nacionalista y republicana del pueblo soberano. ¿Cerrarán el coliseo blanco; San Mamés y el Camp Nou por irreverentes y descastados? ¿Prohibirán acudir al fútbol a tan blasfemos feligreses? Pero, ¡cuidado!, porque otra cosa es el mantra (“ese portugués, qué joputa es…”) que se escapa en la Catedral (y en tantos estadios) a cada estropicio y consiguiente desplante chulesco con los que Cristiano Ronaldo suele festejar sus goles en territorio hostil.
A la espera de acontecimientos, el lusitano ya lleva marcados 23 tantos en trece partidos ligueros (no jugó en Anoeta), tres más que todos los jugadores del Athletic en las tres competiciones (Liga, Copa y Champions). Negados ante la suerte suprema del fútbol, es patológica la dependencia que tiene el equipo de Aduriz, lo cual ha llevado a Valverde a cometer decisiones insensatas, como sacarle en Alcoi ante la palmaria incapacidad de sus chicos; o acelerar el debut de Iñaki Williams sin apenas haber entrenado con la primera plantilla. Ante el Córdoba, y ya es decir, hasta el minuto 45 nadie del Athletic chutó contra su portería, una barbaridad que indica que además de impericia faltan ideas y capacidad de generar fútbol. Quemando todo el polvorín (Williams, Susaeta, Viguera, Sola…) no sonó ni un petardo. Y encima acaba November, el mes mágico del Athletic, y de Iturraspe, que en diciembre mantuvo su bigotín ¿por Fashion o a modo de amuleto? Perra suerte la suya.
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