La ayuda contra el cáncer que vino del Este

El Mundo, ESTHER ALVARADO MADRID, 24-11-2014

Llegó Ivana de Serbia y con ella vientos fríos del Este o, lo que es lo mismo, un soplo de aire fresco y nuevas ideas para la investigación, que no es poca cosa. Su laboratorio, en el CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) es más o menos como todos: un maremágnum de tubos, máquinas, microscopios, balancines, ordenadores y un lenguaje indescifrable para los profanos: el lenguaje de la ciencia.

Para ella está claro; por más fórmulas que utilice o porcentajes que la rodeen, Ivana sabe que esa mancha en un papel revelado en el laboratorio significa que una proteína reaccionó con algo en determinadas condiciones y que eso, sépanlo bien, tiene su importancia. Es bióloga molecular, por cierto, y para entender en qué iba a trabajar «tuve que aprender mucho y leer una barbaridad», reconoce. Disfruta de una beca de la Obra Social de La Caixa y eso es lo que le permitió venir a España hace tres años y aprender nuestro idioma como usted no se imagina. Tiene facilidad para las lenguas, pero además, asegura, «en mi país el español es conocido por la televisión».

Le queda un año más de beca predoctoral y aspira a quedarse en España investigando este maldito cáncer que ya la impacienta: «Aún no he tenido un hallazgo muy importante. A pesar de que te esfuerzas mucho, a veces las cosas no salen, pero voy a seguir adelante», asegura. Ivana sabe que la ciencia se construye como lo hace ella; poco a poco, paso a paso, con constancia. La experiencia, además, le ha servido para averiguar que le gusta «la investigación clínica más que la básica, porque consiste en descubrir algo que va a beneficiar mucho a los pacientes, y eso me gusta mucho más».

En este caso, además, un hallazgo, por pequeño que fuera, marcaría la diferencia. Y es que el apellido del cáncer que investiga es «triple negativo» y da la casualidad de

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