La violencia acosa a un presidente negro que gobierna como si no lo fuera
La Voz de Galicia, , 06-12-2014Los peores disturbios raciales que vive EE.UU. en varias décadas coinciden con la presencia en la Casa Blanca del primer presidente negro de su historia. Eso hace que hayan surgido algunas preguntas. La primera es si hay alguna relación entre los dos hechos, si EE.UU. se ha vuelto más racista por tener un presidente negro. La segunda, derivada de esta, es si Obama gobierna de forma distinta por ser afroamericano.
La respuesta a la segunda pregunta es casi invariablemente que no. Obama ha intentado escrupulosamente alejarse de su raza durante su presidencia. No ha ocurrido lo mismo con su entorno. Su mujer Michelle hizo unas declaraciones durante la primera campaña electoral que fueron muy polémicas y que no ha vuelto a repetir pero que dejan claros sus sentimientos. Dijo que por primera vez su país había conseguido que se sintiera orgullosa cuando su marido se convirtió en candidato a la presidencia. El fiscal general Eric Holder, muy próximo a Obama, ha contado en diversas ocasiones sus «encuentros» con la policía solo porque es negro y ha hecho discursos encendidos contra el racismo. Incluso el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, que es blanco pero está casado con una afroamericana y es padre de dos hijos negros, aseguraba estos días que podía ponerse en el lugar de los padres de Eric Garner porque él mismo había tenido que explicarle a su hijo adolescente los problemas con los que podía encontrarse debido al color de piel.
Pero Obama ha sido muy tímido. Solo una vez se mostró públicamente como negro. Cuando el adolescente afroamericano Tryvon Martin murió tiroteado por un vigilante blanco declaró que Tryvon podría haber sido su hijo. Algunos conservadores lo criticaron ferozmente por esas palabras. Pero a la vez también es criticado duramente por algunos líderes afroamericanos por mostrarse tan tibio en todo lo referente a la raza.
Cuando el gran jurado de Misuri decidió hace diez días no procesar al policía que mató a Michael Brown, el presidente convocó a diversos líderes afroamericanos y de derechos civiles. Tras esa reunión se impulsó la decisión de que los policías lleven cámaras como forma de asegurar que sus actuaciones serán más medidas. De nuevo, le llovieron las críticas desde sectores conservadores que le acusaron de pensar solo en su raza.
Los últimos acontecimientos pueden empujar al presidente a hacer por fin algo más allá de reconocer que el racismo es «un problema nacional»: «Cuando alguien en este país no es tratado con igualdad ante la ley, estamos ante un problema. Y mi trabajo como presidente es ayudar a resolver los problemas», dijo. Pero su país, o al menos una buena parte de él, todavía espera un discurso en el que haga de portavoz de esa minoría tratada injustamente, el discurso de un presidente negro.
(Puede haber caducado)