Las hienas del fútbol

Fascistas o de extrema izquierda, los ultras amenazan a presidentes, intimidan a las aficiones rivales y se presentan como garantes de las esencias del club. En realidad son «el cáncer» de los estadios

Las Provincias, julián méndez, 04-12-2014

El día que me muera, yo quiero mi cajón pintado de azul y blanco, como mi corazón». La canción, que tantas veces coreó el difunto Francisco José Romero Taboada, Jimmy, junto a sus colegas de Los Suaves en la General de Riazor, le acompañará en el camino hacia el cementerio. Y resonará, como un desafío, este sábado sobre el césped del estadio coruñés, con los jugadores del Málaga y el colegiado Gil Manzano como espectadores forzados del homenaje.

Los Suaves, un grupúsculo de los Riazor Blues, con su violenta ideología de ultraizquierda obrerista latiendo en las bufandas, reproducirán con Jimmy los pasos de los homenajes a los caídos. Habrá cánticos y silencios, lágrimas y gritos de venganza. Son los códigos de las manadas del fútbol. Ayer ya podía leerse esta pintada al borde del Manzanares: ‘Aquí fue asesinado Francisco J. Romero. ¡Ni olvido ni perdón!’

«No hagamos caso de sus mensajes. El fútbol no genera violencia. Es la violencia la que se introduce en el fútbol. Las ideologías se infiltran bajo las camisetas. Los estadios no albergan hinchas, albergan delincuentes», proclama Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia y, él mismo, una víctima antigua de estos exaltados. «El fenómeno ultra afecta a toda España. Es un cáncer. ¿Qué hacen los directivos de los clubes? Pactar silenciosamente con ellos para que no haya situaciones de especial dificultad dentro de los estadios. Pero lo peor está fuera; acabamos de verlo el domingo en Madrid», denuncia Ibarra, látigo infatigable contra estas pandillas.

«La mayor infección son los neonazis infiltrados entre los ultras. Ellos son los más violentos. ¿Sus nombres? Los Ultra Sur, que no han desaparecido del todo del Real Madrid. El Frente Atlético, que aún sigue vivo en el Atlético de Madrid. Los Ultra Yomus, de la Curva Norte del Valencia. Y entre ellos establecen alianzas por términos ideológicos», radiografía Ibarra.

Por eso los Biris Norte sevillistas (de ultraizquierda) abrieron un boquete en sus gradas el domingo para mostrar una pancarta con crespón negro en homenaje a Jimmy, ligado a una banda de su misma ideología. Por eso mismo, algunos ultras fascistas del Sporting, así como un puñado de Bukaneros antisistema del Rayo y seguidores del Alcorcón (aunque ahora todos se desmarquen) se sumaron a la batalla campal organizada junto al Manzanares. «Les da lo mismo. Lo suyo es la violencia. Y van a buscarla donde sea y como sea», resume Ibarra.

¿Soluciones?

En Inglaterra acabaron con el fenómeno en dos telediarios. Cada vez que se producían altercados entre los ‘hooligans’ o se escuchaban mofas o cánticos racistas… se suspendía el encuentro. A John Terry, defensa del Chelsea, le cayeron cuatro partidos por insultos y tuvo que abandonar la selección. A Luis Suárez, el flamante fichaje del Barça, ocho por la misma causa. Junto al Támesis, bromas, las justas. «Aquí debería hacerse lo mismo. Expulsar a los ultras violentos de los campos de fútbol. Ya lo han hecho Barça y Madrid aplicando sus reglamentos internos. No deben gozar de privilegios», subraya Ibarra. «Pero sigue habiendo permisividad, condescendencia con los ultras», lamenta. Los del Frente Atlético y los Riazor Blues todavía disfrutan de instalaciones en sus estadios donde guardan bombos y pancartas, reciben entradas que luego revenden y los ultras madrileños hasta gestionan los bares que se sitúan junto a su grada, en el Fondo Sur.

