"Cambiar de país también cambia tu visión del mundo"
"Cuando emigras, aprendes a ponerte en el lugar de los demás y comprendes que, para muchas cosas, estás solo"
El Correo, , 10-11-2014Bilbao es un buen lugar para vivir, sobre todo, para quienes se dedican al diseño. Este es el caso de Harold Durán, un diseñador colombiano que llegó hace cuatro años. «Vine por razones familiares, ya que tenía a mi sobrino aquí. Conocí distintas ciudades de España, como Granada, Barcelona, Sevilla o Madrid, pero finalmente me quedé en Bilbao. Andalucía, por ejemplo, es muy bonito, pero yo soy de tierra fría. Me gusta el clima del norte y encuentro que el País Vasco tiene un cierto parecido con Bogotá, mi ciudad. Llueve, hace frío y hay montaña», compara.
Para Harold, el cambio de país ha supuesto una gran experiencia creativa, profesional y personal. «Es mucho lo que aprendes; cambia tu visión del mundo. Estos años han sido bastante reflexivos para mí. Entre otras cosas, porque te das cuenta de que estás solo. Hay gente que te ayuda, pero también están quienes se aprovechan un poco de ti y de tu vulnerabilidad. También comprendes que, por mucho talento que tengas, sin trayectoria no eres nadie. Debes empezar desde cero y eso cuesta muchísimo. Es una constante muy dura, una sensación latente que está ahí y te acompaña a diario».
«Una vez que pasas por esa etapa inicial, por los momentos más difíciles, puedes hacer retrospectiva, cuantificar los obstáculos que has vencido y entender mejor el camino que has hecho – prosigue – . Encontrarte solo, lidiar con las adversidades o darte cuenta de que, de entrada, tienes un estigma solo por ser colombiano es muy útil para comprender las situaciones, sensibilizarse, desarrollar la empatía y aprender a colocarse en los zapatos del otro».
Un ejemplo doméstico de esto es la relación de amistad que construyó con otro joven, iraquí, que fue su compañero de piso. «Compartimos vivienda durante un tiempo, hasta que él se fue de Bilbao. En lugar de caer en generalizaciones, empezamos a detectar similitudes y a reírnos de las diferencias. Descubrimos que teníamos mucho en común y que podíamos bromear sobre las curiosidades culturales de cada uno. Con frecuencia nos decíamos: Vienes del otro lado del mundo, normal que hagas las cosas al revés», recuerda Harold, riéndose.
«Pero lo cierto es que, en general, no miramos lo que le sucede a los demás – añade, más serio – . Tendemos a pensar siempre que el de afuera nos va a quitar algo, y ese no es un pensamiento exclusivo de aquí; ese recelo existe en todas partes. Al mismo tiempo, la gente que migra pierde su esencia, su ser. Está más pendiente de cómo hay que comportarse, de lo que hay que mostrar, que de su naturalidad. Eso me entristece. En mi caso, intento hacer mi propio camino, mejorar en lo mío, buscar nuevas cosas cada día y trabajar en lo que me gusta, en lo que soy bueno, sin molestar a los demás», explica.
La creatividad, lo primero
Y lo suyo es, claramente, el diseño. Una profesión que empezó con el diseño industrial, pero que fue evolucionando hacia otras áreas, como la moda, lo gráfico o los soportes web. «Cuando todavía vivía en Colombia y me mudé a Cartagena, creé mi propia línea de camisetas. No encontraba nada que aunara calidad y precio, que fuera asequible pero con estilo, así que empecé a hacérmelas yo y, más adelante, a venderlas», relata. La experiencia, que unió diversos saberes – desde las técnicas serigráficas al trabajo de costura o la actividad comercial – le sirvió para desarrollarse en distintas áreas y poder trabajar por su cuenta.
«Siempre me he valido por mí mismo. Valoro mucho mi independencia, aunque sé que a veces cuesta mucho mantenerla. Incluso aquí, en los primeros tiempos, salí adelante con muy poco. Algún amigo me decía ‘estás en la olla, estás mal’ – refiriéndose a la zozobra económica – pero yo no hacía caso. Vengo de un país que permanentemente está en crisis, y he sobrevivido en él. ¿Por qué no podría hacer lo mismo aquí?», preguntaba entonces. «De hecho, prefiero el ‘coste’ que ha tenido dedicarme a lo que me gusta, a los proyectos que me interesan, que quedar atrapado en la rutina, en un trabajo sin cambios, sin posibilidad de crear. Esa es la parte del ‘sueño europeo’ que no me gusta».
«Cada día intento aprender algo más, sobre todo en este trabajo, en el que surgen cosas nuevas de manera permanente», explica Harold, que se ha embarcado en varios proyectos, desde un trabajo compartido con el fotógrafo Pedro Arregui hasta la colaboración con un anticuario, el diseño de páginas web y souvenirs de Euskadi. «Siempre involucro el ‘yo’ en mi trabajo. Pienso, estudio, me renuevo, hago mapas mentales para determinar un curso de acción. Y me siento satisfecho. La verdad es que nunca he pedido ayuda, pero tampoco me he sentido desamparado», concluye.
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