Un rumano, 58 españoles
Es la comunidad extranjera más numerosa de nuestro país. La empobrecida Rumanía elige estos días nuevo presidente con pocas esperanzas de cambio El ‘boom’ del ladrillo fue un imán: un obrero ganaba 200 euros en Bucarest y 3.000 en Madrid
Diario Sur, , 11-11-2014Mihail Kogalniceanu, abogado, historiador y más tarde ministro, fue el primer rumano que pisó España, en 1845. En 1936 llegó otro, Valter Román, a luchar en la Guerra Civil con las Brigadas Internacionales. Aquí se casó con Hortensia Vallejo, comunista de militancia, y tuvieron cuatro hijos: Raúl, Mirella, Carmen y Petre. Caprichos de la Historia, Petre fue el primer ministro de la Rumanía post comunista (1989-1991), después de la caída de Ceausescu. Mihail y Valter acortaron la distancia entre Rumanía y España (3.146 kilómetros), un viaje que ya han hecho casi un millón de rumanos. Son la comunidad extranjera más numerosa de España: 720.492 personas, seguida de la marroquí (621.416), según los datos de 2014 del Instituto Nacional de Estadística. Llegaron a ser 829.936 en 2012, pero la crisis que no acaba les ha animado a volver a casa.
Claro que en Bucarest el panorama no es más alentador que en Madrid. El paro es casi anecdótico: 6,7% (frente al 24,4% de España), pero el sueldo medio también: 395 euros al mes en un país en el que alquilar un piso cuesta 200 ó 250 euros, 20 el pase mensual del autobús, 4 la entrada al cine, 80 céntimos el café y 30 euros un análisis de sangre. Y eso que la Sanidad es gratuita… «Existe la costumbre heredada del comunismo de darle al médico un paquete de café o 10 euros por debajo de la mesa para que te atienda bien y una cajetilla de tabaco al funcionario para renovar el carné», cuenta Miguel Fonda Stefanescu, presidente de la Federación de asociaciones de rumanos en España.
Felix Damian, periodista afincado en Madrid desde hace doce años, sabe que la cosa sigue siendo así porque se lo cuenta su padre. «Tiene problemas de salud y una pensión que no llega a 200 euros. Cuando los enfermos van al hospital público muchos médicos les mandan a hacerse las pruebas a sus consultas privadas o a la de algún amiguete y les cobran 30 euros por un análisis».
Como a su padre no le llega, le envía dinero. Lo hacen los 3,2 millones de rumanos que viven en el extranjero, principalmente en Italia (993.000) y España, aunque cada vez más miran a Estados Unidos (476.000), Alemania (236.000) y Reino Unido (144.000). También a Canadá y Australia, en un intento de esquivar la crisis europea. «Un tercio de la economía del país se mantiene con el dinero que envían los familiares porque a la gente no le llega ni para pagar las facturas. Con la caída del comunismo, hace 25 años, apareció un capitalismo salvaje y los supermercados se ponen de acuerdo para subir los precios dejando al consumidor muy desprotegido. El rumano aguanta, es su carácter, pero también un defecto porque no protesta», lamenta Fonda. Las remesas de dinero han aliviado las estrecheces, pero también han provocado indeseadas extravagancias. «Muchos emigraron masivamente a Italia dejando a hijos de 7 u 8 años al cuidado de los abuelos. Como tenían mala conciencia empezaron a enviarles muchísimo dinero, así que de repente esos chavales tenían unas motos… Se ha creado mucho desorden familiar».
Las telenovelas
En España, el éxodo se produjo entre 2002 y 2008, con «el falso momento boyante del ladrillo». «En Rumanía ganaban 200 euros al mes y aquí a un ferrallista le pagaban 3.000. Hubo mucha economía sumergida, pero qué más les daba si les llegaba para vivir y para mandar a casa. Además, el rumano piensa que el que paga tiene razón y son menos exigentes con el patrón». El ‘boom’ inmobiliario provocó un ‘efecto llamada’ masivo: en el año 2000 había solo 6.343 rumanos en España, una cifra marginal. En 2004 ya eran 207.960 y el doble en 2006. Solo en 2007 llegaron casi 200.000: «Ese año Rumanía ingresó en la Unión Europea y los ciudadanos empezaron a gozar del derecho de libre circulación», dan la clave en la embajada. La inmigración siguió creciendo hasta 2012 para descender los dos últimos años a un ritmo del 3,9% y del 9,6%. Al revés, la cifra es anecdótica: hay unos 700 españoles en Rumanía (pero solo 482 están registrados en la embajada).
