Bertako gaia
“¡Qué morro! ¡Ellos tienen napolitanas!”
La casa senegalesa de Zarautz ha sido el punto de encuentro para desarrollar el proyecto ‘Munduko jangela’ (Comedor del mundo). Durante esta semana, cerca de 280 escolares han conocido cómo se alimentan los niños de otros continentes.
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 19-10-2014casi tres millones de niños mueren al año por hambre. Una cifra escalofriante que hemos conocido esta misma semana. Desgraciadamente, la mitad de los menores de cinco años que fallecen en el mundo lo hacen por desnutrición. La mayoría se reparte entre África y Asia, aunque también existen poblaciones enteras sufriendo inseguridad alimentaria en países como Guatemala o Haití. Cada diez segundos muere de hambre un niño en el mundo. Nuestra sociedad no sufre esta tragedia como en el resto de los continentes, aunque la crisis haya aumentado la pobreza infantil. Es más, con la comida que se tira en Europa y Estados Unidos se puede alimentar a todo el planeta y deberíamos ser más conscientes de ello.
Ante esta desigualdad, los impulsores del proyecto Nola bizi dira Senegalen? (¿Cómo viven en Senegal?), el departamento de Inmigración del Ayuntamiento de Zarautz y Ari Arkitektura han querido redondear la iniciativa que arrancaron en mayo, con el fin de dar a conocer la diversidad cultural de la villa, con la construcción de una casa senegalesa en el parque de Salberdin, con un nuevo proyecto: Munduko jangela (Comedor del mundo). Durante esta semana, cerca de 280 escolares han participado en una actividad que buscaba concienciarles sobre cómo se alimentan en otros continentes. Junto a la casa senegalesa, niños de entre diez y once años han demostrado todo tipo de reacciones ante la falta de alimentos o el exceso de comida. Pataletas, risas, generosidad, egoísmo… fiel reflejo de nuestra sociedad. El lunes fue el turno de los escolares de La Salle, el martes de los de la ikastola, miércoles y jueves Orokieta y el viernes, Antoniano. Este periódico visitó el parque el viernes, para compartir la experiencia con los pequeños de Antoniano y sus dos profesoras. “Hemos repartido a los participantes en cinco grupos. Cada uno tenía que buscar un país en el mapa; ver en qué continente se encontraba y elegir la mesa para comer”, explicaba Garbiñe Pedroso, de Ari Arkitektura y coordinadora del proyecto junto a Inhar Agirrezabal. En la mesa o si tocaba, en el suelo. Y es que los que han comido en Europa o Norteamérica han tenido apoyo y cubiertos para comer. Sin embargo, en Asia, África y Sudamérica lo han hecho en el suelo y con las manos. Durante la iniciativa que ha durado una hora todos los mediodías, han ido respondiendo a cuestiones como: ¿Comen lo mismo los niños de Europa y África?, ¿hay arroz para todos en Asia? y, ¿qué ocurre cuando quiero traspasar la frontera entre una mesa y otra?
“¿Lo compartimos?”
Los habitantes de Asia se disponían a comer arroz con pollo y verduras. “¡Está súper malo! ¡ Qué morro! Ellos tienen napolitanas!”, exclamaba uno mientras miraba a los de Europa, sentados en la mesa. “Nos ha tocado comer espaguetis, salchichas y napolitanas. ¡Está todo muy rico!”, indicaban, entre risas, las danesas Nora Pajares y Alaitz Zorrozua. “¡Nos estamos muriendo de hambre!”, gritaba un niño. “¡Eso no es verdad! ¡De lo contrario, acabarías lo que tienes ahí!”, respondía Pedroso observando los tacos que comieron los que por una hora fueron niños sudamericanos.
“¡Erik! Danos agua o coca – cola!”, pedían los africanos que comían dátiles, arroz y patatas con las manos y sin agua. Erik Troitiño y Saioa Aranguren llevaban un buen rato con la tripa llena, tras comer las hamburguesas de su mesa, la de los yanquis. No sabían qué hacer con la bolsa de patatas que les sobraba. “Lo vamos a compartir con los demás”, afirmaron. Y así lo hicieron sonrientes. Los escolares seguirán abordando el tema en las aulas con una ficha didáctica.
(Puede haber caducado)