En un lado de la calle, Driss Kharroubi enseña a sus fieles las enseñanzas del Corán y la palabra del profeta Mahoma. En el otro lado, casi enfrente, vende carne y embutidos halal a sus clientes. Así transcurre la vida de Driss Kharroubi, el imán de la mezquita de Camiño Real, una de las dos que hay en Lugo capital. «Tienes que trabajar para vivir», explica este marroquí de 39 años que llegó a la ciudad amurallada hace siete meses aunque lleva en España casi diez años. En su caso, la carnicería es el empleo idóneo. «Al ser imán, la gente confía en mí porque sabe que no les voy a vender algo que no sea halal», confiesa sobre el precepto que prohíbe a los musulmanes consumir cordero, ternera, pavo o pollo que no hayan sido sacrificados mediante este rito, en el que el animal es degollado en dirección a La Meca.

«Todos los días cierro la carnicería cuatro veces, entre cinco y diez minutos, para dirigir la oración en la mezquita», explica Kharroubi, que detalla los horarios de rezo: 06.30, 13.30, 16.15, 18.30 y 20.00 horas. «El viernes cambia la manera. Es a las dos de la tarde y explico qué se debe hacer y qué no, como hacen los curas católicos en la homilía», comenta, antes de reconocer que las mujeres no pueden entrar en su mezquita. «La mujer no está obligada a venir a rezar en la mezquita, pero en la otra que hay en Lugo sí pueden hacerlo», indica. Señala que en las oraciones de la tarde se reúnen en torno a 30 hombres.

Desde «los pueblos»

Hace tiempo, cuando la comunidad marroquí era bastante más numerosa que en la actualidad, en Lugo funcionaban varias carnicerías de este tipo, pero hoy solo quedan dos. «Conseguir esta carne es difícil. Nosotros la traemos de León y de Ourense», explica el imán, que relata cómo hay clientes que hacen más de cien kilómetros para comprarla. «Vienen de los pueblos porque allí no tienen nada», dice.

reportaje la doble faceta del imán de camiño real, en lugo