Allí no llenan un pueblo pequeño, pero aquí hay auténticas concentraciones. «Coslada tiene 80.000 habitantes y 16.000 son rumanos. ¡Pero si entré un día en un bar y no hablaban castellano!». Y eso que no les cuesta aprenderlo porque en tres meses se defienden (hay palabras muy similares: coalitia es coalición, senzatie significa sensación…). «El rumano es el único idioma de origen latino del Este de Europa y asimilar otros de la misma familia como el español no resulta muy complicado. Además, en los años 90 las televisiones empezaron a emitir las telenovelas latinoamericanas», cuentan en la embajada de Rumanía en Madrid. El idioma facilita la hermandad y el carácter ha hecho el resto: «Nos gusta charlar, hacer vida en la calle. Nos identificamos con el español y nos sentimos en casa»
– ¿Se han visto señalados?
– Hay gente que solo sabe de los rumanos por los delincuentes que salen en los medios. Pero, en general, el español es amable y educado –asegura Damian–.
Por eso le reciben tan bien en Rumanía. Ha tenido ocasión de comprobarlo José Miguel Viñals, cónsul honorario de España en Timisoara: «Tienen muy buena imagen de los españoles porque saben que les hemos acogido bien y que el español no es xenófobo ni racista».
– ¿Y allí, qué tal se vive?
– Este es un país genial. No existen las mismas comodidades, pero es un lugar muy seguro, incluso por la noche. Las chicas dejan el bolso y el móvil en la mesa y no pasa nada. La presión fiscal es más baja y para las empresas es un buen lugar para abrirse a nuevos mercados como Finlandia, Turquía, Rusia… Por no hablar de los parajes naturales. Incluso el clima se lleva bien porque aunque en invierno se llegue a menos veinte, es un frío seco. Eso sí, para un problema serio de salud me iría a España –advierte Viñals–.
Miguel Fonda tiene intención de quedarse: «En Rumanía no existen apenas asilos para ancianos, ni centros para menores abandonados. Solo hay dos autopistas, la carretera de circunvalación de Bucarest es una vía con un carril de ida y otro de vuelta… La calidad de vida aquí es mayor».
Solo votó el 48%
Estos días, el país elige a su nuevo presidente, pero la gente no cree que dé paso a un tiempo nuevo. «El poder se ha perpetuado y no sirve a la sociedad civil. La gente mayor tiene añoranza de la época dorada del comunismo porque quieren una política paternalista, que les den trabajo, comida…. Yo les digo: ‘¡Pero si no había libertad de expresión!’ Y muchos te responden:‘Sí, pero te daban de comer’», cuenta Damian. «La corrupción señala a todos los partidos. Hay una Ley de Transparencia que obliga a sacar las obras a concurso público, pero ya sabes quién se las va a llevar. La gente acepta todo, no como aquí, que intentan privatizar un servicio y los ciudadanos salen a la calle».
Quizá su manera de protesta sea no yendo a votar porque en la primera ronda de las presidenciales la abstención se ha disparado al 51%. El actual primer ministro, el socialdemócrata, Victor Ponta ha ganado la primera vuelta (40% de los votos frente al 31% del liberal Klaus Iohannis), pero no es una mayoría suficiente y habrá una segunda ronda el día 16. Muchos no han querido votar y algunos no han podido. «En España pusieron solo 38 colegios electorales. En Alcalá de Henares había 3 cabinas para 20.000 personas y 5 personas apuntando los datos. Con cada uno tardaban diez minutos, así que las colas eran impresionantes y la gente se marchaba. En París hubo protestas frente a la embajada». Es un comienzo.
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