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Trapaceros
Deia, , 19-11-2014lA Real Academia de la Lengua, que acaba de publicar la edición número 23 de su diccionario, dice que los gitanos somos unos trapaceros. ¡Manda huevos! que dijo con gran acierto y mucho enfado quien fuera presidente del Congreso de los Diputados sin apercibirse de que su micrófono permanecía abierto.
Hemos intentado averiguar qué cosa es ser un trapacero y nos hemos quedado muy tranquilos porque, por fin, los sesudos académicos de la Real Academia de la Lengua, tras devanarse los sesos, han decidido equipararnos a los más conspicuos personajes de la vida pública española. Mariano Rajoy, y todos los miembros de su Gobierno, según algunos líderes de la oposición, son unos trapaceros. ¡Bien!
Pero cuando oímos a Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, especialmente en la sesión parlamentaria de control del Gobierno, dirigirse a la bancada socialista, llegamos a la conclusión de que Pedro Sánchez y todos sus correligionarios son unos trapaceros. ¡Bien!
Y tal como andan las cosas en Cataluña, y por lo que oímos cada día, Artur Mas, Oriol Junqueras, la señora Camacho y el señor Iceta son unos redomados trapaceros. ¡Bien!
De la misma forma que integran un numerosísimo ejército de trapaceros todos aquellos que, en decir de Pablo Iglesias, integran la casta política de este país.
Estamos rodeados Por desgracia para el sistema de libertades que nos hemos dado y que garantiza la Constitución española, esa que tras el largo túnel de la dictadura franquista algunos contribuimos a redactar, cada día son más los españoles que piensan que estamos rodeados de trapaceros.
Pero, ¡ay, amigo! Los señores y señoras trapaceros de la Real Academia de la Lengua no se han atrevido a situar como cuarta o quinta definición de los anteriores colectivos algo así como “en el sentir popular, dícese de ellos que son unos trapaceros”. No se han atrevido. No han sido capaces de echarle huevos; es decir, actuar valerosamente, como dice la propia Real Academia Española en la acepción número quince de la palabra huevo.
A nosotros sí Pero a los gitanos y gitanas de este país, hombres y mujeres que llevamos años luchando por sacudirnos la ignominia del analfabetismo, la esclavitud que supone tener el mayor índice de paro de toda España, y de padecer los mayores grados de exclusión social, a nosotros sí hay desvergüenza académica para llamarnos trapaceros.
Estamos luchando por hacer valer nuestra buena imagen que es la verdadera. Niños que van al colegio, gitanas jóvenes que van a la universidad a pesar de que ellas y sus padres vivan en condiciones que claman al cielo. Pero da igual. Creíamos que estos académicos darían el paso decisivo para quitar de nosotros el sambenito que tan injustamente nos acompaña porque todavía hay gente que ve en nosotros la imagen de todos los males.
La Real Academia Española de la Lengua, con su nuevo diccionario, ha dado una inyección de ánimo y vitalidad a todos los racistas de este país que ahora, como mal menor, seguirán llamándonos trapaceros.
Por cierto, que no se me olvide, la definición que la Real Academia de la Lengua da a este término en su quinta acepción ─ – no sé en qué personajes estarían pensando los académicos─ – al referirse a nosotros es la siguiente: el gitano es una persona “que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto”.
¡Chorri baxt te aven!
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