Amenazas a los presidentes

Pero no es nada fácil echar a los violentos de los estadios. Que se lo pregunten a Joan Laporta. «Un infierno», resume su tarea. En 2003, tras el triunfo electoral, quiso acabar con los Boixos Nois, que se habían adueñado del Camp Nou durante las dos décadas del ‘nuñismo’. Viajaban, tenían entradas y habitaciones por la patilla en los mismos hoteles que el primer equipo. Laporta aireó que le habían chantajeado: a cambio de un trato de favor no armarían camorra. Se negó y los ultras respondieron lanzando bengalas en el estadio y pegándole una paliza a un marroquí.

La nueva directiva cambió las cerraduras de las dos salas del Camp Nou: dentro había banderas, pero también palos y barras de metal. Hubo expulsiones. Y Laporta y su familia sufrieron insultos y numerosas amenazas de muerte. Le pusieron escolta. Gracias a que los teléfonos de los cabecillas estaban intervenidos, pudo librarse de la paliza que le tenían preparada. A sus vecinos ‘periquitos’, las Brigadas Blanquiazules del Español, de ideología fascista, no les va mejor la cosa: tienen prohibido entrar en Cornellá.

A Florentino Pérez le está pasando tres cuartos de lo mismo con los Ultra Sur. De ser mimados por directivos y jugadores que les regalaban entradas y se fotografiaban con ellos en sus concentraciones, a ser declarados personas no gratas en el Bernabéu. Florentino aprovechó una lucha de poder en el seno de la peña para expulsarlos. Ahora el presidente se desayuna con pancartas del estilo ‘Amo al Madrid. Odio a sus dirigentes. Florentino dimisión’, colgadas de los puentes de la M – 30. Y le toca escuchar de todo. Pero los Ultra Sur (algunos pertenecen a grupos neonazis como los Hammerskin y han sido detenidos por asociación ilícita, agresiones racistas y ataques a antifascistas) apenas asoman ya por el Paseo de la Castellana.

Los seguidores radicales del Atlético de Madrid también se caracterizan por su ideología derechista. El Frente Atlético es el grupo ultra más numeroso de Primera División: unos 4.000 hinchas. Divididos en secciones y escuadras, no esconden su mimetismo hitleriano y su credo nacionalsocialista. En 1998, el grupo Bastión asesinó por mano del fascista Ricardo Guerra Cuadrado al aficionado de la Real Sociedad Aitor Zabaleta.

Presos y Biri – Biri

Por el mismo río ultra, aunque por la otra orilla, transitan los Bukaneros del Rayo, según algunas fuentes, «uno de los grupos más inquietantes del fútbol español». Son unos 300 militantes de extrema izquierda, ligados a la Coordinadora Antifascista de Madrid. A raíz de diversos altercados, la Policía registró su sede, donde les intervinieron bengalas, botes de humo, petardos, martillos, cascos y escudos artesanos. En su portal de internet, donde muestran sus condolencias por el fallecimiento de Jimmy y niegan que sus miembros participaran en la reyerta, se posicionan «contra el racismo, la represión y el fútbol negocio». El Rayo es «símbolo y orgullo» de la clase obrera, dicen. Al parecer, mantienen lazos con las Brigadas Amarillas del Cádiz y con los Biris Norte sevillanos, el grupo organizado más antiguo de España (unos mil) y que toma su nombre del jugador gambiano Alhaji Momodo Njle, Biri – Biri. El expresidente José María Del Nido rompió con ellos y les prohibió la entrada al estadio. Desde entonces se la tienen jurada.

Cualquier mapa no quedaría completo sin citar a los Herri Norte del Athletic (hoy bastante difuminados en el nuevo San Mamés), con sus pancartas llamando a la reagrupación de presos y sus gritos de ‘hay que matar al ultrasur’ y ‘españoles, hijos de puta’ en cada saque de portería contraria. Para distinguirse se hacen llamar ‘antiultras’. En Osasuna está Indar Gorri, dos centenares de hinchas abertzales radicales, como los donostiarras de la Peña Mujika.

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