La batalla con los populistas del UKIP por el escaño de Rochester marca el futuro de Cameron
La formación que lidera Nigel Farage humillará al partido conservador si gana hoy los comicios en este enclave
ABC, , 19-11-2014La resaca de una larguísima crisis va sembrando Europa de populismos. A veces brotan por la extrema izquierda, como el Syriza griego y Podemos. Otras vienen de la derecha xenófoba, como el Frente Nacional de Francia o el Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP). La formación eurófoba del dicharachero y dipsómano Nigel Farage le quita el sueño a David Cameron, porque puede frustrar sus matemáticas para seguir siendo primer ministro tras las generales del próximo mayo. Hoy los conservadores afrontarán una dura piedra de toque en la circunscripción de Rochester y Strood, una zona de alto nivel de vida, a solo media hora de Londres, donde 70.000 electores están llamados a cubrir la baja de Mark Reckles, diputado conservador que se pasó a las filas de UKIP en plena convención «tory» y que ahora se presenta por su nuevo partido.
Si UKIP gana hoy en Rochester, lo que todas las encuestas dan por hecho, será un aviso rotundo de que podría repetir la proeza en todo el Reino Unido. Su caladero son los conservadores desencantados, que sucumben a la música del rechazo al extranjero, nada justificada: Londres, por ejemplo, tal vez la urbe más pujante del mundo, tiene un 30% de población foránea.
Nadie cuenta con que los eurófobos puedan ganar las elecciones generales. Pero sí es posible que le abran a Cameron un boquete en el costado derecho que serviría en bandeja el Número 10 al cuestionadísimo líder laborista Ed Miliband.
El 9 de octubre, UKIP propinó un repaso a los conservadores en otras elecciones anticipadas, las de Clacton, donde los populistas obtuvieron el primer parlamentario de su historia. Hoy pueden lograr el segundo. Cameron quiere evitar la humillación y ha movilizado a sus parlamentarios, a los que ha ordenado visitar al menos cinco veces la circunscripción en campaña. El primer ministro ha cumplido. Pero sus señorías han remoloneado: solo 15 han atendido la orden, y con visitas de médico. «The Times» las ha cronometrado y la media ha sido de 53 minutos. El jefe de la mayoría parlamentaria conservadora, William Hague, estuvo una hora y un minuto, timbró a diez puertas y solo le abrieron en tres.
Las encuestas continúan imposibles para los conservadores, que siempre habían mandado en Rochester. Las últimas otorgan al tránsfuga Mark Reckless, el candidato de UKIP, el 44% de los votos, un 32% a los conservadores y un 17% a los laboristas, que se desploman diez puntos respecto al 2010. Los liberales de Clegg se tornan residuales (2%).
Enemigo de sí mismo
Para fortuna de Cameron, el peor enemigo de UKIP es a veces el propio UKIP, con sus salidas de tono. El martes, en un debate televisado con otros candidatos, Mark Reckless afirmó que si su partido ganase las generales, el Reino Unido dejaría la Unión Europea y todos sus inmigrantes serían deportados. Ante tal alarde xenófobo, le preguntaron si echaría a «un fontanero polaco con trabajo y familia en el país y bien asentado». Reckless matizó que en ese caso se le podría ver «con simpatía», pero no se apeó. La candidata laborista en Rochester, Naushn Khan, le recordó en directo en televisión que sus padres eran emigrantes y le preguntó si los iba a echar.
Las palabras de Reckless han sido demasiado hasta para el UKIP. Nigel Farage, su jefe de filas, las desautorizó ayer y el propio candidato retiró lo de deportar a inmigrantes. Aún así, es dudoso que este tipo de baladronadas les resten votos, porque la parroquia de UKIP se compone en gran medida de nacionalistas ingleses que aún habitan en las viejas glorias imperiales y compran el discurso del odio al extranjero. De hecho, Cameron ha insistido también en el control de la emigración, una de sus banderas ante la crecida populista, y ha prometido para 2017 un referéndum sobre la continuidad en la UE. Por su parte, su candidata en Rochester, la ex ejecutiva Kelly Tolhurst, asoció inmigración con delincuencia y pérdida de servicios sociales para la clase media inglesa blanca. Ese es el nivel del debate en un país que marcha bien económicamente.
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