La voz de los rebeldes de Ferguson: «Solo la violencia hace llegar el mensaje»
ABC recorre la ciudad de Misuri que ha vuelto a hacer aflorar la tensión racial en los Estados Unidos
ABC, , 26-11-2014Una mesita alta del restaurante de comida rápida Subway en la calle South Florissan, en Ferguson (Misuri), está atiborrada de bocadillos gigantes, bolsas de patatas fritas y bebidas. Los devoran Orlando Brown y Jarmell Hasson, dos jóvenes que se han convertido en el símbolo de las tensiones raciales que conviven en la sociedad estadounidense. Es el comienzo de la noche del martes y el local está en frente de la comisaría, protegida por medio centenar de miembros de la Guardia Nacional. La noche anterior Ferguson había ardido en llamas después de que se conociera que Darrell Wilson, el policía que había matado al joven Michael Brown, no fue imputado.
Orlando dice que llegó a casa a las seis de la mañana aquella noche, en la que los manifestantes quemaron una docena de edificios cerca de donde murió Michael Brown. Tiene tantas ganas de comer como de hablar. «No se escuchan nuestras voces. Las actitudes pacíficas no van a solucionar nada», dice con tranquilidad. «Esto no va a parar. Vosotros vais a venir aquí dentro de seis meses y seguiremos peleando». Habla con claridad, mirándote a los ojos. «La violencia es necesaria para que llegue el mensaje», añade Jarmell, que tiene la envergadura de un jugador de fútbol americano.
La calma es tensa en esos momentos en la calle, delante de los guardias nacionales. Después de una noche caótica que volvió a poner a Ferguson en el foco mediático de todo el mundo, las autoridades han inundado las calles de policía: más de 2.000 unidades de la Guardia Nacional, ‘troopers’ del estado de Misuri, policía del condado de Saint Louis, policía local… Ayer había más de un policía por cada diez habitantes de Ferguson.
«Policía racista»
Los gritos, eslóganes, coros –«manos arriba, no disparéis», «no a la policía racista», «las vidas de los negros importan»- no se escuchan a cinco kilómetros de ahí, en West Florissant Avenue y Caufield Drive, donde murió Brown. La policía tiene acordonada la zona por ser ‘escena de crimen’ bajo investigación, y solo deja acceder a los periodistas. Todavía huele a quemado en los edificios que ardieron la madrugada del martes: el salón de belleza en la esquina de la calle en la que Wilson disparó a la víctima, la carnicería Sam o los almacenes de Public Storage. Ayer seguía siendo una zona oscura, sin vida, con el único movimiento de las sombras de los guardias nacionales en sus uniformes de camuflaje.
De vuelta en la comisaría, la tensión crece. Llegan más manifestantes, sobre todo jóvenes, con capuchas, las caras tapadas con pañuelos y máscaras. Se produce alguna detención aislada y, de repente, una oleada de manifestantes marcha hacia el norte, hacia el Ayuntamiento de Ferguson. Allí algunos golpean, vuelcan y prenden fuego a un coche de policía, que llega en pocos minutos y lanza botes de gas lacrimógeno. Orlando no iba de farol: armado con un megáfono y con la cara descubierta, corre hacia donde está la policía y anima a los manifestantes a ir a por más. Se escucha el estruendo de una luna rota de una marquesina, golpes a algún coche que atraviesa la calle, jóvenes que gritan con el cuerpo fuera por la ventanilla de otro vehículo.
«Queremos prisión de por vida»
Al rato, el gas hace su efecto y solo se oyen los tosidos de la gente. Entre ellos, dos jóvenes, con la cara tapada, que se hacen pasar por Pookie y Cary Winston. Tienen 18 y 19 años, y apenas pueden hablar por el picor en la garganta. ¿De dónde sois? De aquí, de Saint Louis. ¿Cuál es el objetivo de todo esto? No habrá justicia hasta que haya paz [‘No justice, no peace’, uno de los gritos más repetidos]. ¿Qué justicia buscáis? Que acaben con Wilson. ¿Qué significa eso? Prisión. De por vida.
Ayer las protestas y las detenciones –solo durante la madrugada se realizaron 44- continuaban en Ferguson, pero también en la ciudad de Saint Louis, con concentraciones que la policía disolvió a la fuerza. Entre tanta tensión, hay voces muy contrarias a la violencia. “¿Dónde estaba ayer la Guardia Nacional?”, protestan Pam y Sandy, dos voluntarias de unos cincuenta años, que trabajan para ayudar a desarrollar negocios locales en Ferguson. «Dicen que luchan por la gente negra, pero muchas de las tiendas que han destrozado son de negros de aquí». Orlando lo ve de otra forma: «Cuando EE.UU. va a una guerra, se producen daños colaterales. Esos negocios resulta que están en una zona que está en guerra. ¡Esto es más importante que tu tienda!».
(Puede haber caducado)