La muerte de otro negro a manos de un policía blanco extiende la ira en EE. UU.
Un afroamericano tiene 21 posibilidades más de morir cuando interviene un agente
La Voz de Galicia, , 06-12-2014La historia se repite. Un policía blanco ha vuelto a matar a un hombre negro desarmado. El homicidio, que sigue punto por punto el patrón de los recientes casos de Misuri y Nueva York, extendió aún más la ira que ha movilizado los últimos días a decenas de miles de personas en todo EE.UU. contra el racismo policial.
Esta vez fue en Phoenix, Arizona, y como en ocasiones pasadas las versiones de policía, familia de la víctima y testigos se contradicen. El hecho probado es que Rumain Briston, un hombre negro de 34 años, estaba en su coche ante la puerta de un Seven Eleven cuando un policía se acercó a él. Lo que difiere es lo que ocurrió a partir de entonces, cuando Briston corrió hacia su casa y ya, en la puerta, el policía le disparó dos tiros en el pecho que acabaron con su vida ante su mujer y su hijo de quince meses.
Según el policía, recibió una llamada denunciando que Briston estaba vendiendo drogas en su coche por lo que el agente se dirigió solo hacia allí. La historia contada por el policía dice que el hombre se negó a sacar las manos de los bolsillos cuando el agente le pidió que las levantara y esa fue la razón, explicó, de que usara su arma. Según esta versión, Briston se echó a correr hasta su casa y llamó a la puerta que abrió su mujer. En ese momento, continúa la versión policial, se produjo un forcejeo entre ambos. El policía intentó agarrar las manos de Briston cuando notó que este tenía algo agarrado que creyó que era una pistola. Fue el momento en que disparó.
Según la versión de la familia de Briston, este había ido al Seven Eleven a comprar comida y estaba entrando en su coche para volver a su casa cuando el policía blanco se le acercó. La familia dice que Briston se fue corriendo porque el policía sacó su arma y que lo que tenía en la mano cuando el policía disparó, ya en la casa familiar, era un frasco de pastillas, algo que se ha podido comprobar que es cierto ya que el hombre no tenía ningún arma.
Todo recuerda al caso de Michael Brown que murió de forma similar el 9 de agosto en Ferguson, Misuri. Este homicidio encendió la mecha de los disturbios raciales más graves en EE.UU. en varias décadas. La situación se complicó aún más cuando el gran jurado decidió no imputar al policía blanco que mató al joven afroamericano. Una semana después, otro gran jurado también decidía no procesar al policía blanco que en julio provocó la muerte de otro hombre negro, Eric Garner, en Nueva York al aplicarle una llave prohibida.
Los casos han provocado una ola de protestas que se han extendido a todo el país. La noche del jueves miles de estadounidenses de todas las razas salieron a las calles de cientos de ciudades para protestar por lo que consideran que es una clara falta de justicia. En Nueva York, por segunda noche consecutiva, los manifestantes tomaron puntos emblemáticos de la ciudad como Times Square, el puente de Brooklyn o la entrada del túnel Lincoln. La mayoría de las protestas, tanto en Nueva York como en el resto del país, fueron pacíficas pero se produjeron altercados. En la ciudad de los rascacielos fueron detenidas 223 personas, principalmente por desobedecer la orden de la policía de despejar las calles.
Las manifestaciones que recorren el país de este a oeste no denuncian solo lo ocurrido en los casos de Brown, Garner y ahora Briston, sino algo mucho más profundo: una diferente forma de hacer justicia según se trate de blancos, negros y otras minorías. Líderes de derechos civiles están levantado su voz para pedir que se utilice este momento para cambiar un sistema que no funciona y al que describen como profundamente racista.
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